The Police provoca un fenómeno similar al que se verifica con el show de Mano Negra en Obras Sanitarias en 1992 o las legendarias presentaciones de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en La Esquina del Sol: todos estuvieron allÃ. Todos bebieron un trago en la barra de New York City, todos vieron la patada de Summers al policÃa en Obras, hubo quien incluso fue testigo de la filmación de las escenas gauchescas de The Police around the world. Pero para la gran mayorÃa de las sesenta mil personas que se acercaron anoche a Núñez, la visita de The Police fue la oportunidad de saldar una deuda importante en el banco del rock. Definitivamente archivados los sueños de ver a Pink Floyd (aunque Roger Waters haya servido de excelente aproximación a ese universo), aun con la naciente fantasÃa de ver a Led Zeppelin por estas costas, ver a Sting, Andy Summers y Stewart Copeland en un escenario argentino tuvo el sabor del álbum lleno. Otras sesenta mil personas podrán comprobarlo también esta noche, cuando The Police concrete su segundo show en Buenos Aires. y5q1f
¿Qué habÃa que esperar, entonces? ¿Una oleada de emoción que oficiara de disculpa a la inevitable vejez de los músicos? ¿Un simple acto de nostalgia por esos â80 que hoy parecen tan perfectos? Aunque ya no sean esos salvajes que encarnaron la transición entre la escena punk y lo que vendrÃa después, los músicos de The Police dieron en River una auténtica lección de rock. Acaso incentivados por el hecho de estar grabando un DVD que dará testimonio de su regreso a los escenarios después de más de veinte años, Sting, Summers y Copeland dieron cuenta de ese milagro quÃmico que, por unos años, hizo de The Police la banda más influyente del pop.
El show arrancó a las 21.25, cuando se apagaron las luces y âMessage in a bottleâ sacudió la feliz modorra del âGet up, stand upâ que habÃa amenizado la espera. Una ligera lluvia empezó a cerrar el cÃrculo de la épica rockera de grandes espectáculos en grandes estadios. La banda se encargó de ponerse a la altura de la puesta escenográfica. Un impresionante solo de guitarra de Andy Summers hizo aun más disfrutable un clásico como âSynchronicityâ. Un detalle: Sting (quién pudiera llegar a su edad asÃ, fÃsica y musicalmente...) salió a tocar con el mismo bajo gastado que supo trajinar escenarios en sus primeros shows. Su utilización, hoy, puede entenderse como un acto de reafirmación. La banda que más contribuyó a rejuvenecer el rock de los años â70 ya no necesita reivindicarse como âjovenâ. La banda que sonaba pensando en el dÃa después, puede bancarse el âaquà y ahoraâ. Un milagro que ninguno de los tres músicos podrÃa reinventar por separado.
El repertorio elegido fue demoledor: un comienzo de esos que no se olvidan, momentos climáticos en el medio, de esos que sirven como puente entre los arrebatos adrenalÃnicos. Sting hizo lucir todos los matices de su voz en âWalking on the moonâ; el groove jazzero de âVoices inside my headâ, que terminó enganchada con âWhen the world is running downâ (impecable solo de Summers, mientras Sting arengaba al público), el rescate de un tema ajeno a los grandes éxitos, como âTruth hit everybodyâ (de Outlandos dâAmour, el primer disco de la banda), el set percusivo de Copeland como complemento de âWrapped around your fingerâ, marcaron pequeñas perlitas que fueron preparando el terreno para una media hora final que dejó a sesenta mil personas felices y cantando. En The Police, hay una particularidad sonora que resulta esencial: si en la música negra la melodÃa está supeditada al ritmo y en la tradición del ârock blancoâ sucede en general a la inversa, en The Police ambas variables se inscriben en un proceso de retroalimentación continua. Ritmo y melodÃa forman parte de un entramado monolÃtico, del que emerge la voz única de un tipo que toca el bajo.
En un momento, la sucesión de clásicos se apoderó de la noche: âEverything she does is magicâ, âDe do do do, de da da daâ, âInvisible sunâ, âWalking in your footstepsâ. La tremenda versión de âCanât stand losing youâ pulverizó las pocas defensas que quedaban en pie. Y faltaba âRoxanneâ, formidable; y tocaron âKing of painâ, y âSo lonelyâ.
Para el final, otro detalle para hacer honor a la historia de la banda. Una historia que se consumió en apenas cinco discos y unos pocos años. Se despidieron con âEvery breath you takeâ, el último hit, una especie de canto del cisne. Summers y Copeland se fueron y dejaron a Sting solo arriba del escenario. El cantante, en el centro de la escena, se puso a tocar el riff de âNext to youâ, un himno post-punk de su primer disco. De fondo, fotos alusivas, en riguroso blanco y negro, daban testimonio del tiempo transcurrido. Entre âEvery breath you takeâ y âNext to youâ parece haber un abismo estilÃstico. Sin embargo, The Police, diluyó sus propias fronteras genéricas. El público, agradecido. Vivió una hora y cuarenta y cinco minutos que no olvidará con facilidad.
Informe: Eduardo Fabregat.
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