El 5 de abril de 2000, las letras de Crónica TV fueron más grandes que de costumbre. Un hombre con un pasamontañas anunciaba, en una zona supuestamente boscosa cercana a Concordia que, junto a un grupo insurgente, habÃan decidido el retorno de la lucha armada, después de años de entrenamiento y con el objetivo de defender las causas sociales. El grupo se autoproclamó Comando Sabino Navarro (en alusión a un dirigente montonero) y argumentaba que tenÃa conexión con las FARC colombianas y con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (Chiapas), del que habÃan adoptado el estilo de su indumentaria. Más tarde, se supo que la noticia âbombaâ habÃa sido un intento de llamar la atención de tres militantes sociales y piqueteros, muy conocidos en Concordia: José MarÃa âCheloâ Lima, Carlos Sánchez y Patricia Rivero, quienes quedaron detenidos en un operativo que fue tan grotesco como su iniciativa. El hecho, sin embargo, no permitió abrir el debate necesario sobre la legitimidad de los mecanismos de construcción de las noticias de algunos medios ni sobre las operaciones mediáticas para fabricarlas. Y tampoco se habló mucho sobre la necesidad de la prensa amarilla de generar ficción cuando la realidad no es lo suficientemente interesante. Todos estos aspectos son abordados por el documental Orquesta Roja, ópera prima de Nicolás Herzog que se estrenará mañana en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635) y en la Sala Incaa Doc del Arteplex Belgrano (Cabildo 2829). 51n6s
Cuando se produjo el hecho, Herzog tenÃa veinte años y hacÃa tres que estaba en Buenos Aires estudiando Ciencias de Comunicación en la UBA. Pero no le costó reconocer a los protagonistas, porque el propio cineasta habÃa vivido diez años en Concordia. âReconocà quiénes eran los que estaban detrás de las capuchas. Ya en abril de 2000 estaban siendo un poco denostados. HabÃan tenido su momento de gloria como militantes sociales de la región de Salto Grandeâ, recuerda Herzog, quien agrega que âel hecho puntual fue tomado en Concordia de una manera muy grotesca, muy graciosa. Todo el pueblo se rió de lo que habÃa pasado, un poco por el tratamiento que tuvo en los mediosâ. A pesar de ello, a Herzog la noticia le quedó haciendo ruido. Y comenzó a pensar en el rol de la prensa en este tipo de situaciones, que le hacÃan recordar a Orson Welles y su célebre Guerra de los mundos. Cuando Herzog tuvo que sentarse a escribir su tesis de graduación, no lo dudó: decidió realizar una investigación sobre aquel suceso. Fue asà que conoció a los tres protagonistas. Luego pensó que, como eran personajes interesantes, podÃa hacer una pelÃcula. âY además de desenmascarar a los medios, me parecÃa que la historia iba a ser mucho más profunda y más interesante si, por un lado, contaba la historia de los protagonistas para darle una densidad humana fuerte y, por otro lado, nos hacÃa intervenir a nosotros como realizadores en el dispositivo; es decir, meter al cine en el juego. Ahà es donde la historia se empezó a complejizarâ, explica el cineasta. Herzog estructuró Orquesta Roja con un eje narrativo que se asemeja al policial negro. Y combinó el documental con representaciones ficcionalizadas, interpretadas por los protagonistas reales.
â¿Su documental busca poner en evidencia el sensacionalismo mediático?
âEn primera instancia sÃ, pero no sólo eso. Es también una pelÃcula sobre la idea de representación. Para mà es una excusa para hablar de algo más denso y más profundo en distintos niveles de lectura. Pero se trata de pensar esa necesidad humana de construirnos como otras cosas para ser en el mundo. El caso de âCheloâ está representado: un tipo que fue cuadro polÃtico en los â90, un poco imbuido de partes de un todo, medio a lo pastiche. Es decir, tiene la boina de Guevara, pero también una militancia activa en el peronismo y reivindica la figura de Eva Perón. Entonces, todo ese dispositivo que se pone en juego es un sÃntoma de la época de los â90: esa cosa neoliberal, en donde todo podÃa relacionarse con todo y en la que habÃa una conciencia más frágil en términos polÃticos. No como en los â70, donde los ideales eran mucho más sólidos, más fuertes, más claros. Entonces, también traté de evidenciar o poner de manifiesto lo que fueron los â90 en términos polÃticos y sociales.
â¿De qué modo este hecho es representativo de la cultura de los â90?
âPor las representaciones muy fragmentadas de la sociedad, los efectos polÃticos en los cuales los medios fueron fundamentales a la hora de esa construcción. Primero fue Menem y después De la Rúa, un tipo construido por los medios. Y hoy en dÃa, un actor polÃtico sin medios de comunicación, sin el marketing, no tiene razón de ser. Entonces, hay algo de eso. Y por otro lado, hay algo también de las luchas sociales de ese momento, del surgimiento del movimiento piquetero, donde ellos fueron un poco pioneros en esa forma de manifestar, de cortar las rutas, de las puebladas. En los años â96-â97, cuando ellos arrancaron, era algo que estaba muy en ciernes: habÃa algunos cortes en Cutral Có, en Tartagal, pero no estaba instalada. Después, a partir del â99 se institucionaliza como demanda. Y hoy en dÃa, parece que cortar la ruta es algo que hay que negociar con el poder y está todo medio que se compra y se vende. La peli está pensada sobre el rol de los medios y cómo inciden: diez años después, la cámara vuelve a ellos y les da una nueva oportunidad para filmar una pelÃcula.
â¿Para usted la noticia fue bizarra o patética?
âHay un poco de las dos cosas. Obviamente, todo lo que sucedió fue algo absurdo, sobre todo en el momento en que estaba sucediendo, veinte años después de que supuestamente los focos guerrilleros habÃan quedado desmantelados. Y que surja un grupo asà y que todos los medios entren en esa vorágine, es triste. Es más triste de parte de los medios que de parte de ellos, los protagonistas. Cuando entendà el sentido de ellos, más allá de reivindicarlo o no, me pareció mucho más digno desde el lugar en que ellos se pusieron para construir la noticia que lo que hicieron los medios con eso. Es triste, es patético, pero más triste es cómo continuamente eso sigue pasando en otros niveles.
â¿Por qué decidió que el documental tenga un tono narrativo que se asemeja al policial negro?
âEso apareció promediando el desarrollo. Fueron tres inviernos de rodaje. El documental se fue armando y, en un momento, dejó de ser un documental, y lo empecé a pensar como una pelÃcula. Empecé a tomar elementos que me servÃan para contar la historia. HabÃa algo con el policial, pero las referencias son más del comic. HabÃa algo en el comic que lo identificaba mucho con los personajes. Por un lado, me parecÃan personajes salidos de una historieta. El policial es un género muy popular que identificó siempre al consumidor masivo. Y por otro lado, el policial y sus claroscuros siempre me daban un lugar donde podÃa situar la historia que siempre me sonó con claroscuros.
â¿Cuánto cree que hay de ficción en la reconstrucción de la realidad que hacen algunos medios?
âMucho más de lo que el común de la gente cree. A ver: que haya ficción no está mal. De hecho, Orquesta Roja está en el lÃmite entre la ficción y el documental y, en términos narrativos, está más cercana de la ficción que del documental. Y, sin embargo, es una pelÃcula que puede despertar inquietudes y movilizar reflexiones. El problema no pasa por cuánta ficción haya a la hora de la construcción de una noticia sino por la responsabilidad, el lugar que ocupamos como comunicadores, como periodistas, y el representarnos el otro y los intereses que hay de por medio. ¿Cuánta ficción hay? Depende del medio. Probablemente Crónica TV tenga un nivel de 70, 80 o 90 por ciento, y otros probablemente no. Pero si uno empieza a pensar los mecanismos que llevaron adelante para construir una noticia, por ejemplo La Nación y Crónica TV, se ve que una se presenta como una construcción seria, conservadora, con criterio de objetividad máxima, y la otra es todo lo contrario: amarilla, ampulosa, sensacionalista, ficcional. Pero uno dice, ¿hasta qué punto no se parecen en los lÃmites?
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