â¿Cómo conoció a Cortázar? 1o4k59
âEn los primeros años de la década del â70, estando en la orquesta de Osvaldo Pugliese, habÃamos formado con Binelli el Quinteto Guardia Nueva. Grabamos un disco y cuando salió, uno de los pocos que lo promocionaban era Hugo Guerrero Marthineitz, a través de su programa El show del minuto. Un buen dÃa Cortázar estuvo de visita por Buenos Aires, y el peruano lo invitó. Recuerdo que estuvo varias horas en el programa, y oh sorpresa, difundieron un tema del Quinteto, que Cortázar escuchó. Luego preguntó quiénes éramos, el peruano le contó nuestra historia, y en ese momento sonó el teléfono de casa mientras yo escuchaba la emisión, y me dijo: âVenite rápido asà te presento a Cortázar, que se convirtió en un hincha de ustedesâ. Sin poder creerlo, me fui a Radio Belgrano, y lo conocà personalmente. Creo que no dormà por una semana.
La relación continuó en 1977, cuando Mosalini migró a ParÃs. Allà formó el grupo Tiempo Argentino junto a otros que estaban en su misma situación (Gustavo Beytelmann, Enzo Gieco y Tomas Gubitsch) y la primera presentación fue en un café concert de ParÃs. â¿Quién estaba? Cortázar âvuelve a sorprenderseâ. El lugar era pequeño y el flaco sobresalÃa fácilmente entre el público... sudé la camiseta como nunca, y sólo toqué para él. El disco aún no habÃa salido a la venta y estábamos buscando a alguien que le hiciera el prólogo, asà que nos animamos y le hicimos la propuesta.â La pluma de Julio se encendió. Ya no era la misma, genial pero prejuiciosa, que habÃa desacreditado al primer peronismo, y la intro a âTiempo Argentinoâ fue certera: âCuando el horror obliga a los hombres a abandonar su paÃs, la poesÃa y la música parten con ellos (...) Lo que aquà se canta contiene la denuncia y el repudio de la opresión que padece nuestro paÃs, y esa manera de entender y de servirse del tango lo transforma y lo proyecta a nuevas sendas. Detrás invariable y fiel, el ritmo de Buenos Aires late como un corazón que nada ni nadie podrá cambiar, porque su nombre es puebloâ.
âTango y resistencia...
â(Risas) SÃ, pero además él venÃa bastante seguido a mi casa porque le gustaba cómo cocinaba Violeta, mi mujer. Una noche de invierno vino a cenar, y como casi siempre yo tenÃa la sensación de dar un examen, temÃa cometer errores o repetirme en la manera de armar mis frases. Cuando lo llevé a su casa me dijo: âParate en la esquina y fumemos un puchoâ. Su primer comentario fue: âMirá, Juan, nuestros encuentros son un desperdicio. Yo sé que vos hacés un esfuerzo cuando tomás la palabra, pero no te olvides de algo: yo te necesito como sos: tocando el bandoneón, hablando de tu niñez, de las minas, o de lo que se te antoje. Caso contrario me romperÃas enormemente las pelotas si seguÃs en esa tónica: ahora arrancá y llevame a casaâ.
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