âEn un punto fue como jugar con los Calquitosâ, dicen Norman Ruiz y Liliana Romero, mientras muestran una cantidad de dibujos al óleo en hoja canson. Aunque parezca increÃble después de ver la pelÃcula, este detrás de escena tiene menos que ver con la sofisticación técnica que con el ingenio criollo. Claro que éste fue apenas uno de los capÃtulos de la realización de MartÃn Fierro, la pelÃcula, recién estrenada, que demandó dos años de trabajo. El punto de partida no apareció, como suele decirse, dado: tuvieron que tomar un texto vuelto emblema de nacionalidad, continuar un trabajo que empezó Roberto Fontanarrosa y cumplir con lo que imaginó el rosarino: una pelÃcula animada para grandes y chicos, âde acción y de aventurasâ. Con esas coordenadas, MartÃn Fierro se ve hoy en el cine como un héroe de aventuras trágico y con una bellÃsima forma animada. 114v2g
La pelÃcula se centra en la primera parte del poema de Hernández, la que denuncia la persecución del gaucho con la Ley de Vagos y Malentretenidos de Sarmiento como herramienta, reclutado y llevado a la lÃnea de fortines para luchar contra los indios. En este contexto, señala el guionista MartÃn Méndez, Fierro es un personaje trágico, llevado por las circunstancias. Claro que el texto de Hernández no es polÃticamente correcto en la forma moderna en que puede ser analizado hoy (una operación inútil, además de incorrecta). Este héroe desprecia al indio, se emborracha y mata a un negro. Y el cine argentino ya lo ha ridiculizado al mostrarlo hermanado con aquellos que desprecia. Asà que los autores tuvieron que seguir âun camino plagado de obstáculosâ en la construcción de un personaje que no es lineal, pero que, héroe al fin, reclama la identificación del público. Al trabajo inicial de Fontanarrosa y Horacio Grinberg, se sumó la adaptación de MartÃn Méndez y Enrique Cortés.
Más allá de las licencias necesarias para la trama (como hacer más âfamilieroâ al gaucho, por ejemplo), hubo un trabajo de investigación histórica previo, que incluyó viajes a la localidad de Navarro para la reconstrucción de un fortÃn, por ejemplo, y la asesorÃa de un historiador. Y en el sonido, a cargo de Mauro Lázaro, registros de campo (en este caso, de un campo literal, situado en Saladillo) que, cuenta el músico, terminaron cambiando algunas de las ideas sonoras previas. La música, que incluye zamba, chacarera y algo de rock pesado, incluyó la grabación de las cuerdas con la Orquesta Sinfónica de Bratislava... en Bratislava. No fue una búsqueda de sofisticación: aunque parezca increÃble, ir a grabar allà resulta mucho más accesible y económico que reunir músicos sinfónicos con capacidad para la tarea en un estudio de la Argentina.
Si la estética general del film, con el trazo inconfundible de Fontanarrosa en cada personaje, remite al animé, lo de los Calquitos tiene que ver con la forma en que se resolvió uno de los tantos desafÃos del film: cómo dotar de color a los dibujos. Los fondos se trabajaron con una técnica infrecuente, como escenarios con textura propia, que son ni más ni menos que esta serie de hojas canson que se esparcen por el estudio. Durante ocho meses se pintaron cielos, pastos, piedras, botellas, ramitas, un mundo de utilerÃa que después se dividió en locaciones computarizadas: fuerte, pueblo, rancho... âHay hasta detalles de chorizos comidos o moscas muertas, fue ir armando collagesâ, se entusiasma Ruiz.
Página/12 reunió a los directores, el guionista y el responsable del sonido, a partir de una primera pregunta: ¿cómo asumieron el desafÃo de adaptar el MartÃn Fierro, después de tantos intentos fallidos del cine nacional, y encima con dibujitos? âLa mochila no fueron las experiencias anteriores, sino los nombres que se barajaron en el papel: Fontanarrosa y Hernándezâ, asegura Liliana Romero. âPero hay un punto en que es necesario desmitificar y atreverse, de lo contrario las obras literarias se vuelven intocables y eso paraliza. En realidad, el MartÃn Fierro no fue pensado como un sÃmbolo, Hernández lo publicó en fascÃculos que se vendÃan en almacenes y se leÃan en pulperÃas, era muy popular...â
âPero convengamos en que, de Lugones y Rojas en adelante, se volvió emblema.
Norman Ruiz: âJustamente por eso decidimos tomar un camino distinto, contar una aventura. Para lograrlo, por ejemplo, nos apartamos del verso, sólo aparecen unos pocos que están puestos para apuntalar, y no para explicar. Ese es un mérito del guión.
MartÃn Méndez: âQuisimos mostrar a un gaucho que es un héroe trágico, una especie de mártir. No es un tipo que se sube a una aventura, es expulsado y llevado por una travesÃa que no elige. Y que lo transforma.
â¿Cómo trabajaron la reconstrucción histórica?
Liliana Romero: âTrabajamos con el historiador Claudio Chávez para reproducir la época, mostrar por ejemplo que habÃa una cosa muy rústica, que se sentaban en el piso, las mujeres tomaban ginebra, los ranchos no tenÃan muebles... Cuidamos todos los detalles: cómo usaban las botas con los pies afuera, cómo eran los estribos, cómo comÃan, sin cubiertos, cómo era la pulperÃa, el fortÃn...
Mauro Lázaro: âY el sonido se hizo con el mismo criterio de realismo. El ochenta por ciento de los sonidos los tomé en un campo de Saladillo. Claudio Molfino, un baqueano, ayudó a sacar todos los relinchos de los caballos, hasta la reconstrucción de las boleadoras, o el ladrido del perro muerto de hambre, como sin estómago. Para la escena en que Fierro vuelve a su rancho y encuentra que es una tapera, tenÃa pensando hacer música. Pero fui a una tapera, me metà con el micrófono y dije uau, asà tiene que sonar. HabÃa muchas moscas, todo crujÃa, era un sonido desolador, que era lo que querÃa marcar.
Una perla de pelÃcula es el cameo de Fontanarrosa, que dio un âsà silenciosoâ cuando le pidieron permiso para incluirlo. Aparece apodado en la barra de la pulperÃa, tomando una ginebra y vistiendo bombachas con los colores de Rosario Central. Son apenas unos segundos, que alcanzan para despertar exclamaciones en la platea en las proyecciones. En todas las pelÃculas, el público toma partido por sus héroes.
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