El niño que nació en âel cuarto de la vigaâ âla buhardilla de la casa que alquilaron sus padres en Ubedaâ desgrana las palabras hasta encontrar su correspondencia vibratoria. Cuando a los 11 años empieza a leer a Julio Verne, a Mark Twain, a Stevenson, a Agatha Christie, a Dumas, se entrega a un tumulto vertiginoso de ensoñaciones. El hechizo del capitán Nemo abre la puerta de la posibilidad de ser escritor. ¿Quién podrÃa impedÃrselo? Su atmósfera social y cultural. En la década del â60 en la España franquista, los hijos de familias campesinas âsu padre trabajaba en una huerta y vendÃa hortalizas en el mercadoâ abandonaban la escuela para trabajar la tierra hasta el fin de sus vidas. Un maestro convence a su padre de que ese niño debÃa seguir estudiando. El hijo, dichoso por torcer ese mandato normalizado por el imperio de la necesidad, continúa mezclando la hacienda de lecturas con Cervantes, Bécquer, GarcÃa Lorca. Ese padre maravilloso pone en manos del hijo un destino: la máquina de escribir que le regaló. Una sola idea golpea el cerebro de ese adolescente de 16 años: escribir teatro. Y lo hace. La pieza se titula La Academia. Unos amigos intentan montarla, pero antes del estreno la prohÃben. Entonces llega la satisfacción precoz de verse a sà mismo como un incipiente dramaturgo represaliado por la dictadura. La precocidad parece conectar los nudos vitales de Antonio Muñoz Molina. A los 57 años se ha convertido en el escritor más joven en ganar el Premio PrÃncipe de Asturias de las Letras por âla hondura y brillantez con que ha narrado fragmentos relevantes de la historia de su paÃs, episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personalâ, planteó el jurado. 72554f
âAnte reconocimientos como éste sólo cabe expresar gratitud y sorpresa âdijo el escritor en una conferencia de prensa en Madridâ. Me alegro, sobre todo, por la ilusión que sin duda provocará en mis amigos, mi familia y mis lectores, a los que debo el estÃmulo de seguir escribiendo a diario. Cuando uno recibe un premio se pone muy contento y cuando no lo recibe, no. Pero no creo que la carrera de un escritor se pueda medir por los premios que recibe. No creo en los escalafones. Se puede ser muy bueno y no ganar premios y se puede ser malo y ganarlos.â Muñoz Molina recordó que hace treinta años emprendÃa la versión definitiva de la que serÃa su primera novela. âLa escribà sin ninguna perspectiva de publicarla âitióâ. La verdad es que he sido muy afortunado muchas veces en mi vida. Este premio me ha llegado casi antes de haberlo deseado.â El narrador destacó la âsuerteâ que tuvo la primera generación de escritores que comenzó a publicar en plena democracia española por haber ampliado el horizonte de lectores. âNo estuvimos condenados a eso que Galdós llamaba âlas terribles barreras que hay en los Pirineosâ y que tanto le obsesionaba. Hemos tenido lectores fuera de nuestras fronteras, en Europa y en América latina.â En vez de patear la pelota lejos, el autor de Plenilunio, El jinete polaco y Sefarad, entre otros tÃtulos, la colocó en el ángulo del arco de la sociedad española del presente. âSi no hacemos buenos libros, la culpa sólo la tendremos nosotros. Ya no podemos echarle la culpa a Franco, ni a los lectores, ni a nadie.â
Hace trece años que el Premio PrÃncipe de Asturias no quedaba en manos de un autor español. El último en recibirlo fue el guatemalteco Augusto Monterroso. Al galardón optaban dieciocho candidaturas procedentes de once paÃses, entre las que figuraban las de autores como Luis Goytisolo o Haruki Murakami. Muñoz Molina âque se impuso en la última ronda de votaciones del jurado al autor irlandés John Banvilleâ ha sido el miembro de la Real Academia Española más joven en ingresar. TenÃa 39 años cuando en 1996 ocupó el sillón âuâ. Y 18 cuando cumplió otro sueño: llegar a Madrid para estudiar periodismo y convertirse en âun autor de obras de teatro de agitación polÃticaâ. El sueño se esfumó. No duró casi nada. Demasiado grande y hostil era Madrid para ese muchacho todavÃa apegado a cierta inocencia pueblerina. Participó de una manifestación de protesta por el fusilamiento de Salvador Puig Antich âanarquista español ejecutado por la dictadura franquista el 2 de marzo de 1974â y al cabo de veinte minutos âotro record inolvidable en su haberâ estaba preso y esposado. Regresó a Ubeda, el lugar en el mundo donde nació en 1956, y decidió comenzar GeografÃa e Historia en la Universidad de Granada. Estudió con mucho ahÃnco y optó por especializarse en Historia del Arte. En Granada, donde vivió veinte años, escribió sus primeros artÃculos periodÃsticos, compilados en el que serÃa su primer libro publicado, El Robinson urbano (1984).
Beatus ille (1986), su primera novela, se gestó durante varios años. Allà aparece la ciudad imaginaria de Mágina, una réplica elástica de su Ubeda natal que reaparecerá en otras novelas posteriores, como Beltenebros (1989), El jinete polaco (1991) âcon la que obtuvo el Premio Planetaâ, Sefarad (2001) âen la que traza el mapa de todos los exilios posibles y rescata la vida de las vÃctimas del Holocausto nazi y del estalinismo, en un intento de contrarrestar âla gran injusticia que supone olvidar a quienes perdieron la humanidadâ a causa de esos sistemasâ y El viento de la luna (2006). En la fecundidad literaria de Muñoz Molina hay mucho más que Mágina. En 1987 recibió el Premio de la CrÃtica y el Nacional de Narrativa por El invierno en Lisboa; luego publicarÃa Plenilunio (1997) y su novela más ambiciosa: la monumental La noche de los tiempos (2009), 958 páginas en las que explora los claroscuros sentimentales y polÃticos de un hombre ensimismado y angustiado por la velocidad del presente durante el hundimiento de la República y el inicio de la Guerra Civil.
âCuando uno escribe, lo primero que quiere es terminar un libro, lo segundo es que se lo publiquen y lo tercero es que guste la historia. No se piensa en los premios âadvirtió Muñoz Molina en la conferencia de prensaâ. Sólo se puede escribir de verdad en un estado de absoluta libertad interior. Lo único que se puede pensar es lo que se quiere contar. Como dice Philip Roth, cada vez que escribo un libro me topo con el novato que hay en mÃ. Un libro sólo se puede escribir desde la posición de un principiante.â El autor de Todo lo que era sólido, su último libro de ensayos en el que se propone suscitar âun debate verdadero sobre la situación actual de Españaâ, reivindicó la importancia medular de la ficción en estos tiempos: âLa necesitamos más que nunca porque es un ejercicio de soberanÃa, es negarnos a aceptar que la realidad sea como dicen los que mandanâ.
© 2000-2022 pagina12-ar.informativomineiro.com|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.