Desde Guadalajara 4r2414
Los âsecretosâ argentinos y latinoamericanos circulan de actividad en actividad en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Como si no fuera suficiente tanto trajÃn, andan también de fiesta en fiesta por las noches tapatÃas. La dicha colectiva ensancha sonrisas, pero no puede mantener a raya la expansión ilimitada de las ojeras de escritores y editores que participan en esta 25ª edición. Primeras lecturas de literatura argentina, sensaciones y recuerdos que se tejen y destejen, que vuelven una y otra vez. Fernanda GarcÃa Lao se reconoce en el espejo de los delirantes y dislocados, y su escritura es tan fÃsica que âse puede tocarâ. Fabián Casas remonta la cuesta de su falta de imaginación, destripando siempre el mismo juguete que le permite âdrenar historiasâ. Hernán Ronsino explora la âlengua argentinaâ y propicia un trabajo artesanal con las palabras. Los tres saben que son apenas âla punta pequeñaâ de una proliferación de voces. De todo esto y mucho más hablaron en la mesa âArgentina y sus jóvenes autores: textura de palabrasâ âorganizada por la Embajada Argentina en México y la Dirección de Asuntos Culturales de la CancillerÃa argentinaâ, moderada por la escritora y periodista Gabriela Cabezón Cámara.
En la casa de GarcÃa Lao leÃan con devoción la novela Zama, de Antonio di Benedetto. Cuando se exilió en España junto con su familia, la escritora se identificó con Eva Perón, de Copi, como una âfigura extraña y fuera de lugarâ. Casas viajaba en el subte de la lÃnea E con Rayuela, de Julio Cortázar, en la mano y pensaba: âSi llego a entender este libro, voy a ser un genioâ. Y confesó que lloró con Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato, como su madre lloraba con la telenovela Muchacha italiana viene a casarse. El primer libro que compró Ronsino fue Final de juego, de Cortázar, después de haber visto el documental de Tristán Bauer sobre el escritor. El impacto fue tan fuerte que hasta cambió de carrera: Ciencias Económicas por SociologÃa. La tradición literaria siempre es una obra en construcción; cada uno se sirve de los materiales más afines a sus inquietudes. La autora de Muerta de hambre es una pariente de los delirantes, perdidos y dislocados. Uno de sus âtrÃosâ capitales, esos que la llevan a âperderseâ, está conformado por Copi, Juan Filloy y Witold Gombrowicz.
âCuando uno lee, se alimenta de muchas tradicionesâ, señaló Ronsino, que prefiere trabajar con la exploración de la âlengua argentinaâ en la lÃnea de Conti, Rodolfo Walsh, Juan José Saer y Manuel Puig. âMe interesa mucho la relación con la historia, de qué modo la historia modela la lengua y cómo los imaginarios afectan la historia. La literatura no cambia la historia, pero deja huellas y funda tradicionesâ, subrayó el autor de La descomposición. Casas, en cambio, comentó que cuando leÃa a sus contemporáneos âDaniel Durand, Daniel Rojo, Sergio Raimondi y Laura Wittnerâ sentÃa que estaba leyendo a los clásicos. Y ponderó el valor que tienen para él las âcosas mestizasâ. âUno agradece haber nacido en la lengua de (Ricardo) Zelarayánâ, agregó el autor de Los Leemings.
âSoy fiel a mi propio imaginario, me gusta trabajar con el lenguaje como si fuera un cuerpo, pero sin repetir la coreografÃa lingüÃstica y espacialâ, aseguró GarcÃa Lao. âMi escritura es muy fÃsica, creo que se puede tocar.â Casas apeló a sus consabidos bocadillos. âSi tuviera imaginación, hubiera escrito Harry Potter y me habrÃa hecho millonario. Yo trabajo con una sola cosita, con un solo juguete que dreno en historias. Mi escritura parte de una idea de imposibilidad.â En las cuerdas de las similitudes, Ronsino reconoció que al optar por un tipo de escritura fragmentaria se comunica con parte de la propuesta estética de GarcÃa Lao. El interés por un espacio geográfico delimitado lo une a Casas. Mientras Ronsino coloca a sus criaturas en un pueblo pampeano âChivilcoy o su periferiaâ, el autor de Ocio bucea por las calles del barrio de Boedo.
Todo recorte literario o lista de escritores es caprichoso. âSomos bien distintos, reflejamos visiones distintas de la literatura; pero afortunadamente hay muchas lÃneas narrativas y estilos diferentes âplanteó GarcÃa Laoâ. Lo que más me interesa es que nos estamos leyendo; que a partir de la crisis capital de 2001, la literatura argentina ha crecido de la mano de editoriales pequeñas y a riesgo de que no te lean y que a nadie le importe. La escasez de lectores me fortifica.â Los tres son apenas âuna punta pequeñaâ de lo que se está produciendo en la Argentina. âEn nuestro paÃs, a los escritores no les da bola nadie; no ocupan un lugar, y eso es como una bendición porque hace que estés preocupado sólo por escribirâ, opinó el autor de Tuca. En desacuerdo con esta concepción de âno lugarâ, Ronsino afirmó que el escritor sà ocupa un lugar. Después de la crisis de 2001, una generación de autores construyó espacios de lectura, revistas artesanales y pequeñas editoriales. âEn diez años los escritores encontraron un lugar y fueron construyendo espacios de encuentros, más allá de la diversidad de estéticasâ, ponderó Ronsino. Casas aclaró que cuando dice que los escritores no ocupan ningún lugar lo postula en términos de que ya no existen âescritores farosâ.
Cabezón Cámara preguntó si habÃa algún mexicano en la sala. QuerÃa saber si los autores y autoras mexicanos tienen tanta libertad para escribir. Una mujer mexicana le respondió: âNo podemos escribir lo que se nos da la gana; hay temor a decir lo que está sucediendo. Hay tantas voces y tanto ruido que no sabés a quién puedes leerâ. GarcÃa Lao aportó su mirada: âEn la Argentina partimos de la base de que nadie es sensato. Nadie espera nada de nosotros. No sé si hay un discurso confiable o una voz a seguir, y ahà está ese permiso de ser lo que tengas ganas de ser. Lo que pasó es que se multiplicaron las visiones, y son todas válidas y son todas inválidas a la vez, y uno elige qué leer y qué escribirâ. Ronsino afirmó que la literatura es âun espacio de resistencia para recuperar y transmitir experienciasâ. La autora de La piel dura advirtió que âuno tiene que ganarse a cada lector casi como a un amante esquivoâ, entonces la literatura queda âcomo una especie de prehistoria, como si desarrollar un discurso fuera algo fuera de épocaâ. Ronsino propone el trabajo artesanal con las palabras, âtomarse el tiempo que sea para escribir un libroâ. Casas postula que la escritura âsiempre está puesta en estado de preguntaâ. El epÃlogo de la charla se escribió con una feliz coincidencia: âLo propio de la literatura es el tiempo lentoâ.
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