Ariel Rotter no sabe bien por qué, ni desde cuándo, está obsesionado con el tiempo, pero sà que hay algo de su naturaleza que hace que se le âescurra de las manosâ, tal como él mismo afirma. Y vaya si se le escurre: a fin de cuentas, filmó tres pelÃculas en quince años (una cada siete), y tardó cuatro décadas en convertir una historia familiar cargada de recuerdos y fantasmas en un relato atravesado por el peso del pasado. âDe algún modo estoy haciendo La luz incidente desde que tengo cinco años. Nunca me la pude sacar de la cabeza, intenté abandonarla muchas veces, pero a la mañana siempre aparecÃa en la almohada. Hay una creencia de que el director es alguien que decide todo durante todo el tiempo, pero para mà fue al revés: me sentà esclavo de lo que la pelÃcula ya eraâ, reflexiona el director ante Página/12 cuando recuerda los orÃgenes del film que se estrenará el próximo jueves. 685j6z
Exhibida por primera vez en el Festival de Toronto y vista también en los de Rotterdam y Mar del Plata, entre otros, La luz incidente es una historia sobre un duelo y un posible renacimiento que replica algunas circunstancias atravesadas por la madre de Rotter medio siglo atrás, cuando las muertes de su hermano y su marido en un accidente la obligaron a hacerse cargo de la crianza de sus dos bebitas y a ponerse âo al menos a intentarloâ al frente del mantenimiento de la casa. âNunca quise hacer una reconstrucción familiarâ, aclara el director de Sólo por hoy y El otro. Y vuelve atrás: âLa idea concreta surge a partir de un pequeño documental para âconsumo propioâ sobre los últimos dÃas de mi abuela. Ella estaba postrada en una cama, y tuve la necesidad de registrar algo de eso que se iba. Pasé muchas horas en el living de su casa y empecé a enterarme de detalles que nunca habÃa escuchado, porque mi vieja y mi tÃo estaban en medio de un proceso infernal de revisionismoâ.
Ese revisionismo le permitió correr el manto de silencio sobre lo ocurrido tiempo después de aquella fatÃdica jornada, cuando apareció un hombre soltero dispuesto no sólo a cortejar a la madre sino también a convertirse en la pieza capaz de ensamblar a esa familia resquebrajada. Entonces Rotter recordó aquellas tres fotos en blanco y negro que durante años miró a escondidas de los ojos mayores. âEran dos retratos de los que habÃan fallecido en el accidente, dos figuras sobre las que no se preguntaba pero con las cuales yo debÃa estar vinculado afectivamente, porque uno era el padre de mis hermanas y el otro mi tÃo, y un tercero de esa familia que duró nada pero que para mà era una prueba de que ellos habÃan estado juntos. Me resultó muy impresionante pensar lo joven que mi mamá (tenÃa veinte años menos que yo ahora), y me pregunté cómo hizo y cómo fue la llegada de ese tipo que de algún modo está muy vinculado conmigo porque soy hijo de esa relación. Siempre me flasheó cómo se mandaron a armar un proyecto familiar sin tener idea quiénes eranâ, afirma.
Filmada en un prÃstino blanco y negro (ver recuadro), La luz incidente es la respuesta ensayada por Rotter a esa inquietud, con Ãrica Rivas como la flamante viuda Luisa y Marcelo Subbioto en la piel del intransigente galán Ernesto. âQuerÃa ver en quiénes se convertÃan estos personajes en ese entorno, cómo se comportaban en esa época, cómo eran los paradigmas de bienestar de una familiaâ, afirma. Se entiende, entonces, que su tercer largometraje sea, además de la crónica de un duelo, el retrato de una época, los años 60, en la que las construcciones familiares estaban más atadas a la necesidad que a la convicción. Rotter retoma la palabra: âEra una generación que se enrollaba sin haber curtido antes, sin haber tanteado si la cosa funcionaba o no. Era un paradigma completamente distinto al actual. HabÃa toda una formalidad, una serie de cosas vinculadas no sólo con lo que está bien visto, sino con lo que se cree que es lo mejor. No es conveniencia, es la creencia de que esa familia tiene que armarse cuanto antesâ.
âEsa creencia se nota sobre todo en la forma patriarcal con la que se mueve Ernestoâ¦
âEs que Ernesto es un personaje que tampoco puede escapar a la época. Su paradigma de hombre realizado es una mujer con nenes y la foto familiar. No es un mal tipo, pero sà uno que no escucha. Hay algo muy actual en él, y es la cuestión de la ansiedad de esa gente que no puede percibir qué necesita la persona que tiene al lado. Ãl tiene las mejores intenciones del mundo, pero está mal, no puede darse cuenta que Luisa tiene que realizar un proceso previo.
â¿Por qué?
âPorque siempre tuve en el claro que era la energÃa que hacÃa avanzar la pelÃcula en medio del estado exasperante de ella, que la lleva a una pasividad que no le permite intervenir. Hubo una etapa anterior del guión que tenÃa dos partes: una vinculada al accidente y al pasado, y otra en la que aparecÃa el candidato. Pero decidà cambiar un par de meses antes de filmar para que pase todo a la vez, entonces Luisa queda en un doble movimiento tratando de ver si esa relación puede prosperar mientras hace a las apuradas el duelo que no hizo. Está tironeada entre dos mundos. Ãrica en su momento me preguntaba: â¿Qué hago? ¿Me quedo quieta?â. Y yo le decÃa que sÃ, pero sólo en lo que tiene que ver con sus acciones, porque adentro, en cambio, sà hay movimiento.
â¿Cómo trabajó con ella esas marcaciones?
âYo escribà con Ãrica en la cabeza. Pensé el guión como una suerte de âislasâ sueltas porque eran tantas las referencias personales⦠EscribÃa escenas en su mayorÃa cómicas como para sacarlas lo más posible de la palangana personal en la que estaban inmersas. Me imponÃa distintos tipos de ejercicios para tratar de salir de los cuadros de los antepasados colgados en la pared. En total fueron unas 180 âislasâ, de las que terminaron quedando 40 ó 45. No conocÃa personalmente a Ãrica, pero veÃa algo muy atractivo en ella, un estado medio corrido de su eje, alterada, pero que siempre trataba de estar calma y relajada; es como un hornito que está siempre a punto de explotarâ¦
âEn Por tu culpa ella se mostraba asÃâ¦
âSÃ, es un registro si se quiere cercano a Por tu culpa, que es una pelÃcula que me gusta mucho. Fue un desafÃo porque es una actriz que también es autora. TenÃa sus propias ideas sobre lo que su personaje era y lo que no. Cuando llegó el momento de los ensayos me encontré con que su estado emocional era un poco más perceptible desde el exterior de lo que pensaba, y entonces tuvimos que lograr que ella deshiciera un camino recorrido y que confÃe en que, con paciencia, esa âno exteriorizaciónâ iba a terminar de expresarse. Para mÃ, tanto acá como en El otro se trata de que el público decida qué le está pasando al personaje. Me gustan las pelÃculas que se terminan de armar adentro del espectador, no me gusta que me lo expliquen, no me interesa.
â¿Se planteó alguna directiva para filmar un duelo?
âTenÃa un par de elementos estructurales al respecto. Por un lado, ella es madre de dos nenas, y cualquiera que tiene hijos sabe que no existe el silencio ni la pausa salvo cuando se duermen. Entonces todas las escenas empezaban a las tres de la tarde o a las dos de la mañana, que es cuando las bebas ya se habÃan dormido y yo sentÃa que la soledad podrÃa aflorar. Por otro lado, para mà era una pelÃcula de fantasmasâ¦.
â¿En qué sentido?
âEn el sentido de que la ausencia del padre tiene una presencia infernal. De hecho, en esas 180 escenas que fueron la génesis, habÃa por lo menos treinta en las que este fantasma era visible. Después no dio, porque era un registro que llevaba la pelÃcula a otro lado y planteaba otro verosÃmil que estaba buenÃsimo pero por el que no me interesaba ir. Por eso me propuse filmar todo lo relativo al duelo como si el padre estuviera de algún modo presente, observando: cuando ella está en el sillón, para mà él siempre estaba en el de al lado.
âEl personaje de Julio Chávez en El otro estaba condicionado por la enfermedad terminal de su padre, y acá el duelo es la idea rectora del relato. ¿Le interesa la muerte como elemento dramático?
âMentirÃa si dijera que no. Me obsesiona el tiempo, el tiempo que tenemos. Eso estaba muy presente en mi cortos e incluso en Sólo por hoy, que si bien era una pelÃcula más generacional, se hablaba del qué hacemos con nuestro tiempo. Más que un universo de interés, es un estigma tiene que ver con elementos personales de pérdidas tempranas y muchas cosas que han sucedido que hacen que me tire por ese lado. Ahora estoy escribiendo un proyecto, y también tiene la cuestión del tiempo que se termina.
âAntes dijo que Luisa y Marcelo no saben quién es el otro. ¿Por eso decidió dejar fuera de campo la intimidad fÃsica entre ellos?
âAhà también hay una cosa muy vinculada a la época: qué pasos se daban y cuándo. Primero tenÃa que cerrar la idea. Hoy, en cambio, te movés por la piel y después ves. Es loco pensar que no fue hace tanto y que muchÃsimos matrimonios se consumaron sin una noche juntos antes. Acá hay un momento de intimidad en el que elijo quedarme del otro lado de la puerta porque nunca sentà que la pelÃcula pasara por ese lado. Además, mi falta de distancia y las referencias personales me llevaban a que, si habÃa algo que no querÃa imaginar, era justamente esa parte. Para mà era todo mucho más Ãntimo que una cuestión fÃsica, habÃa algo más pudoroso y fuerte de sentir⦠Creo que quien ve la pelÃcula me conoce de una forma mucho más cabal, y eso me hace sentir mucho más expuesto. Aunque sea de forma indirecta, está conociendo parte de la historia de mi vida y de mi familia. Hay un âfactor pudorâ con el que tuve que luchar un montón.
âEn una entrevista con este diario definió a El otro como una âpelÃcula masculinaâ. ¿PodrÃa decirse que La luz incidente es una âpelÃcula femeninaâ?
âMe habÃa propuesto indagar en el universo femenino pensando que serÃa distinto. Cuando hice El otro me sentÃa más habilitado a escribir y habitar al personaje de Julio Chávez, y acá el desafÃo era hacerlo con uno femenino. Al principio pensaba que habÃa algo relacionado con la sensibilidad femenina y otra con la masculina, pero al final no. Quizás algunos detalles o marcaciones muy particulares que hacÃa o cuestiones que Ãrica me marcaba porque no resultaban muy orgánicas. QuerÃa meterme en un mundo femenino, pero termine sintiendo que no sé si existe tal cosa.
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