No deja de ser sintomático que una pelÃcula que tiene todo el espÃritu de una road movie empiece con un auto que ni siquiera se puede poner en marcha. Se supone que Wendy (Michelle Williams, estupenda) y su cariñosa perra Lucy vienen viajando de lejos en su destartalado Honda Accord. Pero para cuando llegan a una ciudad como tantas del estado de Oregon, en su improbable viaje a Alaska, el coche una mañana se niega a seguir. El asunto es más grave de lo que parece, no sólo porque la reparación saldrÃa más cara de lo que vale el auto, sino porque ese auto es el hogar de Wendy y Lucy, su único refugio, el último madero al que parecen poder aferrarse. La plata también empieza a escasear y una idea malhadada de Wendy, que la lleva a pasar unas horas en la cárcel, implica que pierda a su querida Lucy. Su deambular en busca de Lucy por ese pueblo monótono, casi vacÃo, que parece salido de un mal sueño, expresará muy bien la soledad casi metafÃsica de Wendy.
A diferencia de lo que sucedÃa con el llamado Nuevo Cine Americano de los años â70, donde salir a la ruta implicaba conocer otros mundos y nuevos personajes, toda una realidad sucia y dura pero viva que Hollywood parecÃa haber escondido debajo de la alfombra, en Wendy & Lucy la protagonista ya casi no tiene con quién encontrarse. Salvo por ese veterano empleado de seguridad que se pasa doce horas por dÃa vigilando una playa de estacionamiento siempre desocupada (âEs mejor que mi trabajo anteriorâ, dice, con lo cual ya da una idea del estado de las cosas), Wendy prácticamente no tiene un verdadero diálogo con nadie. Los hippies con quienes al comienzo se cruza cerca de un playón de ferrocarril ây que ya vuelven vencidos de esa Alaska a la que Wendy pretende llegarâ son figuras del pasado, fantasmas de un cine con el que Kelly Reichardt sin duda se siente identificada pero que sabe que ha quedado definitivamente atrás.
Los largos de trenes de carga que abren y cierran Wendy & Lucy âuna imagen icónica de la idea de libertad y del viaje al margen del sistemaâ recuerdan a los de Pasajeros profesionales (1972), de Martin Scorsese, y a los de Esta tierra es mi tierra (1976), de Hal Ashby. La sombra de la Gran Depresión de los años â30 de la que daban cuenta estas pelÃculas está allÃ, a la vuelta de la esquina. Pero ahora ese mismo paisaje parece definitivamente vaciado de toda esperanza. Ya no hay otros desclasados con quien compartir el viaje. Ya no hay tampoco con quién enfrentarse. Como en una novela apocalÃptica (¿The Road, de Cormac McCarthy?) apenas queda el instinto de seguir adelante, de sobrevivir.
Una crónica de Wendy & Lucy no deberÃa dejar de consignar la precisión de los fugaces retratos que hace Reichardt de las pocas figuras que pasan por delante de su cámara: los dos fugaces planos mudos, por ejemplo, que le dedica al rostro de la compañera del guardia del estacionamiento parecen expresar el infinito cansancio de toda una vida. ¿Será asà Wendy en el futuro? No se sabe, pero en principio no está dispuesta a rendirse. Piensa llegar al final de ese camino que ella misma ha trazado en un mapa, cada vez más ajado. No queda claro qué busca ni qué la espera en la meta. Y quizá sea la última en intentarlo. Pero viendo la pelÃcula de Reichardt no se puede sino sentir que vale la pena seguir adelante.
8-WENDY & LUCY
(Estados Unidos/2008).
Dirección: Kelly Reichardt.
Guión: Kelly Reichardt y Jonathan Raymond.
FotografÃa: Sam Levy.
Música: Will Oldham.
Intérpretes: Michelle Williams, Will Patton, Will Oldham, John Robinson, Wally Dalton, Larry Fessenden, Brenna Beardsley, Ayana Berkshire, John Breen.
Estreno en dvd en pantalla ampliada en el cine Cosmos-UBA.
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