Por estos dÃas, y al menos hasta 2012, el hombre que estuvo en la boca de todos en marzo pasado âcuando El secreto de sus ojos ganó el Oscar como mejor pelÃcula extranjeraâ debe ser uno de las personas más informadas del paÃs. Y no justamente porque a Juan José Camla le sobre el tiempo. Tampoco porque le falte trabajo. De hecho, el director argentino más reconocido del momento se encuentra en la actualidad involucrado en cuatro proyectos audiovisuales diferentes. Sin embargo, desde hace algunos meses, el montajista, guionista, director y productor se convirtió a la fuerza en un prolÃfico lector de diarios de la Argentina y del mundo. Es que la realización de Metegol, su próximo film y el primero de animación que dirige, lo llevó a abrirse paso a una manera de trabajo tan fascinante desde la creatividad, como tediosa desde la producción. âHacer una pelÃcula de dibujos animados es como mirar secar pintura en la paredâ, dice. âDibujo el story board de cada toma en un papel, se lo paso a los chicos para que lo plasmen en la computadora y después me pongo a leer los diarios por enésima vez a la espera de que la pantalla me devuelva un pequeño movimiento de sólo unos segundos. ¡Es un proceso muy lento!â, se queja. De lleno, claro. 5b6l4f
En medio de una de las tantas y agotadoras jornadas que desde mayo lo encuentran esclavizado en la sede de su productora, en Núñez, Camla recibe a Página/12 con suma cordialidad e invita a pasar a su oficina. Ingresar al lugar en el que diariamente pasa más de diez horas puede confundir al observador distraÃdo. Un pizarrón con dibujos a medio hacer, cientos de bosquejos de otros dibujos desparramados sin orden aparente por todo el escritorio y algunas cajas de pelÃculas de animación amontonadas sobre un costado transmiten la sensación de que se acaba de ingresar a una sala de una guarderÃa infantil, jardÃn de infantes, o algo por el estilo. Pero no: ése es el microclima del estudio en el que el director de El hijo de la novia piensa y desa-rrolla Metegol, su próxima y arriesgada apuesta.
âLo único que puedo adelantar âdice Camlaâ es que el film cuenta la historia de un chico que tiene una relación muy personal y afectiva con su metegol, al punto que personalizó a sus jugadores. Es un crack jugando al metegol. El punto es que el chico va creciendo, entonces esa habilidad deja de ser atractiva y simpática, y él se convierte en un tamaño loser. La aventura comienza cuando llega a su pueblo un tipo que es una súper figura mundial de fútbol, que viene a vengarse porque en su niñez habÃa sufrido una humillación a manos de este chico. Y lo hace comprando todo y, finalmente, desguazando el metegol. La pelÃcula contará la historia de este chico intentando juntar a todos los jugadores del metegol, los cuales cobrarán vida por unas extrañas cosas que ocurren.â
â¿Cómo se involucra un director con su trayectoria en un proyecto de animación como Metegol, que requiere de un proceso de producción y realización diferente del que está acostumbrado?
âYo hago todo lo que hago en un largo tradicional. Las tomas y la puesta de cámara las diseño yo, con la ayuda de los artistas de story board. Las voces de los actores también las dirigÃ. Las actuaciones fÃsicas las actuamos con los animadores y las corregimos con lo que el dibujo nos va devolviendo. El problema es que el proceso para lograr todo eso es distinto. En una pelÃcula de actores, dibujo asà nomás las tomas y después voy y las filmo. Esa filmación es una experiencia social, en la que la devolución de lo que se grabó puede verse al instante. En una pelÃcula animada, en cambio, el trabajo se hace todo sobre papel: hace seis meses que estamos trabajando y no vi ni un metro de la pelÃcula. Estoy haciendo una pelÃcula sin verla. Estoy tomando decisiones de montaje muy concretas antes de filmar, al revés de los que me indica mi training de montajista. Es un trabajo estimulante por las inseguridades que me amerita.
â¿Por qué decidió hacer ahora una pelÃcula de animación? Supuestamente es un proyecto de vieja data.
âHace casi cuatro años que venimos desarollándola. El de animación es un género que siempre me encantó y que ahora veo mucho junto a mi hijo. Comparto con el resto del mundo que el de animación es el primer género que nos gusta a todos. ¡A mà me duró mucho más que al resto de la gente! Desde que salió La sirenita y hubo esta especie de renacimiento de la animación, que a los adultos nos pega desde un nivel más mÃtico, no puedo dejar de ver todo lo que se hace en el género. El surgimiento de la animación 3D, además, hizo que la animación comenzara a encimarse con mi esencia, que es la de la posproducción. Es un género que me permite hacer cosas que el cine tradicional no me posibilita, cuento otro tipo de historias, con otra estructura del relato, e imaginativamente estoy usando músculos que hasta ahora no habÃa usado nunca.
â¿Cómo cuáles?
âGeneralmente, en mis pelÃculas soy el único parámetro: hago lo que me gusta a mÃ. En Metegol, en cambio, tengo que ponerme también en la cabeza de un chico, para pensar qué va a entender de tal escena, hasta qué punto puedo jugar con la ironÃa, con el sarcasmo, con el doble sentido. Es una responsabilidad. En un film para chicos, cada escena es una decisión artÃstica, pero también ética y moral. Por ejemplo: al pensar en chicos, uno supone que el malo deberÃa ser bien malo, pero instintivamente nos sale que el malo tenga algo que lo humanice. Y todavÃa nos preguntamos si está bien que el malo tengo algo rescatable, o para un chico está bien que las diferencias entre los malos y los buenos sean claras. Esas son preguntas que en un film de actores para adultos uno no se las hace.
â¿Y a qué conclusión llegó?
âQue el malo tiene que ser malo. Pero Metegol no es una pelÃcula de villanos con poderes sobrenaturales. Son villanos de la vida real hechos en dibujitos. Es una pelÃcula de público transversal, desde los 8 años en adelante. Igual, con los chicos nunca se sabe. Mi hijo tiene 3 años, con Toy Story 3 se aburrió y Mi villano favorito le encantó. Metegol tiene una sensibilidad más ligada a Toy Story o Shrek. De todas maneras, creo también que se trata de un género que está estirando los lÃmites. Creo que los de Pixar, por ejemplo, están exagerando. Ya no hacen pelÃculas para chicos. No les puedo perdonar los primeros 15 minutos de Up. Si los hubiese hecho yo, me matan. Pero no los harÃa nunca: es un golpe bajo detrás de otro. No se quedaron con golpe bajo por hacer. Y las pelÃculas de Dreamworks, en cambio, tienen más de farsa y de doble sentido. De todas maneras, no estoy fijándome si Metegol es más Dreamworks o más Pixar. Me equivocarÃa si pensara de esa manera. En Metegol hago lo que siempre hice: hacer la pelÃcula que me gustarÃa ver a mÃ.
âSus pelÃculas suelen dedicarles un rol protagónico a los sentimientos de los personajes, a partir de la sensibilidad de los actores. ¿Cómo trabajó ese aspecto con los dibujos animados? ¿Favorecen esa búsqueda permanente que signa su cine?
âEs la primera pelÃcula de animación que hago y vi muy poquito como para hacer una evaluación. Lo que me pasa a mÃ, a través de los resultados de otros, es que yo recibo el mismo poder emotivo de Woody en Toy Story que el que recibo de Tom Hanks en cualquiera de las pelÃculas que protagonizó. Lo que se modifica es el proceso que hace un director para lograrlo: mientras que con un actor hablo con él para que ponga su talento al servicio de una escena, en una pelÃcula de dibujos es el animador el que pone toda la expresión, la cara, los gestos. El nivel de actuación en el cine animado llegó a una impresionante sofisticación. El cine de animación no ite la mediocridad, tiene un standard de calidad muy alto.
â¿Y el cine nacional está en condiciones de satisfacer ese estándar?
âYo nunca compré la idea de que por ser nacional es bueno. Y en este género creo que ni siquiera se aplica. En el cine de actores, en cambio, hay un changüà que el público argentino le puede dar a la pelÃcula. No creo que ocurra lo mismo en el cine de animación. Además, el público objetivo de una pelÃcula animada son los chicos. Y a los chicos les interesa tres pepinos de dónde viene una pelÃcula. No tienen nacionalidad cinéfila, ni arrastran mochila alguna, ni buena ni mala. Si les gusta una peli, la ven; si no, cambian o se ponen a hacer otra cosa. Su reacción es genuina y a flor de piel.
Las nominaciones al Oscar de El hijo de la novia y de El secreto de sus ojos convirtieron a Camla en el primer cineasta argentino en competir en dos ocasiones por el premio que entrega la Academia de Cine y Artes Audiovisuales de Hollywood. Cuando recibió la estatuilla de las manos de Pedro Almodóvar y Quentin Tarantino a comienzos de año, la fantasÃa sobre las posibilidades que se le abrirÃan a futuro fueron infinitas. Sin embargo, el director señala que en lo personal el Oscar no lo cambió âen absolutamente nadaâ y que sigue haciendo las mismas cosas que antes.
â¿Y en lo profesional? ¿Sintió que en algún aspecto el Oscar tuvo algún tipo de influencia?
âEn lo concreto, el Oscar modificó la circulación de la pelÃcula como el dÃa y la noche. El secreto de sus ojos se vio en todo el mundo, con mucho éxito. El Oscar fue un gran disparador, porque no sólo provoca que los distribuidores la estrenen, sino también que el público la vaya a ver. Lograr que una pelÃcula argentina convoque espectadores en otros lugares no resulta sencillo. La promoción a nivel mundial que un Oscar le da a una pelÃcula no la da ningún otro premio, ni la combinación de distintos premios. En Francia, por ejemplo, casi llegó al medio millón de espectadores; en Estados Unidos fue la pelÃcula extranjera que mejor funcionó desde La vida de los otros.
âPero seguramente el premio incrementó las ofertas de trabajo.
âLo que varió es que recibà bastantes más ofertas para dirigir pelÃculas en el exterior, aunque no sé si provocadas por el Oscar en sÃ. Creo que lo que provoca el premio es que muchos productores y/o directores hayan visto la pelÃcula, y a partir de ella el resto de las que hice, y después me hayan tenido en cuenta para algún proyecto.
â¿Y aceptó alguna? No debe ser fácil decir que no a pelÃculas con presupuestos infinitamente superiores a las que puede filmar aquÃ.
âNo acepté ninguna. El único proyecto que hago en Estados Unidos, Heck, me lo propusieron antes del Oscar, a través de una compañÃa que me habÃa conocido por El hijo de la novia. Es una sensación rara: uno no entiende cómo tiene los cojones, o la impunidad, o el mal tino, de decirle no a Sam Raimi por teléfono.
â¿O sea que hasta el momento no pudo aprovechar las consecuencias positivas de haber obtenido un Oscar?
âNo, porque lamentablemente son proyectos muy grandes los que me ofrecen, pero que no terminan de cerrarme. El cine que me despertó las ganas de hacer cine ya no lo hacen más. El cine americano de los â70, las pelÃculas de Sidney Lumet, de Milos Forman, de Martin Scorsese... Ese cine no se hace más. La mayorÃa de las propuestas que recibo son guiones de acción, de superhéroes, que no me sale hacer en este momento.
âNi siquiera le interesa para jugar...
âMe encantarÃa hacer una buena pelÃcula de acción. Una que leà con mucho interés fue el reebook de Los cuatro fantásticos. Sé que a las anteriores no les fue muy bien y que es el primo tonto de la Marvel, pero a mà me encantaban cuando era chico. Hubiese sido divertido, pero el guión no me gustó. No tenÃa problemas con el género: un buen guión dentro de ese género, como Terminator, lo agarro saltando en una pata. Pero no fue el caso. En general, la calidad de los guiones que recibà era floja, o no satisfacÃa mis necesidades. Incluso, en algunos casos estaban abiertos a que trabajara en el guión, pero lamentablemente no tengo tiempo para ello.
âY en lo personal, ¿cómo lo afectó el Oscar?
âTodavÃa estoy dilucidándolo. Me hubiera gustado poder parar. No para disfrutarlo, sino para descansar y pensar el futuro. Todo El secreto de sus ojos fue tremendo, desde su comienzo de factura hasta el final. La promoción para el Oscar me agarró después de tres meses de mucho laburo, porque habÃa aceptado hacer tres capÃtulos de series al hilo, de Dr. House y La ley y el orden, con lo que se sumó un cansancio fÃsico importante. Necesito parar un poco el acelere con el que vengo desde hace un par de largos años para poder escribir el guión de la próxima pelÃcula. Escribir requiere de otra energÃa, uno necesita parar un poquito y tener tiempo improductivo: la cabeza tiene que pensar más profundo y más despacio. En las condiciones actuales se me dificulta la escritura. Cuando uno viene resolviendo cosas todo el tiempo como con Metegol y el resto de los proyectos, la cabeza funciona en un sistema muy diferente al que necesito para escribir.
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