âTrataré de ser lo más sintético posibleâ, advierte Miguel Cantilo desde algún lugar de su segundo hogar: España. No habla de un disco, de un libro o necesariamente de sÃ. Habla de algo diferente, que seguramente le está quitando el sueño. La Cámara de apelación, a través del voto de dos jueces contra uno, acaba de fallar en su contra, en una demanda que el músico le habÃa iniciado a la Editorial Musical EMI Melograf, por contratos que le obligó a firmar el sello CBS (por entonces, 1970, asociado a tal editorial) para grabar el primer disco de Pedro y Pablo, el de âLa marcha de la broncaâ, âChe cirujaâ y âTiempo de guitarraâ, entre otras canciones. âLa justa decisión del juez Federico Güerri en abril de 2015 de anular la vigencia de los contratos leoninos en primera instancia fue apelada por la empresa y el 30 de junio de 2016 la Cámara de apelación, a través de los jueces Isabel MÃguez y Alfredo Köliker Frers, a pesar de la disidencia de opinión de la jueza MarÃa Elsa Uzal, revocaron la sentencia y autorizaron la aplicación de los abusivos contratos, con argumentos que están a la vista en la sentencia publicada en la página del poder Judicial de la Nación (Expediente 002766/2012 Cantilo Miguel José c/EMI Melograf S.A)â, informa el músico sobre un veredicto que perjudica notablemente a él y a sus herederos. 6k6j6a
Y explica por qué: âHace algunos años observé que, a raÃz de contratos que fui compulsivamente obligado a firmar como parte del compromiso que significaba grabar un disco a los 19 años para una compañÃa multinacional, la editorial EMI me descontaba, hacÃa cuatro décadas, el 25% de mis derechos de autor referidos a las obras del primer disco de Pedro y Pablo. Entonces decidà consultar a mis abogadosâ, encuadra el guitarrista, compositor y cantor, sobre el inicio de un camino cuyo aspecto temporal podrÃa considerarse como futuro inesperado. âEn efecto, al empezar a investigar, descubrimos que esos contratos eran totalmente leoninos y no tenÃan siquiera fecha de prescripción, algo que es totalmente ilegal, porque no puede haber contrato sin fecha de caducidad. También expuse que la editorial nunca habÃa realizado contraprestación alguna en virtud de esos contratos, a no ser la edición de algunas partituras en papel, que en su momento fueron mal escritas y en años posteriores tuve que mandar a reescribir por el maestro Gustavo Gregorioâ, se extiende Cantilo acerca de los motivos que lo habÃan llevado a iniciar la demanda.
Demanda que efectivamente tuvo un futuro inesperado. Le otorgó a EMI Melograf la libertad de âdespojarâ al cantautor de la cuarta parte de sus derechos, como lo viene haciendo hace cuarenta años, y hasta setenta años después de su muerte. âLas editoriales musicales, o de publishing para ser explÃcito, son empresas que en los paÃses centrales cumplen la función de encontrar intérpretes a los autores, difundir y defender el material del cual son socios contractualmente, y promoverlo ganando dinero con las versiones de intérpretes consagrados. Pongamos como ejemplo las versiones de los numerosos covers que publicaron The Beatles en sus primeros álbumes. George Martin, como productor, acudÃa a los catálogos de las empresas editoriales y estas le proporcionaban una gran cantidad de material, del cual elegÃan los temas que más convenÃan al estilo de esos incipientes Beatles. Esto generaba una gran ganancia tripartita al autor, Chuck Berry, por caso; a la editorial como socia, y al grupo como intérpreteâ, se sigue descargando este cantautor que publicó veinticinco discos, y que sigue en busca de la justicia artÃstica. âEn cambio, EMI nunca consiguió un intérprete para ninguna de mis canciones. Según el libro Huellas luminosas, publicado recientemente por Alejandro Petruccelli, existen trece versiones de canciones de dicho catálogo, ninguna de ellas gestionada por la editorial. A pesar de mi requisitoria en años pasados, la editorial nunca promovió en el mercado de habla hispana mi repertorio. De modo que mi demanda ante la Justicia estaba fundamentada en su inoperancia. La única vez que recuerdo haber recibido una oferta de la empresa fue para negociar el permiso para que Fernet Branca utilizara âLa marcha de la broncaâ en un jingle publicitario, a lo que me negué de plano. En otra oportunidad Mauricio Macri utilizó en un acto de campaña a la intendencia mi canción âYo vivo en esta ciudadâ y me enteré por un comentario periodÃstico, pasando a encargarme yo, a través de Sadaic, de cobrar el arancel correspondiente a tal uso, que es misión de la editorial. Esto lo digo para ilustrar el nivel de inutilidad de una editorial que va a seguir cobrando la cuarta parte de los derechos de autor de mis primeras canciones hasta setenta años después de mi muerteâ, refrenda uno de los músicos que iluminó almas de varias generaciones a través de su música. Un artista, honesto como pocos, que se ve en la obligación, a una edad en la que tendrÃa que estar disfrutando de una vida plena, de meterse en feos lÃos judiciales por los derechos de autor, como también pasa con otro grande del rock argentino: Litto Nebbia. âObviamente que mi reclamo obedece al interés por reducir el despojo de mis derechos más allá de mi desaparición, como quien pretende cuidar sus intereses sucesorios más que por los de los pocos años de vida que me restan este planetaâ, plantea Cantilo, pensando, encima, en las siete décadas post mortem, que la empresa seguirá usufructuando por algo que no creó, ni defendió, según su creador y defensor.
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