âLos cuerpos no son como las habitaciones, jamás conservan las huellas evidentes.â Lo dice la protagonista de uno de los relatos de No aceptes caramelos de extraños (Uqbar Editores), de Andrea Jeftanovic, que comparte el hombre con otra. Como una escultora dedicada a cincelar cuentos transgresores, la escritora chilena se zambulle en la espesura de lo inefable. Cuando era más joven, un hombre regresaba a su casa con flores de regalo para su esposa. Ahora, tres décadas después, vuelve con vibradores y anillos rugosos, lÃquidos intensificadores de sensaciones y un catálogo de dildos de variados tamaños y formas para contrarrestar la âfalta de épicaâ matrimonial. El libro se compone de once relatos que exploran los vÃnculos entre padres e hijos, hermanos y parejas en situaciones extremas. Una prosa poética e intimista traza un puñado de retratos hiperrealistas sobre la violencia ambigua y sensual que tensiona estas relaciones ânuclearesâ. Las historias, narradas en primera persona, ahondan en la subjetividad hasta la última partÃcula de ese individuo que intenta aferrarse a la vida. Aunque pareciera que se abona el terreno de la irrupción de âverdades reveladorasâ, nada acaba por cerrarse. Todo queda ahÃ, latiendo como materia Ãntima. 6y363b
Margo Glantz plantea que Jeftanovic maneja con certeza âlas frases más recortadas y filosasâ. Los caramelos de la escritora chilena, tan impecables como perturbadores, se incrustan como esquirlas en las certezas previas de los lectores. Ahà está la voz de âPrimogénitoâ, angustiado por la depresión post parto de su madre y por la aparición de su hermanita, que quebró âel triángulo perfecto que tenÃamos con papá y mamáâ. âMamá, has dejado de quererme, reconócelo, se deja de querer despacito, de desilusión en desilusión, de tristeza en tristeza.â Ahà está, también, la voz de ese hombre convencido de que la pornografÃa salvará su matrimonio. âHoy es viernes, viene la empleada. Hará la cama contando cuántas aureolas nuevas hay desde la última vez que cambió las sábanas. Confieso que me inhibe, a través del mapa de las sábanas descubrirá las huellas de nuestra pobre intimidad. ¿Cuántas aureolas hay? ¿Tres? ¿Cuatro? Una noche fueron dos veces. ¿La del sábado? Ya no me acuerdo, los dÃas son iguales, las aureolas se expanden como remolinos.â
Jeftanovic âmitad croata, mitad serbia, y judÃa por la rama maternaâ evoca su pasado inmediato. La cadencia de su inconfundible acento chileno celebra âla crisis de los 30â que la llevó a frecuentar los talleres literarios de Antonio Skármeta y Diamela Eltit. Y a renunciar, después, a un âbuenâ trabajo que tenÃa como socióloga. âMe daba cuenta de que siempre me habÃa gustado escribir, pero que estaba dejando como hobby lo que más querÃa hacer en esta vidaâ, recuerda la escritora y docente de la Universidad de Santiago, Chile, que viene acompañando las movilizaciones estudiantiles por la gratuidad de la educación. âNo soy de las que planifican un libro, escribo bajo incertidumbre, tomo muchos apuntes y recién a la mitad del camino se me revela hacia dónde voyâ, reconoce la autora de las novelas Escenario de guerra (2000) y GeografÃa de la lengua (2007) en la entrevista con Página/12. âMe gusta cuestionar y romper esos discursos normativos como que los niños son âintocablesâ. Lo más protegido, como el hogar, puede ser un lugar de mucha amenaza.â
â¿Por qué las voces narrativas son más bien impertérritas: no pontifican ni condenan?
âPrefiero contar la crudeza sin lástima, sin emociones âcasiâ. Intenté crear una sintaxis psÃquica y emocional; y a veces ese relato está hecho de escenas crudas que prescinden de juicios morales, una sintaxis que registra esa delgada lÃnea entre el eros y el tánatos, con imágenes bellas pero que golpean, frases reiterativas como el movimiento de una marea. El niño que se da cuenta de que la madre está viviendo una depresión post natal feroz siente que ese bebé arruinó la familia. El lugar común es que llega un bebé y trae la alegrÃa al hogar. A mà me gusta, en cambio, ver el revés de esa trama. Un bebé es una alegrÃa, pero en algunas circunstancias no. Hay gente que me dice â¡Ay, qué horror!â (risas). Pero no son relatos autobiográficos. La literatura es un espacio de libertad moral para indagar en la psiquis humana.
âEn los cuentos, los cuerpos de los personajes tienen un protagonismo central; están siempre en un primer plano. ¿Las tramas empiezan por los cuerpos?
âTrabajo el cuerpo y el erotismo cruzándolos con la violencia y con un proyecto polÃtico, como hacÃa el Marqués de Sade. O sea que el escándalo es para llamar la atención porque el cuerpo es una plataforma de dominación que tiene incrustada la dialéctica del amo y el esclavo. El cuerpo es un lugar de dominación, de humillación del otro, hasta incluso de aniquilación, como lo trabajó Pasolini. Pero creo que parto antes del cuerpo. Quizás en el deseo, pero en un deseo errático, angustiado, por excesiva soledad y no por morbo, que no me interesa mucho. No deberÃa haber libido en una pareja que se reencuentra a raÃz del accidente grave de su hijo; entre una madre que pierde a una hija y la busca por todo Santiago; entre dos mujeres que descubren que comparten el hombre; en una niña que relata al terapeuta y al juez su pasado de abuso y rivalidad con su hermana; en unos vecinos que tienen un ritual erótico a la distancia, hasta que un dÃa presencian un suicidio; en un hijo que se rebela al compromiso polÃtico de sus progenitores; en una hija que acompaña a su padre moribundo fumando marihuana en un hogar de ancianos y mirando las estrellas. A veces es la inminencia del peligro; otras, el abismo de la normalidad. Y siempre el cuerpo como escenario ineludible.
âNo aceptes caramelos de extraños sale justo cuando el cuerpo de la sociedad chilena está convulsionado por el movimiento estudiantil. ¿Cómo está viviendo este momento polÃtico?
âEl movimiento supera a las aulas; es algo ciudadano, transversal. Los chilenos nos estamos preguntando cómo hemos estado dormidos tanto tiempo, como si nos hubieran anestesiado bajo la lógica brusca de la dictadura del mercado. En estos meses en las marchas han entrado en o cuerpos extraños, y en una sociedad segregada como la chilena eso no es lo habitual. De algún modo, con este movimiento se ha reconstruido el tejido social destruido por la dictadura, un tejido de ciudadanos que quieren sentirse parte de una comunidad. El sistema neoliberal caló hondo en la sociedad chilena y ha impuesto un individualismo alienante, una sociedad de castas y, con justa razón, mucho resentimiento. Para mà ha sido esperanzador el apoyo transversal de esta causa. Si bien se han perdido varios meses de clases regulares, creo que hemos tenido una clase magistral de educación cÃvica y ética. Es muy interesante la actividad polÃtica y cultural que se ha dado en los campus en paro o en toma; los foros de discusión, las lecturas literarias, los conciertos de música. Y también ha sido una lección de humildad, en la que los polÃticos y ciudadanos adultos estamos aprendiendo de estos jóvenes.
âEn esa clase magistral de educación cÃvica y ética sobresale Camila Vallejo, entre otros lÃderes.
âEs cierto, mención aparte merece este grupo de lÃderes, por su rigurosidad y ponderación, por su capacidad de trabajar en equipo y preocuparse de ser representativos, por su modo de desenvolverse en los medios y responder con agudeza y calma a los conductores polÃticos con experiencia que siempre pierden los estribos. Y, en especial, por su generosidad. Ellos no luchan por ellos, casi todos están a punto de egresar, sino que lo hacen por las generaciones futuras. Si logran lo que demandan, será un punto de inflexión en la historia del paÃs.
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