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En 1991, en una reseña de un libro sobre hipertextos para la revista Artforum, Brian Eno escribió: âPodrÃa decirse que la curadurÃa es el nuevo gran trabajo de nuestros tiempos: es la tarea de reevaluar, filtrar, digerir y conectar, todo a la vez. En una época saturada de artefactos nuevos e información, el curador, el hacedor de conexiones es, quizás, el nuevo narrador de historias, el meta-autorâ. Casi un cuarto de siglo después, esas palabras resuenan con una actualidad pasmosa. Quizá porque Eno siempre fue un visionario. Quizá porque en esa inquietud y efervescencia que opera sobre el mundo del arte, el trabajo del curador se fue haciendo cada vez más visible. Se curan exposiciones de artes visuales en museos, galerÃas de arte, ferias y bienales, sÃ. Pero el verbo âcurarâ se escucha cada vez más a menudo, relacionado, inclusive, con prácticas que no tienen conexión con el campo artÃstico. En los últimos años en la Argentina, la curadurÃa fue adquiriendo cada vez mayor autonomÃa, se separó de sus âprimasâ âla crÃtica y la Historia del Arteâ y se estableció como espacio independiente. El correlato institucional fue la creación de una carrera de grado en una universidad pública: en 2014, el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA) estrenó la Licenciatura en CuradurÃa en Artes (ver aparte). ¿En qué consiste la actividad del curador? ¿Cómo se relaciona con el público? ¿Y con los artistas? ¿El trabajo del curador es obra? ¿Se puede curar cualquier cosa? AquÃ, un grupo de jóvenes curadores ensaya algunas respuestas a estas preguntas.
âLa curadurÃa es pensar muy concretamente cuáles son los dispositivos y los espacios de exhibición existentes y generar algún tipo de movimiento, operación o jugada que permita introducir algo distinto. Se puede pensar cómo generar un itinerario particular de producciones artÃsticas y culturales con el objetivo de producir, o dar a ver lecturas distintas pero concretas para un aquà y ahora especÃfico. Activarlas para darles una legibilidad que uno considere interesante en el presente en que se esté trabajandoâ, define Federico Baeza. Este licenciado en Artes, docente e investigador fue el ganador de la última edición del Programa Jóvenes Curadores con el proyecto curatorial El fin del arte, una pieza teatral de Rafael Spregelburd que formó parte de arteBA 2014. Para él, curar arte también consiste en âjugar con los dispositivos de los espacios de exhibición para generar un movimiento interesante que amplÃe sus posibilidadesâ. En ese sentido, el museo y sus salas se abren como nuevos desafÃos que plantean lÃmites expandibles: lugares hacia donde dirigir la energÃa para encontrar nuevos caminos.
Javier Villa curó Habitat Sequences/Secuencias de un hábitat, instalaciones de Gabriel Lesteren que se exhiben en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (San Juan 350) hasta el 24 de noviembre: una serie de salas de estar fragmentadas y suspendidas en un infinito negro en el que las luces se encienden en un loop y van focalizando diferentes zonas que alternan iluminación, semipenumbra y total oscuridad. En su opinión, la curadurÃa se trata de proponer puntos de vista: âEs comunicación, diálogo, orden en el espacio. El espacio es el eje. Eso crea una estructura y un discurso particular alrededor. Construir una experiencia fÃsica y perceptiva que no se suele tener en la vida cotidianaâ. Para ello, sostiene que es fundamental avanzar y descontracturar la experiencia estética, sacudirla de la tradicional propuesta del museo como actividad pasiva de contemplación: âHay una cuestión muy clara en nuestra contemporaneidad y es que la percepción del tiempo es completamente distinta. Hoy en dÃa, entrar en un museo y ver cuadro tras cuadro, de manera lineal, sobre las paredes, no apela a nadie. No apela a un sujeto hiperconectado, a un mundo en el que el tiempo se convirtió en una cuestión de simultaneidad. Entonces, si no cambiás las formas de tener una experiencia con la obra de arte, la gente va a seguir prefiriendo mirar la tele antes que venir al museo porque le estás hablando con un lenguaje que ya está caducoâ, asegura.
âPensar las producciones de hoy atravesadas por la historia. No pensar que esa obra surge de un contexto especÃfico de producción, sino que es atravesada por un pasado enorme y un montón de imágenes que circulan muchas veces inconscientemente, desde la memoria. El curador piensa a través de las obrasâ, define Santiago Villanueva, curador de Bellos jueves, actividad que se realiza los últimos jueves del mes en el Museo Nacional de Bellas Artes (Libertador 1473), en la que la propuesta es justamente esa: trabajar con producciones jóvenes y ponerlas en relación con las tradicionales salas, encontrar nuevas maneras de ver (y de pensar) a partir de la intervención de las colecciones del museo.
Mariana Reyes Franco es la directora de La Ene âNuevo Museo EnergÃa de Arte Contemporáneoâ, que funciona en la GalerÃa Patio del Liceo (Santa Fe 2729), un espacio crÃtico que se propone como alternativa desde donde reflexionar acerca del arte en la actualidad. Para ella, un curador es un mediador que opera en diversas direcciones. Entre el artista y el público y entre el artista y el medio: âSomos los encargados de que las cosas fluyan, que sucedan sin tergiversar intenciones ni claudicar posiciones polÃticas, personales y éticasâ.
Mediadores. Articuladores. Organizadores. Los curadores se erigen como un link necesario entre los artistas y las instituciones. Pero, ¿qué pasa con el público? ¿Cómo es la relación? ¿Qué tipo de espectador es el destinatario de estas maneras de pensar, ordenar, actualizar, trascender las producciones artÃsticas contemporáneas?
Acercar la obra a un público más masivo sin dejar de complejizarla es el eje en el que están todos de acuerdo. âEn los últimos diez años, el público que viene a ver artes visuales se amplió de manera fenomenal. En ese sentido, sà creo que la función del curador es encontrar la manera de darles la palabra a esos nuevos públicos que están apareciendo. Hay cierta instancia pedagógica, siempre y cuando se entienda que, para mÃ, la pedagogÃa no es una transmisión unilateral hacia alguien que no sabe. Para mÃ, es dar a ver caminos. No me gusta ahorrarle al público ese momento, está bueno que tenga esa experiencia. Y después, que entre, que compare con lo que tiene a mano, con lo que le es próximoâ, sostiene Baeza. En ese mismo sentido, Villanueva opina que abordar las obras de manera compleja no implica separarlas del público, sino todo lo contrario: âMe parece que ése es el lugar desde el que debe acercarse a una obra, desde la complejidad, y no tratando de simplificar capas para que el público que podemos considerar diverso llegue a entender. La simplificación de las obras es algo que no funciona como un acercamientoâ.
Villa apela a construir un diálogo diferente con los visitantes del museo: âEl eje está en encontrar un equilibrio: que el museo pueda hablarle a la escena y también al público general. Apelamos a un público más masivo sin subestimarlo. Hay que salir a batallar desde la producción de imagen, la producción de cultura. Me parece que está bien salir a atraer a la mayor cantidad de gente posible, tratar de que éste sea un lugar de pensamiento, de goce, abrirlo realmente. No hace falta bajar niveles. Podés hacer grandes proyectos que tienen gran solvencia conceptual y que tienen una efectividad tanto fÃsica como emocional, sensorial, netaâ.
El âaquà y ahoraâ de cada proyecto es la materia prima principal del trabajo curatorial, lo que define la práctica. Ese orden elegido, esa selección de dispositivos, luces, espacios y vacÃos constituye una experiencia que distingue a cada una de las demás. Pero, ¿puede considerarse obra al relato propuesto en una exhibición? Queda claro que el curador no es una persona que simplemente selecciona y ordena. Pero, ¿dónde está el lÃmite con la obra? ¿Existe un lÃmite? Es una vieja discusión, un debate que se va transformando en la misma medida en que las fronteras entre los lenguajes se van desdibujando. Santiago Villanueva responde a esta pregunta desde su lugar de historiador del arte y de artista con un taxativo ânoâ. âEl curador tiene otro tipo de formación y otro tipo de intenciones: si considerara su trabajo obra, harÃa que se mezclen dos instancias que, para mÃ, no corresponden.â Aunque no parece estar muy de acuerdo con la idea del curador-artista, Reyes Franco matiza: âHay curadores que, dependiendo del tipo de proyecto en el que estén trabajando, lo hacen casi artÃsticamente. No tengo una posición en contra de eso ni pienso que sea una herejÃaâ.
âLa obra siempre es un acontecimiento, un fenómeno que es interesante que se mantenga abierto a las múltiples lecturasâ, señala Baeza. âEntre cómo la pensó el artista y cómo el curador lo propuso para ser leÃdo hay siempre una tensión, un conflicto, una puja. El curador actúa en un plazo más corto y las obras de arte a veces pueden trascender el ámbito de una curadurÃa y ser releÃdas por otros investigadores, otros curadores, otras instituciones. Las obras se mantienen abiertas y siempre son interpeladas por un momento presente. No creo en intenciones originales que pervivan en el tiempo, creo que hay un umbral del presente que las actualiza, que las pone en una trama de debates que siempre es contemporáneaâ. Villa entiende al trabajo curatorial como una producción de sentido. Desde ese lugar, y sin atreverse a llamarlo âobraâ, advierte el costado autoral como una parte importante de la práctica del curador. âSi no hubiera cierta pretensión autoral, no sé si habrÃa algún avance, alguna búsqueda. Cierta irreverencia. Tiene que existir un balanceâ, arriesga.
Asà como el arte se expande, se expanden sus términos. En los últimos años, la palabra âcuradorâ empezó a ser utilizada más allá de las artes visuales. Más allá de las artes en general. ¿A qué responde este fenómeno? ¿Se puede curar cualquier cosa? En artes escénicas, la curadurÃa opera de manera similar aunque con reglas propias del lenguaje (ver aparte). Pero también se âcuranâ festivales de música, ciclos de cine, ediciones de libros, sitios web... y hasta tuits. âAhora se puso un poco de moda el término. Al considerar esas prácticas como curadurÃas se está reduciendo demasiado la tarea del curador a la selección. Nosotros también investigamos, escribimos y gestionamosâ, aclara Reyes Franco.
En un campo cultural cada vez más complejo ante la aparición de nuevos públicos y nuevas instituciones con nuevos objetivos, se gestan nuevas problemáticas acerca de cómo comunicar o construir. Baeza opina que el curador intenta tener en cuenta todos esos factores juntos a partir de un bagaje muy heterogéneo de saberes. Su función es vertebrar todas esas variables para que la propuesta tenga la mayor potencia posible. En ese sentido, opina que sÃ, que es posible curar cualquier cosa. Habrá que preguntarse qué es lo que vale la pena.
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