Cuando Björk apareció en la música urbana, las ârâ dejaron de ser sólo letras para convertirse en un tremendo instrumento de sentido. En âHuman Behaviourâ, la apertura de Debut, la islandesa apenas parecÃa cantarlas como aspiradas cada vez que repetÃa el tÃtulo de la canción, tal vez su suspiro por la condición humana. En âThunderboltâ, de Biophilia, al versar sobre âcraving miraclesâ las rumiaba tanto que esas ârâ reforzaban lo irrenunciable de esos ansiados milagros. Ahora, en âStonemilkerâ, apertura del flamante Vulnicura, pide ârespeto emocionalâ con dulzura, pero sus ârâ se van retorciendo en esos casi siete minutos sin respuesta, hasta volverse geisers de hastÃo e impotencia. Es la medianera en la que una relación se va al carajo. La suya, por ejemplo. 2o3g2y
â¿Quién está abierto de pecho y quién ha coagulado, quién puede compartir y quién clausuró las posibilidades?â, canta ahÃ. Es una literal cirugÃa a cielo abierto por la imposición de no cirujear ni cariño ni respeto. âTal vez él salga de ésta, tal vez no. De algún modo, no me preocupa muchoâ, refuerza en âLionsongâ. âTe despierto de noche sintiendo que es nuestra última vez juntosâ, dice en âHistory of Touchesâ, donde habla de âcada cogida compartidaâ con un trasfondo tan desgarrador que lo hace arder todo.
Los inmersivos y de a ratos asfixiantes diez minutos de âBlack Lakeâ son la devastación misma, pero hay pocas canciones de ruptura más tremendas que âFamilyâ: â¿Hay algún lugar donde pueda dar el pésame por la muerte de mi familia? Están la madre y el hijo, y después el padre y el hijo, pero ningún hombre ni mujer, ningún triángulo amorosoâ. En este momento el disco hace implosión y se produce una lluvia de cristales con decenas de heridos, pero sin analgésicos: âNo me quites el dolor, es mi oportunidad de curarmeâ.
Nada de âBig Time Sensualityâ ni de âDeclare Independenceâ: Björk tiene 49 años, el corazón partido, la familia que habÃa formado con el escultor y videorrealizador Matthew Barney deshilvanada y la voz aquejada luego de que se le descubrieran nódulos en la garganta, en abril de 2012. Por esto, de hecho, debió cancelar parte de sus presentaciones en Argentina para mostrar Biophilia, soberbio proyecto conciliador de música, tecnologÃa y biologÃa. En ese disco fue a las bases universales y en el átomo primordial encontró el amor. Pero al volver a casa, ya no estaba ahÃ. Y bien, historia cantada ahora en Vulnicura, de flamante aparición en digital para iTunes y por ahÃ.
Este álbum, inmediatamente afectado a la ruptura no sólo por su contexto noticioso, sino por su literalidad, precisó entonces de otra entretela. Las percusiones tecno rotas y los sintetizadores explotados dieron aire a cuerdas dañinas, tubos que succionan y coros de lamento y horror. Quizá no haya registros nuevo ni recovecos inéditos aquÃ, pero claramente Vulnicura no serÃa ni el lugar ni el momento de innovar en otra cosa que en su vida.
Ningún disco de Björk es liviano, pero éste no se acerca ni a lo amable. Es de una presencia imponente, la música es incidental pero igualmente notable y tal vez su prosa se revuelque permanentemente en el plano concreto de puertas adentro, pero aun asà es un disco fascinante que mantiene a la obra de Björk inasible. Porque es una obra artÃstica sufrida en Ãndices inauditos, pero no es para sufrir. Por su manera de cantar, que hace que parezca que inventa melodÃas en el aire y por capricho. Y por su modo de detenerse ante cada molécula de lo cotidiano, de disolver sus compuestos e integrarlos en una poesÃa viva que habla de cogidas como de yuxtaposiciones, siempre encarando las ârâ como se le dé la gana, aunque no se le dé la gana.
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