Damián Tabarovsky confiesa su aversión a âla ontologÃa del adoquÃn y la buena vecindadâ, al barrio como ente que encarna âel microfascismo cotidiano argentinoâ. En su nueva novela, La expectativa (Mondadori), Jonathan, el protagonista que en los años noventa se sintió un auténtico triunfador âde repente ganaba más plata que su padreâ, busca huir de Villa del Parque, escapar de los lugares comunes, la pizzerÃa de siempre, el paisaje de siempre y, tal vez, también de esos pensamientos que lo conducen a todas partes y a ninguna, a la chatura total y al chiste fácil. Quiere llegar lejos, ir a donde nadie fue, hablar el idioma que nadie habló, âser extranjero en mi propia lenguaâ. La narración, digresiva, procede bajo el modelo de la repetición: escenas en las que Jonathan lee el diario (que le parece âsiempre idéntico a sà mismo: lo uno repetido 354 veces por añoâ), camina por el barrio, cita o recuerda frases, y piensa. La historia de este personaje que vive la ilusión del leve ascenso y la larga caÃda, como suele suceder en las novelas de Tabarovsky, conforma un relato que sospecha de las propias cualidades de la narración, al mismo tiempo que pone en cuestión otros discursos y âmete el dedo en la llaga de las contradiccionesâ, como señala el autor en la entrevista con Página/12. 3xn4c
â¿Por qué en La expectativa extrema más el recurso de la asociación libre respecto de otras novelas, como Las hernias?
âNo sé si es tanto la asociación libre; aunque está como influencia surrealista, no me sentirÃa cómodo sólo ahÃ. Sà me parece que se extrema la digresión y se toca con la asociación libre. Es como poner a la narración en una especie de carrera de obstáculos para ver cómo se pueden derribar una a una esas dificultades. Esos obstáculos son perinolas que uno toca y salen en otra dirección. Esto no quiere decir que el texto vaya hacia una cosa caótica o desordenada sino que es una estrategia textual. SerÃa ver cómo funciona en la literatura la idea de que una pequeña causa puede producir múltiples efectos, como la teorÃa de las catástrofes, o al revés: un gran efecto puede producir múltiples causas. La intención es poner en cuestión la linealidad narrativa: de que a una causa le corresponde un efecto, de que a una escena le corresponde otra, y ver cómo funciona ese mecanismo de llevar la digresión, planificada, al corazón de la literatura; pensar para la novela cierto sistema lógico, paralelo a la lógica formal.
â¿En qué etapa cree que se encuentra su narrativa?
âIntento convertir la digresión en problema epistemológico. En mis novelas hay preocupaciones formales sobre qué es narrar y cómo se narra en la época de las posnarraciones. Las narraciones más potentes son las mediáticas; la literatura nunca puede competir contra la intriga del caso GarcÃa Belsunce o el caso Dalmasso. No es que la realidad supera a la ficción, que es una verdad de Perogrullo, sino que las narraciones mediáticas tienen una potencia que te remite a la pregunta de cómo narrar en la posnarración literaria. Me interesa desarrollar esas preguntas conceptuales o literarias, y encontré en este caso el tema de la digresión, que no es una ley absoluta por la cual me guÃo y las novelas que no son digresivas no me interesan, lo que serÃa absurdo. La digresión no es solamente un procedimiento sino un recurso que me sirve de marco para pensar cómo avanza una narración. La digresión, por definición, es ineficiente porque uno se interrumpe con el otro, uno habla con el otro y no se llega a nada. Es un poco esa idea de Pancho Ibáñez de que todo tiene que ver con todo. Yo miraba a Pancho Ibáñez y decÃa: esto es un gran tema de novela.
âEl tÃtulo de la novela alude también a las expectativas que hay sobre el género, ¿qué pasa con la novela, cuál es su futuro?
âSÃ, primero está la historia más trivial y chiquita del personaje que quiere ascender y no lo logra, y después está la expectativa que me produce la literatura hoy. Hay un artÃculo de César Aira que siempre me pareció extraordinario y, al mismo tiempo, equivocado. Se llama El último escritor. El error de ese artÃculo es que el escritor es siempre el anteúltimo escritor o, mejor dicho, que Aira es el anteúltimo y el último soy yo. El tipo de literatura que me interesa intenta cuestionar el sentido común y plantea una distancia crÃtica con la sintaxis. Hay una expectativa respecto de cuál es el futuro en esta arte a la que me dedico, que ya tiene 200 o 300 años y que está en una situación epigonal. No es una literatura amenazada de muerte por el contexto sino por su propia extinción interna.
âEn la novela se ironiza sobre los escritores progresistas que se la pasan hablando de la vuelta al barrio, aunque viven en countries, torres o en casas recicladas en Palermo Viejo. ¿Por qué cree que sigue siendo tan poderoso el tópico de volver al barrio en la cultura argentina?
âEs tan poderoso que ya lo tomó la derecha. Durante su campaña, (Mauricio) Macri decÃa que querÃa que las señoras pudieran salir a la puerta de la casa y que iba a poner un policÃa en cada esquina para que el barrio volviera a ser el barrio, decÃa Macri, que vive en Palermo Chico. El barrio encarna el microfascismo cotidiano argentino, encarna lo peor del peronismo, lo peor del catolicismo, la hipocresÃa; no sé por qué es tan poderoso, tal vez porque representa la idea de recuperar una comunidad perdida, los vÃnculos, los lazos. Una de las peores cosas del barrio es que tu vecino sabe todo de vos, y a mà me encanta el anonimato del centro. Los barrios parecen la pampa asfaltada: vos te parás en cualquier calle de las que describo de Villa del Parque, y hasta el horizonte no hay nada, sólo la misma calle y los arbolitos.
âEl narrador plantea que âel presente es el único lugar posible, interesante, conmovedorâ, y que toda biografÃa se escribe en un único tiempo verbal: el presente. En general, se suele añorar el pasado o mirar hacia el futuro y el presente suele ser una especie de agua intermedia que no se sabe muy bien qué es.
âEsa es una definición para una novela mÃa, una especie de agua intermedia que no se sabe muy bien, puntos suspensivos (risas). Para mà el presente, tal como me interesa pensarlo, es la sensación de tener arena entre las manos: cuando la atrapaste, desapareció, pero tuviste ese momento de intensidad. La idea de la posteridad literaria me parece absolutamente errónea porque presupone que la gente, en el futuro, va a ser más inteligente que la del presente. Lo cual es generalmente al revés. Es evidente que los de la generación del â80 y â90 somos menos interesantes que la generación del â60 en muchÃsimos aspectos, y yo no tengo nostalgia y discuto mucho con ellos. Pensar un presente eterno remite a ciertas tradiciones literarias que me interesan, como la de Gombrowicz, por la inmadurez, el tipo que todavÃa no maduró y no llegó al futuro, que es un poco amnésico y no tiene memoria del pasado. El presente es el lugar de la vanguardia, un lugar con el que discuto y dialogo a la vez, pero que lo tengo como referencia.
âEn La expectativa circulan chistes, reflexiones polÃticas y literarias. ¿La novela serÃa una caja de resonancia de los discursos que se reproducen en la sociedad?
âNo, la pienso como un contragolpe. La literatura necesita de otros discursos para ponerlos en cuestión, para pensarlos, para contragolpearlos. No siento que sea una caja de resonancia porque remitirÃa a esa idea de la gran novela, en el sentido literal del término, de gran densidad filosófica, de la que descreo.
âCon Literatura de izquierda metió el dedo en la llaga, pero desde entonces han escaseado los debates.
âHay una lectura que se hizo de mi libro con la que quiero tomar distancia. Es esa que sostiene que dinamizó debates en un campo literario que estaba muerto, pese a que a mà no me interesaba en absoluto dinamizar el campo literario. Ni siquiera estoy seguro de que los momentos en que no hay debates sean peores que aquellos en que se producen más discusiones. El libro fue publicado hace tres años, y no hay que exigirle a la literatura, aplicando la lógica de los medios de comunicación, que produzca un debate cada tres años. De hecho, si todavÃa Literatura de izquierda sigue siendo comentado, discutido y leÃdo, alguna intensidad tuvo, y tal vez no hay necesidad de que haya otra polémica. El libro fue elegido como el mejor libro del año en Chile, se leyó mucho en España y México y armó debates similares en esos paÃses. Algunos me decÃan que sólo tenÃan que reemplazar los nombres de los escritores argentinos por los propios, como si el libro diera cuenta de un fenómeno latinoamericano y del mundo de habla hispana que no tenÃa presente en mi cabeza. Quizá no hubo otros debates porque los que planteó el libro siguen teniendo cierta vigencia, hasta que dejen de tenerla.
âJonathan se pregunta cuál fue la última generación que pensó la sigla PC como Partido Comunista y no como Personal Computer. ¿La respuesta podrÃa ser la suya?
âSÃ, mi generación es la última para quien la sigla PC significó Partido Comunista. Pero al mismo tiempo, mi generación llegó tarde al Partido Comunista, un PC que ya no tenÃa nada para decirnos, y temprano al Personal Computer. Cuando era estudiante de sociologÃa y tenÃa veinte años, mis compañeros de facultad del PC eran unos carcamanes; nada vital pasaba por el PC, que era un partido stalinista que no representaba nada para nosotros, ni siquiera Cuba tenÃa la influencia que habÃa tenido para las generaciones anteriores. Nosotros fuimos los actores de reparto; no tenemos ni muertos ni desaparecidos en nuestra generación, somos los hermanos menores de los muertos, los desaparecidos y exiliados. Mientras ellos eran los héroes, nosotros éramos los actores secundarios que mirábamos una escena que no era la que nos correspondÃa. Después vino una nueva generación belleza y felicidad, por llamarla de alguna manera, que no tiene nada que ver con la generación del â60, ni siquiera ironizan sobre ellos, son como mundos paralelos, y en el medio quedamos nosotros. Los de la generación del â60 nos decÃan que éramos jóvenes frÃvolos porque Ãbamos a bailar, o que éramos lights porque estábamos en el PI (Partido Intransigente). Somos una generación con poca voz, hecha de actores de reparto.
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