âVamos a grabar un disco y un DVD en vivo en Buenos Airesâ, sorprende Stewart Copeland, baterista de The Police. La pregunta tenÃa que ver con la posibilidad de que el trÃo, que hoy y mañana se presentará en River Plate (con Beck como telonero de lujo), grabara material nuevo, cosa que el músico rechaza de plano: âSi volviéramos a entrar a un estudio nos asesinarÃamos. Somos individuos completamente diferentes. Cuando éramos jóvenes, esas contradicciones nos daban fuerza. Ahora Sting y yo nos miramos como criaturas de planetas distintos, aunque apreciamos el efecto valioso que tenemos en el otro. No me gusta tener que callarme cuando Sting está cantando, pero las letras son importantes. A él no le gusta que haya una Tercera Guerra Mundial en la baterÃa mientras él trata de cantar una canción, pero entendemos que la combinación de estas cosas es lo que hace a The Police. Cuando estamos frente a un público que funciona como referÃ, todo funciona. Si tuviéramos que meternos en un estudio tendrÃamos que llevar a 25 mil argentinos. Pero, ¿sabe qué? Vamos a hacer eso: vamos a grabar nuestro próximo álbum con 25 mil argentinos como referÃsâ. 1t554i
âBueno, no serán 25 mil, sino 60 mil por noche.
âPero yo sólo puedo ver a los primeros 25 mil (risas).
â¿Prepararon algo especial?
âCada concierto es levemente diferente, pero hay un plan en el que cada canción no está separada del resto. Estamos manipulando, ajustando, agregando, sacando, pero pensando en el concierto como un todo. Un ritual en el que cada canción lleva a la siguiente. Y cambia todo el tiempo.
â¿Por qué eligieron a la Argentina para grabar el disco y el DVD?
âPorque los argentinos tienen sofisticación cultural y, al mismo tiempo, ¡están absolutamente locos!
Copeland hablaba desde un hotel de Monterrey, México, justo antes de emprender el vuelo que lo depositó ayer por la mañana en Ezeiza junto a Sting (voz y bajo) y Andy Summers (guitarra). El baterista conoce bien la ciudad: además de la mÃtica visita de 1981, volvió varias veces a jugar al polo. Sting y Summers, en cambio, regresaron como solistas, mientras que el baterista se concentró en las bandas sonoras para pelÃculas. Y jura que no sintió nostalgia por sus tiempos en The Police, cosa que parece casi un delirio para cualquier mortal. Porque la banda que Copeland fundó en 1977, cuando se cansó del rock progresivo de su grupo anterior, Curved Air, marcó la pauta del rock de fines de los â70 y principios de los â80: con influencias de punk y reggae, creó una forma de new wave que sorprendÃa por su dinámica, su alta dosis de energÃa y sus canciones redonditas, capaces de combinar una personalÃsima contractura rÃtmica con la perfección de un estribillo pop. Todo eso que la multitud que atestará el Monumental espera escuchar otra vez, como si no hubieran pasado tres décadas desde el single âFall out/Nothing achievingâ.
âEn los veinte años en que no tocó, ¿sentÃa nostalgia de The Police?
âOcasionalmente. Con el tiempo desapareció por completo. Cuando estás en la escuela y ganás un trofeo en fútbol, estás muy excitado y se lo mostrás a tus amigos, tu corazón vibra cada vez que lo ves. Una semana más tarde ya no es tan importante; un año después ni lo ves... Veinte años más tarde no tiene ningún sentido. Mis Grammies y discos de oro están en cajas en el garage. Y me habÃa olvidado de Police: tenÃa un trabajo como compositor para pelÃculas, una nueva casa en una nueva ciudad, una familia, una nueva vida. The Police era algo que tenés en una repisa y ya no mirás más. Cuando sonaba un tema en la radio, pensaba: âQué bien, la música está mejorando... no, esperá un minuto, ¡ésa es mi banda!â Pero de inmediato volvÃa a la conversación en la que estuviera. Hasta que un dÃa recordé que tenÃa un montón de material fÃlmico: mi hobby cuando estábamos de gira era filmar todo. Con la tecnologÃa digital era posible jugar un poco. Me puse a cortar y pegar y armé una pequeña pelÃcula, no como ejercicio nostálgico, sino interesado en el punto de vista del individuo que era en mi juventud. No es como las pelÃculas de MTV donde las cámaras siguen a la banda; en ésta la cámara es la banda. Lo excitante no es volver a verme ni a mis amigos, sino que tendrÃa impacto para mà incluso si fuera sobre la banda de otro. Y cuando salió a la luz generó mucha excitación, la gente empezó a hablar otra vez de Police... Pero para mà era un ejercicio académico. Estuve un año haciendo promoción, llevándola a festivales. Y cuando terminé, abandoné todo y estaba por volver a mi trabajo para pelÃculas, sonó el teléfono y era Sting: âHey, hagamos una giraâ.
â¿Cómo fue recibir ese llamado?
âSorprendente. No tenÃa ni idea. Alguna gente decÃa que iba a pasar y yo contestaba: âEn primer lugar, no va a suceder. ¿Por qué iba a suceder? En segundo lugar, no a va suceder. ¿Por qué iba a suceder?â.
âY entonces, ¿por qué sucedió?
âNo sé. Mi chiste al respecto es que Sting es el rey del dolor, ama el dolor, y llegó a un punto de su vida en el que no pudo pensar en nada más doloroso que llamarme a mÃ. Y fue muy sabio, porque llamarme a mà fue extremadamente doloroso. Ahora Sting está en el paraÃso del dolor (risas).
âEn serio: ¿es por el dinero, el ego, la sensación de que todavÃa pueden hacerlo?
âTodo. La excitación que obtenés de un grupo como éste no es algo que suceda todos los dÃas. Y vale la pena entregarle un año de mi vida. Mis hijos no están tan seguros, pero yo sÃ. El dinero... Sting tiene casi la misma fortuna que el Papa (risas). No quiero meterme en problemas: no fue por eso que me llamó. Una de las cosas que más me gusta de componer para pelÃculas es que es un trabajo muy tranquilo. Me encanta mi vida tranquila con mi esposa... Pero estar sobre un escenario frente a 60 mil personas que gritan es... âQuerida, ya vuelvoâ. También es bárbaro para mis siete hijos venir a los shows: algunos nunca me habÃan visto tocar la baterÃa. Casi ninguno de mis amigos más cercanos es músico: mi mejor amigo es abogado, otro es escritor... Me tienen por el tipo con el que se juntan y charlan sobre polÃtica, sobre arte.
â¿No será mucho? Police siguió vivo...
âSiguió en la radio, pero en mi vida habÃa desaparecido. Era igual que para los demás: una canción que aparece en la radio y uno dice: âEy, me gusta ese temaâ, pero después aparece la de otra banda y uno piensa: âEsa también me gustaâ. No era parte de mÃ.
âMuchas bandas de hoy miran a los â80 como influencia. ¿Eso los hace sentir modernos otra vez?
âSupongo que significa que Police es algo que supera al tiempo. Cuando uno hace música no piensa en si tendrá sentido dentro de veinte años, sino en lo que significa en el presente. Pero es una bendición que todavÃa tenga sentido lo que hicimos hace veinte años. Hay bandas que grabaron cosas que tenÃan sentido y veinte años después nadie las recuerda. Trabajaban duramente y les importaba su música tanto como a nosotros, pero por algún golpe de la fortuna su música se olvidó.
âBueno, las buenas canciones también importan.
âOK, nuestras canciones son bárbaras, pero también es por suerte. Sting es un gran compositor entre otras cosas por la suerte, porque hay muchos otros escritores que trabajan duramente... Si tenés una dosis más de talento y trabajás un poco más, mejorás las posibilidades de que tengas suerte, pero no podés garantizar nada. De hecho, si no trabajás duro y no tenés talento, también podés tener suerte.
âHace unos años hicieron una entrevista en la que dijo que si se reunÃan iban a limpiar el piso con las demás bandas del planeta. ¿Siente eso hoy?
âDigamos que limpiamos el piso con todos los demás durante este año. El próximo vendrá alguien y limpiará el piso con nosotros. Asà es la vida.
â¿En qué estado está The Police?
âMejorando. Cuando dije eso no esperaba lo que pasó; estoy sorprendido de cuán difÃcil fue reensamblar The Police. Asumà que como éramos veinte años mejores, la banda iba a ser mejor e iba a ser fácil reconectar, porque me convertà en el músico que soy por el efecto que tuvieron sobre mà Andy y Sting, y a ellos les pasó lo mismo. Pero nos desarrollamos como músicos veinte años y las piezas no encajaron tan fácilmente como antes.
â¿Qué fue lo más difÃcil?
âQue cada uno es presidente vitalicio de su mundo musical. HabÃamos olvidado lo que es colaborar con otros. Cuando hacÃa una banda sonora con una orquesta ây a Sting y Andy les pasaba lo mismoâ les ponÃa enfrente la partitura y los músicos hacÃan lo que yo les decÃa. O cuando tocaba con otros músicos, escuchaban lo que hacÃa y trataban de encajar.
âAlgunos fans no están muy contentos con ciertos arreglos jazzeros... y culpan a Sting.
â(Se rÃe.) Pueden culpar a Sting lo que quieran, pero él escribió esas canciones. No hay una posición correcta sobre cuánto debemos apegarnos a los originales. Si fuéramos como en los discos, habrÃa gente que dirÃa: âEs sólo es una fotografÃa del grupoâ. Y si cambiáramos demasiado: âEh, vine a escuchar âRoxanneâ y apenas puedo reconocerlaâ. Tenemos que encontrar un balance, pero aun asà alguien va a pensar que es equivocado. Creo que para el 90 por ciento o más este balance está bien, de acuerdo con el público y los crÃticos. Mal o bien, lo hicimos siguiendo nuestros instintos. No es un cálculo que hicimos con medidas geométricas en un papel.
â¿Cuál es la mayor diferencia entre este Police y el anterior?
âMás vivos, más sabios (se rÃe)... La diferencia es la razón filosófica para la existencia del grupo, el propósito fundamental. Cuando éramos jóvenes, la razón de ser era crear y explorar, generar cosas y descubrir adónde podÃamos ir. Encontramos el lugar al que podÃamos ir e hicimos grandes discos: llegamos a nuestro destino, la música que hicimos, y nos separamos. Y nos dedicamos a explorar otras posibilidades. Ahora, el propósito no es crear algo nuevo, sino celebrar el material ya existente. Hay un impacto emocional diferente entre una canción que conocés y una que escuchás por primera vez. Para las nuevas canciones, invito a sus lectores a que escuchen a Amy Winehouse, artistas nuevos, pero Police es una experiencia diferente: un ritual, una ceremonia. Quizás estas canciones sean muy buenas y quizá seamos grandes músicos, pero lo importante es que estas canciones tienen dos décadas de experiencia vital. Hoy, cuando escuchás âMessage in a bottleâ no es sólo un grupo de acordes copados y una letra interesante, sino veinte años en los que la escuchaste en la radio, en tu boda, cuando conociste a tu novia. Las canciones tienen un poder que va más allá de su calidad inherente, que tiene que ver con los recuerdos que la gente les agrega. Como experiencia de concierto es muy poderosa, emocional, incluso sobrecogedora. Cuando éramos jóvenes veÃamos a chicas de 16 años desmayadas, ahora vemos a tipos de 45 lagrimeando. Y las chicas de 16 ahora también tienen 45, y todavÃa están bastante buenas (risas). Tocar una canción nueva serÃa irrelevante. Los conciertos de Police hoy son tocar las canciones que ya conocés, poniéndole vida y espontaneidad a la performance. El público es el combustible para nuestro motor. Ahà notamos qué está bien y qué está mal.
âLa gira tiene un final. ¿Ya pensó qué hará después?
âEs muy difÃcil porque todo parece irrelevante. Police es un monstruo que se come todo, tapa el sol y se chupa el aire. Ahora, Sting, Andy y yo le pertenecemos. Este año nuestros destinos están atados, un sentimiento extraño para personas de nuestra edad. En cierto sentido está muy bien, yo me siento muy bien. Me resulta natural ser parte de un equipo porque soy el menor en una familia numerosa, pero asà y todo no estoy acostumbrado y no sé cuánto tiempo puedo aguantarlo. Me dan ganas de volver a casa. Asà que me entregué a Police por este año y lo que viene a continuación... ¿quién sabe?
â¿Cómo fue para usted reencontrarse con la baterÃa?
âEs interesante, porque ahora para mà es un hobby. Durante veinte años tuve otro hobby, el polo, por eso jugué bastante en la Argentina. Pero tengo mucho más talento para la baterÃa que para el polo (risas). Y es más barato... Como ahora la baterÃa es mi hobby, la toco con más pasión que cuando lo hacÃa como trabajo.
â¿Cuál es el mejor momento que recuerda de The Police?
âHay muchos... Algunos tienen que ver con la grabación del segundo álbum. Tuvimos que grabarlo a las apuradas porque el mundo nos explotaba en la cara y estábamos llenos de confianza. El primero lo habÃamos grabado antes de que termináramos de entendernos: tenÃamos grandes canciones, las trabajamos, estaba bien, pero no nos las metimos en el bolsillo hasta que las tocamos dos veces por noche en EE.UU. durante meses. Cuando grabamos el segundo el mundo empezaba a mirarnos, estábamos excitados, pero Sting no habÃa tenido oportunidad de escribir muchas canciones: tuvimos que movernos muy rápido, instintivamente, no habÃa tiempo para cálculos. Esa velocidad fue parte de la inspiración, parte del fuego que nos consumÃa. Grabar ese disco fue una de las experiencias que más disfruté. No dirÃa que es el mejor, pero la experiencia fue inspiradora. Para el tercero ya éramos un grupo enorme y tenÃamos la responsabilidad de entregar hits, pero en el segundo no habÃa resposabilidad, sólo inspiración.
â¿Y el peor momento?
âSynchronicity fue espantoso, el momento más oscuro de nuestras vidas. Cada uno tenÃa mucha pasión puesta en el grupo, pero no estábamos de acuerdo en casi nada. Sin el público, solos en una isla, fue el infierno. Asà y todo, es nuestro disco más exitoso. Ahora somos mejores personas, pero en ese momento éramos unos pelotudos jóvenes y querÃamos lastimarnos.
â¿Recuerda algo del primer viaje a la Argentina?
âSÃ, que en el hotel tomé el jugo de naranja más caro de mi vida (risas). Algunos argentinos recordarán la hiperinflación de esos años; sé que ahora la situación es más estable, pero la primera vez que fuimos la Argentina estaba gobernada por la Junta Militar, la economÃa estaba fuera de control... Era un lugar volátil, que necesitaba un cambio.
â¿Y el famoso incidente de Summers pateando a un policÃa?
âOh, sÃ, San Andy de Buenos Aires (risas). El gran héroe.
âImagine que es el protagonista de una de esas pelÃculas berretas en las que se encuentra con el que fue hace treinta años. ¿Qué pensarÃa de esa versión joven?
âCuando miraba el material de la pelÃcula veÃa a esa versión y querÃa decirle: âFlaco, mirá, olé las rosas, sonreÃâ. Ahora mis amigos vienen a los conciertos y me dicen: âPensé que me iba a encontrar con sexo, drogas y rock and roll, pero lo único que hay es rock and rollâ. Y es lógico: tengo 55 años, siete hijos a los que llevo a la escuela a la mañana, y ya no me meto con esos placeres más salvajes del rock and roll. ¿Y sabe qué? Lo disfruto mucho más ahora que cuando tenÃa 25 años. Cuando éramos jóvenes era todo nuevo, estábamos conquistando el mundo, éramos piratas lanzados al pillaje, pero estaba ansioso, hecho mierda y con resaca todo el tiempo. Ahora adoro cada minuto.
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