El exilio provocó en la vida de Ariel Dorfman una marca indeleble que también padecieron sus ancestros. El 11 de septiembre de 1973, con el golpe de Estado y Pinochet en el poder, Dorfman, que habÃa participado activamente en la gestión de Salvador Allende, salvó su vida prácticamente de milagro y allà comenzó un largo exilio que incluyó Francia âprevia estadÃa corta en Argentinaâ, Holanda y Estados Unidos, paÃs donde decidió vivir finalmente. Sus reflexiones, impresiones y recuerdos de lo que significó el exilio (entre otros temas), se testimonian en Rumbo sur, deseando el norte, un clásico de la literatura mundial. Precisamente en ese libro está basado El largo exilio de Ariel Dorfman. Una voz contra el olvido (A promise to dead: the exile journey of Ariel Dorfman), documental dirigido por el canadiense Peter Raymont âcuyo guión fue elaborado por el autor de La muerte y la doncellaâ, que se exhibirá en el Festival de Derechos Humanos DerHumALC, a realizarse entre el 8 y el 14 de mayo. 5z35z
âBuena parte del documental trata de mi supervivencia después del golpe en Chile de 1973 y también de lo que ha sido mi errante vida bilingüe entre Estados Unidos, Argentina y Chile. Por lo tanto, está inspirado en ese libroâ, afirma Dorfman en diálogo telefónico desde Nueva York con Página/12. âPeter Raymont leyó el libro (en Estados Unidos y Canadá ha sido un best seller y se ha vendido muy bien) y fue precisamente ese libro el que lo convenció de que querÃa llevar a cabo la realizaciónâ, agrega el escritor, que visitará Argentina para presentar el documental.
El largo exilio de Ariel Dorfman está narrado por el propio protagonista en primera persona y tiene tres lÃneas narrativas: el gobierno de Allende, el golpe y la supervivencia de Dorfman; un viaje a Chile en 2006 en el que comparte recuerdos con viejos compañeros de lucha y que culmina con la muerte de Pinochet, y, en tercer punto, su vida atravesada por múltiples exilios. Dorfman se retrotrae al momento histórico en que el socialismo llegó al poder por la vÃa democrática y destaca su identificación con esa causa, producto de ser un hombre que defendió siempre la paz y cuestionó, en consecuencia, cualquier tipo de violencia.
También se refiere a la vida familiar marcada por el exilio: el escritor se detiene en el recuerdo de su abuela, de profesión traductora, que llegó a ser intérprete de Trotsky. Retomando su participación polÃtica en Chile expone cuáles fueron, según su parecer, los desaciertos del gobierno de Allende y denuncia las desapariciones de personas durante la dictadura de Pinochet y el rol de la Iglesia.
â¿El desafÃo del documental era que, a partir de su propia historia, se contara una porción importante de la historia de Chile?
âEl desafÃo es mayor que ése porque mi historia no sólo se relaciona con Chile sino también con Estados Unidos. Por lo tanto, con la historia del siglo XX, en gran medida. Cada uno de los exilios mÃos ha coincidido con grandes marejadas y cambios en la humanidad de nuestros tiempos.
â¿Cómo recuerda su primer dÃa de exilio?
âMi primer dÃa de exilio fue cuando nacÃ: uno sale de un lugar tibio donde no tiene preocupaciones y entra al mundo donde lo primero que le hacen es pegarle una cachetada para que llore. En mi libro, yo explico un poco eso. No recuerdo mis primeros dÃas de exilio porque me fui de Argentina a los dos años y medio y, si bien tengo recuerdos del paÃs, no los tengo especÃficamente de haber salido de allà cuando me fui a Estados Unidos de chico. Mis padres y mis abuelos habÃan migrado y hay una larga historia de muchos destierros y muchas pérdidas anteriores que están en mi sangre.
â¿Pero cuándo se fue de Chile?
âDe Chile me acuerdo muy bien. Tengo un capÃtulo entero del libro dedicado a eso. Yo estaba en la embajada argentina, me subieron a un camión de policÃa y me llevaron con tres argentinos más. Pasamos por La Moneda para mirar la destrucción. Les pedà como favor y accedieron sin ningún problema. Entonces, después llegamos al aeropuerto. Subà al avión y me acuerdo de lo que significó el momento del despegue cuando las ruedas dejaron el territorio chileno. Dije: âAquà me jodÃâ. Y me jodà más cuando llegué a Buenos Aires y me metieron preso. No es que me tomaron preso solamente a mÃ. Como dicen los norteamericanos: No era nada personal. Llegué y vi a mi familia que estaba esperándome del otro lado del vidrio en Aeroparque. Yo no venÃa de vuelta al paÃs que habÃa dejado, Argentina, sino que venÃa de vuelta a un paÃs muy parecido al que habÃa expulsado a mi padre en 1944. Entonces, me di cuenta de que habÃa que irse luego de ahÃ. No fue fácil.
âUsted señala que les hizo una promesa a los muertos por la dictadura chilena de que iba a vivir para contar su historia. ¿Esto lo sintió como un acto de reparación histórica, como una actitud de la defensa de la vida sobre la barbarie?
âPodrÃa decirse eso. Yo digo: âY tiene que haber habido dentro de mà una promesaâ. No digo que en ese momento hice una promesa. Uno va descubriendo que ésa es la razón de haber sido salvado. Te salvas y no entiendes por qué. Hay gente tan buena como uno y mejor a la que le fue muy mal. Hubo amigos que murieron y tenÃan tantos deseos de vivir como yo y tantos deseos de amar, escribir y ver crecer a sus hijos que, sin embargo, no sobrevivieron. Yo sé que esto es algo que toca muy profundamente a los argentinos también, donde fue tan terrible la represión que sufrieron ustedes. Entonces, lo que digo es que, de a poquitito, me fui dando cuenta de que si no era ésa la razón, yo podÃa inventar una razón por la cual habÃa sobrevivido. Precisamente como tú acabas de decir: podÃa reparar el hecho de la barbarie que le habÃan provocado a mis amigos y a mi pueblo, haciendo lo más civilizado que existe que es el acto de escritura, el acto de la memoria.
â¿El exilio resignifica la propia identidad o la reafirma?
âHace ambas cosas. Lo que pasa es que la identidad es una condición dinámica. Hay tendencias anteriores en mi vida que no van a cambiar ya. Para dar un ejemplo: salir al exilio me significó afirmarme en mis ideas no violentas pero evidentemente las ideas existÃan antes. Desde niño lloraba cuando veÃa un pajarito muerto y daba vueltas para no matar a las hormigas. HabÃa algo en mÃ. Esa actitud se vio reforzada ây dirÃa profundizadaâ por el hecho de estar en o con tantos movimientos sociales y ONG. En el exilio he conocido a mucha gente, asà que ellos pasaron a formar parte de mi vida. Pero la identidad de uno es multifacética. El exilio me provocó varias cosas: lo primero es que me asentó una tristeza muy grande de pérdida.
â¿Cual es la mayor pérdida que provoca el exilio?
âLa cotidianidad. Hay que acordarse que, en mi caso, esto se daba en un ser bilingüe, cosmopolita, que habÃa pasado muchos años afuera y que habÃa pasado gran parte de su vida tratando de quedarse en un lugar. Por lo tanto, cuando mis compañeros chilenos recordaban Chile, recordaban el arroz con leche. Como yo me crié en Estados Unidos, mis canciones de cuna eran fundamentalmente en inglés. Por lo tanto, yo tengo una ambigüedad muy grande con respecto al paÃs que he perdido y eso hace un poco más brutal esa pérdida. Me acuerdo de que en ParÃs los argentinos tomaban mate sin parar. Incluso, tomaban más mate en ParÃs que en Buenos Aires. ComÃamos más empanadas en Amsterdam que en Chile, por nostalgia. Pero, por suerte, el exilio fue también muy enriquecedor: las distancias son muy buenas para la escritura.
â¿La lectura fue una buena compañera durante el exilio?
âLa mejor compañera fue mi mujer. Si tuviera que cambiar todas las bibliotecas del mundo por estar con ella lo harÃa con toda tranquilidad. Por suerte, no tengo que hacer esa elección. Las lecturas fueron muy importantes. Lo que pasa es que durante los primeros años no acumulé libros porque pensaba que iba a volver de inmediato y tenÃa todos los libros en Chile. La lectura fue fundamental porque, en gran medida, cuando uno está exiliado la literatura y el idioma mismo terminan siendo el refugio donde te encuentras con alguna seguridad y, además, te comunicas con los otros lectores. Por ejemplo, yo leo una novela y, aunque fÃsicamente esté en mis manos, es un espacio intertextual, una comunidad textual que yo vivo ahÃ. Y eso fue un gran consuelo, además de ser una gran compañera.
âUsted señala que Allende era como una padre. ¿Cuál fue su mayor enseñanza?
âLa mayor enseñanza de Allende es no dejarse humillar. Era una persona Ãntegra. Esa integridad de Allende, esa lealtad con sus propios principios más allá de la muerte, finalmente creo que es lo más destacado. Eso va más allá de cualquier proyecto polÃtico que haya podido tener y que no se pudo llevar a cabo. Sigo creyendo mucho en la justicia social y en la igualdad que él predicaba. Entonces, todo eso es muy especial. A mà me alegra muchÃsimo que este film vaya a abrir el homenaje a Salvador Allende.
âEste año se cumplen 35 del golpe de Estado. ¿Qué perdura de las ideas de Salvador Allende en el Chile actual?
âEstá muy vivo.
* El largo exilio de Ariel Dorfman se proyectará el 9 de mayo a las 18 en el Cine Gaumont, en la función de apertura del homenaje a Allende, y luego Dorfman brindará una charla. El 10 a las 20 podrá verse en el Centro Cultural Borges y el 11, a las 22, se exhibirá nuevamente en el cine Gaumont.
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