âDios está en todas partesâ, se lee en un cuaderno escolar, entre dibujos de flores, pájaros, paraguas, bichitos y casitas, de una niña de Zavalla âpueblo de la pampa santafesinaâ que querÃa ser monja misionera para ir al Africa. La letra, las frases y las ilustraciones son un gran hallazgo. El preludio de un momento perfecto de El jardÃn secreto, el documental sobre la poeta Diana Bellessi, realizado por Claudia Prado, Diego Panich y Cristian Costantini, que se podrá ver todos los jueves de junio en el Centro Cultural de la Cooperación. Lo más simple y lo más hondo contenido en una escena memorable. Ya caminó la protagonista por las ruinas de la chacra en la que trabajó su familia, intentando reconstruir la habitación que compartÃa con sus padres, la arquitectura invisible de esa casita de la que fueron echados en la década del â60. Ahora está sentada, leyendo el poema âDetrás de los fragmentosâ: Peones y campesinos/ fueron mi ascendencia.// Palabras italianas, guaranÃes/ quechuas/ se mezclaron desde niña/ en mi alfabeto.// No tengo saga que contar/ ni epopeya sostenida con la espada/ en el anca briosa de una yegua.// Pero sÃ/ un puñado/ de historias que rescatar/ donde se cuentan/ para memoria de la Aldea/ apariciones/ desapariciones/ en la noche cruenta/ y un enorme azadón/ que puebla todas las cosechas. Entonces sucede el âmilagroâ o la pequeña maravilla. Tendrá que ceder, si usted se proclama ateo o atea, y reconocer que Dios está ahÃ, al menos en esos instantes. En una sugestiva comunión, la voz, el poema, la lectura, el paisaje se mueven desde la intensidad del sol al crepúsculo. De la luz a la oscuridad. 394n6
A partir de la voz de Diana âcon ese modo de hablar y de decir tan cálidosâ, el documental propone tres itinerarios: un viaje a su casa y a su jardÃn en Buenos Aires, con caminata incluida por las calles de Palermo junto a su inseparable perra foxterrier, Talita; una escala en Zavalla, donde nació, en 1946, y donde vive su hermana; y finalmente la casita del Tigre, donde ella misma cuenta que escribió sus últimos libros. Los realizadores acompañan a la poeta por esos espacios vitales constitutivos para impregnarse de la atmósfera que rodea a Diana y ahondar en la trama en la que se teje vida y obra, intimidad y polÃtica, naturaleza y asombro incesante. âLa escritura, los viajes, el amor de otra persona y la polÃtica fueron las pasiones centrales, pero nunca hipotequé la escritura frente a ninguna instanciaâ, dice la autora de El jardÃn (1993), Mate cocido (2002), La rebelión del instante (2005) y Tener lo que se tiene (2009), entre otros tÃtulos, mientras pone el cuerpo en la plaza del Congreso, la noche en que se votaba el matrimonio igualitario. âSe supone que una obra se hace con repeticiones en variación; es la variación la que pesa, la que genera una obra. La repetición no la generarÃaâ, plantea y luego comenta que anda imaginando un libro âmuy chiquito y muy inocente sobre la ternura que me dan los bichitosâ.
El gran logro de este documental es captar esas variaciones no sólo en los paisajes de la obra, sino hasta en los mÃnimos recodos de una intimidad que no siempre resulta asequible. Llega el domingo en Buenos Aires, esa hora fatal, entre las tres y las cuatro de la tarde, en la que la poeta sabe que no es la única que siente âesa tristeza honda y sostenidaâ que luego, con la noche, se irá. Cuando está en Zavalla con su hermana âque muestra la magnÃfica magnolia que la madre vio florecer poco antes de morirâ, toman mate juntas, evocando anécdotas risueñas de esa infancia compartida âtan parecida y tan distintaâ y cómo sus padres, como muchos en aquellos años, pudieron acceder a la realidad de la casita propia. âY por eso una es peronista en el fondoâ, subraya la hermana. âEvita querÃa mucho a los niñosâ, escribió la niña Diana en ese cuaderno. âMe acuerdo de haber ido a las procesiones con antorchas por la muerte de Evaâ, revela la poeta cuando confronta ese cuaderno escolar con los recuerdos. En ese andar por Zavalla no podÃa faltar Osmando, el amigo jardinero al que conoce desde los seis años, que tiene un programa de radio en el que habla de plantas y lee poemas de Diana. Y la simpatiquÃsima tÃa Porota âque estuvo sentadita en primera fila cuando se presentó la obra reunida de su sobrina, emocionada hasta las lágrimasâ, con la que la poeta visita el cementerio del pueblo. Ahà les deja flores a sus padres y al tÃo Nene, el primer gay de Zavalla.
La tercera y última parte transcurre en el Delta, el ámbito que eligió para refugiarse del horror en 1976. âCuando conocà el lugar, yo dije: âMe quedo acáâ. Fue como si llegara al Edén en medio del infierno que estábamos viviendo en Argentina.â En la lanchita que la lleva hasta la isla, los dedos de Diana se aferran al tallo de una de las plantas que van y vienen, de Palermo al Tigre. Y de pronto resuena un pensamiento lanzado al principio: âYo digo que el jardÃn mata y uno no quiere que mate. La vida, para ser, mata incesantementeâ. Los realizadores no dan puntada sin hilo. Los cuadernos de la niña y de la poeta bailan una danza animada por obra y gracia de la artista visual Julia Masvernat; pasado y presente se componen y descomponen. Desde lo visual logran algo que sólo la poesÃa consigue: apresar la eternidad en un instante. âLos cuadernos son el ejercicio; es como agarrar un instrumento musical y tocar âexplica Dianaâ. Es un ejercicio de centrar la atención: lo que pasa adentro mÃo y afuera.â Entonces la poeta toca, escribe, fuma y toma mate sin urgencias a la vista. El tiempo, en ese ámbito, es otro. Sin embargo, la casita misma pareciera estar a la espera de esos probables versos, como si las paredes, las vigas, los muebles, estuvieran aguantando, silenciosos, la respiración.
La sobremesa con su amigo Tata es otra de las instancias inolvidables de este documental excepcional. Diana es peleadora, le gusta azuzar el debate cuando pondera lo que generó el movimiento de las fábricas recuperadas y toda la agitación y efervescencia post 2001, que rebasó la estructura tradicional de los partidos de izquierda. Tata, más escéptico respecto de esta lectura, destaca en cambio la organización sindical como el gran aporte de Perón, contención indispensable para frenar el salvajismo que el capitalismo ostentó en el resto de los paÃses de la región. La lluvia estalla sobre la isla. La naturaleza se transforma. Después queda el barro. Y hay que limpiar. âLa escritura siempre me centró y me salvó la vida, evitó que me perdiera en la guerrilla, en las drogas, en los viajes, porque siempre estuvo ahà para que yo me agarrara de ella. La escritura es un vértigo tambiénâ, subraya la poeta que en 2011 obtuvo el Premio Nacional de PoesÃa.
El epÃlogo se aproxima y acaso el espectador vuelva sobre el primer cuaderno, el de la niña que escribió: âQué lindo dÃa de sol. Sà Ada, dan deseos de andar, andar, andar, andar...â. Movimiento y quietud, viajar y permanecer, son las caras de una misma moneda. Un dÃa, andando por un rincón del Tigre, Diana descubrió que estaba cumpliendo con un viejo deseo: âHoy llegué al Africa, la isla es Africaâ.
* El jardÃn secreto se estrena mañana a las 19.30 en el Centro Cultural de la Cooperación y se podrá ver todos los jueves de junio en Corrientes 1543.
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