Cualquier revista técnica de hoy nos dirá que âcibernéticaâ es apenas el nombre que se le daba antiguamente a la informática o, como prefieren algunos, a las Ciencias del Computador. Sin embargo, la misma revista pasará de inmediato a hablar de ese âciberespacioâ que inventó el novelista William Gibson pensando precisamente en la cibernética. 4p6a60
La explicación podrá ser válida para el público nerd, que lo que más teme es parecer anticuado, pero está lejos de ser la mejor. La cibernética, tal como la concibieron sus fundadores, John von Neumann y Norbert Wiener, era una ciencia mucho más ambiciosa, que pretendÃa extender sus dominios hasta el mundo de la biologÃa, la psicologÃa, la antropologÃa y la polÃtica.
Hace cincuenta años, Wiener la definió como âla ciencia del control, en la interacción de hombres, animales y máquinasâ. Tampoco dejó de anticipar las revoluciones tecnológicas que protagonizarÃa la cibernética durante el resto del siglo y están lejos de haber concluido.
El nacimiento de la cibernética se puede remontar a un ciclo de seminarios interdisciplinarios que tuvieron lugar en Nueva York entre 1946 y 1953, organizadOs por la Fundación Macy. Fue una ocasión histórica, en la cual se convocó a una cantidad de nombres notables de la ciencia, de esos de los que todavÃa se habla.
El temario de los seminarios fue creciendo y ramificándose a medida que se sucedÃan los encuentros y se incorporaban nuevos invitados. Pocas veces se llegó a reunir tal masa crÃtica de inteligencia con un provecho tan grande, y se dirÃa que aún seguimos disfrutando de aquella inversión.
Sin embargo, con el andar del tiempo, las carreras de los hombres que convocaron las Conferencias Macy (Von Neumann, Wiener y Bateson) se hicieron radicalmente divergentes. De algún modo llegaron a reflejar buena parte del espectro ideológico del siglo XX.
La necesidad de sacar a los especialistas de su encierro para hacerlos interactuar con los expertos de otras disciplinas comenzaba a hacerse sentir en 1942. Encontró su expresión en un seminario que convocaron los matemáticos John von Neumann y Norbert Wiener junto con los antropólogos Gregory Bateson y Margaret Mead. El tema original era algo insólito (la âinhibición cerebralâ) y se referÃa a la hipnosis.
Pasaron los años de la guerra, durante la cual fueron movilizados Wiener y Von Neumann. En 1946, el británico Bateson volvió a intentar otra convocatoria, contando ahora con el subsidio de la Fundación Josiah Macy, una entidad médico-filantrópica que estaba dispuesta a financiarla.
Bateson, que siempre habÃa tenido una gama muy amplia de intereses, se habÃa sentido atraÃdo por los trabajos de los neurofisiólogos MacCulloch y Rosenblueth tanto como por las posibilidades que abrÃan las primeras computadoras.
Fue él quien colaboró con Warren MacCulloch en marzo de 1946 para confeccionar la lista de invitados. Lograron reunir a 22 cientÃficos en actividad, que intercambiaron ideas durante dos dÃas en el hotel Beekman de Nueva York. No se habló de ânuevo paradigmaâ, porque la palabra aún no se usaba. Estábamos a casi dos décadas antes de K (antes de Kuhn, obviamente). Pero ésa era la idea que estaba comenzando a circular.
La lista de los cientÃficos invitados era impresionante. Aparte de las ciencias sociales, que estaban representadas por Bateson y Mead, la ingenierÃa y la matemática aplicada contaban con Wiener y Von Neumann y la fisiologÃa con Rosenblueth, Lorente y Gerard.
También hubo ingenieros, fÃsicos, psiquiatras, sociólogos y antropólogos. Estuvieron presentes el filósofo F. S. C. Northrop y el psicólogo gestáltico Kurt Lewin. Fueron invitados, aunque por distintas razones terminaron por no concurrir, el matemático Gödel, el economista Oskar Morgenstern y el historiador de la ciencia Giorgio de Santillana.
La convocatoria de 1946 invitaba a participar de una âConferencia para los Mecanismos Circulares Causales y de Retroalimentación en los sistemas biológicos y socialesâ. El concepto de Retroalimentación () que hoy hasta los polÃticos se han acostumbrado a usar para asimilar el impacto de las encuestas comenzaba a imponerse.
Las sesiones fueron tan informales como para abrir un gran espacio a la creatividad. El austrÃaco Heinz von Foerster fue invitado por MacCulloch a raÃz de un artÃculo que habÃa escrito sobre las bases moleculares de la memoria. Recién llegado, tuvo que exponer en inglés, para lo cual contaba apenas con un vocabulario tarzanesco. Para que aprendiera el idioma, lo nombraron secretario, y cualquiera dirÃa que su desempeño fue excelente.
En los seminarios, Von Neumann disertaba como un profesor dueño de su cátedra. En cambio, Wiener solÃa dormirse a menudo, emitiendo sonoros ronquidos. Pero bastaba que alguien mencionara alguno de sus temas favoritos para que despertara instantáneamente, tomara la tiza y comenzara a hablar como si nada.
En 1947 y 1948 se realizaron otros dos encuentros cada año, con la misma consigna. Pero a partir de la publicación del libro Cybernetics (1948) ,de Wiener, las cosas cambiaron. A partir de 1949 los seminarios pasaron a ostentar en el tÃtulo la palabra cibernética. Wiener la habÃa tomado de Platón, quien la habÃa usado para la polÃtica. Si el Estado era un barco, decÃa Platón que al Ejecutivo le correspondÃa ejercer el âarte del timonelâ (kybernetes), basado en la prudencia y el realismo.
Bateson solÃa decir que los dos acontecimientos fundamentales del siglo XX habÃan sido el Tratado de Versalles, que engendró la Segunda Guerra Mundial, y la creación de la cibernética. El tiempo parecerÃa haberle dado la razón.
El grupo de Macy intentó una revisión de las ciencias, incluyendo las biológicas y las sociales, a partir de una lógica informática que todavÃa estaba por hacerse. Se discutieron todas las tendencias que entonces parecÃan prometer un nuevo paradigma: la TeorÃa General de Sistemas de Von Bertalanffy, la Semántica General de Korzybski y los modelos topológicos que proponÃa Kurt Lewin para la psicologÃa.
El concepto de âhomeostasisâ (un circuito de realimentación que habÃa propuesto el fisiólogo Cannon) fue tema de discusión de los seminarios tanto como las ecuaciones del meteorólogo Richardson sobre la carrera armamentista. El resultado fue una fecundación cruzada que dejó sus huellas en casi todos los campos de la ciencia. Pero si hablamos de sus promotores, se dirÃa que a partir de entonces sus caminos se separaron y tomaron direcciones divergentes.
SerÃa difÃcil negarle a John von Neumann (1903-1957) la condición de genio de la matemática aplicada, pero cualquiera dirÃa que sus condiciones éticas no estaban a la misma altura. Nacido en HungrÃa, hijo de un banquero judÃo, se habÃa formado en Europa y odiaba a los rusos por motivos más étnicos que ideológicos. TenÃa hábitos aristocratizantes y se complacÃa en codearse con la alta sociedad y frecuentar las esferas del poder polÃtico.
Cuando Oppenheimer lo convocó para el Proyecto Manhattan, desempeñó un papel decisivo tanto en el nacimiento de la bomba atómica como en el de las primeras computadoras analógicas, una de las cuales llegó a llamarse Johnniac en su homenaje.
En la posguerra, fue uno de los principales impulsores de la carrera armamentista, de la bomba de hidrógeno y de los misiles intercontinentales. En 1950 propuso arrasar a la URSS con un masivo ataque nuclear âpreventivoâ, pero los militares (que por suerte tenÃan ideas más claras acerca de la guerra) lo disuadieron a tiempo.
Su principal aporte teórico fue la TeorÃa de Juegos, una suerte de lógica pensada para la polÃtica. Sus aplicaciones más irresponsables corrieron por cuenta de la famosa Rand Corporation, que entre otras cosas usó para conducir la guerra de Vietnam.
Von Neumann desestimaba los efectos biológicos de la radiactividad, y alguna vez llegó a proponer que se modificara el clima del planeta, cambiando el albedo de la Tierra por medio de explosiones termonucleares atmosféricas.
Murió de cáncer a los 53 años, probablemente por haber estado expuesto a la radiactividad durante las pruebas nucleares que presenció. Era agnóstico, pero en sus últimos meses se acercó a la religión. Sentimientos de culpa no le faltarÃan, y responsabilidades tampoco.
A diferencia de von Neumann, el norteamericano Norbert Wiener (1894-1964) se apartó del poder y acabó por convertirse en lo que por aquel entonces aún se llamaba âun intelectualâ. Era hijo de un profesor judÃo polaco, que le dio una educación excepcional. Su vida fue la de un âex niño prodigioâ: ése fue el tÃtulo que le puso a su autobiografÃa.
Llegó a Harvard a los 18 años, estudió lógica con Russell y Hilbert, e hizo toda su carrera en el Masachusetts Institute of Technology (MIT). Sus fundamentales aportes a la cibernética fueron hechos en tiempos de guerra, con sus pioneros estudios del cálculo de tiro para los cañones antiaéreos.
Sin embargo, la bomba de Hiroshima lo llenó de espanto, y desde entonces tomó distancia de cualquier compromiso bélico. Optó por dirigirse a un público amplio y escribió varios libros para el lector medio, incluyendo la novela que dedicó a Heaviside, un hombre de ciencia que habÃa sido vÃctima de inescrupulosos, ineptos y plagiarios.
Sus libros más polémicos, además de Cibernética y sociedad, fueron El uso humano de los seres humanos (1954) y Dios y el Golem (1964), que investigan los usos de la tecnologÃa.
Wiener defendió un ideario liberal, que hoy llamarÃamos progresista. Fue el primero en escribir (¡en 1949!) sobre la desocupación de origen tecnológico que avizoraba para el futuro, a medida que la cibernética fuera abriéndose paso.
Casi cincuenta años más tarde, Vivianne Forrester evocarÃa sus páginas más proféticas a la hora de escribir El horror económico (1996). Pocos autores habÃan llegado a anticipar las consecuencias de la globalización y de la exclusión social.
El último de los cerebros de Macy fue Gregory Bateson (1902-1980). Era hijo de uno de los padres de la genética: William Bateson (1861-1926), que le puso Gregory por Mendel, y le dio una sólida formación biológica. Gregory la aprovecharÃa creativamente a la hora de dedicarse a las ciencias humanas. En su juventud, hizo notables investigaciones antropológicas en la jungla de Nueva Guinea, cuando estaba casado con Margaret Mead (1901-1978).
En la época de las conferencias Macy solÃa discutir con Wiener sobre psicoanálisis, especialmente sobre el concepto freudiano de âenergÃaâ. El matemático le objetaba a Freud que la información es algo más que energÃa.
En sus diálogos con Wiener se originó su doctrina del âdoble vÃnculoâ sobre el origen de la esquizofrenia, que después fue dejada de lado cuando llegó el auge de la neuroquÃmica.
Eso que entonces Bateson llamaba âla teologÃa de los Alcohólicos Anónimosâ sirvió de base a todos los grupos de autoayuda que conocimos después. Del mismo modo, su consigna âaprender a aprenderâ fue acogida con entusiasmo por los pedagogos, aunque pocas veces se tradujo en hechos.
De las ecuaciones de Richardson sobre la carrera armamentista Bateson sacó el concepto de âcismogénesisâ, que acuñó para hablar de ciertas culturas arcaicas caracterizadas por la competitividad, aunque es muy probable que estuviera pensando en la Guerra FrÃa. Desde 1949 a 1962 trabajó en el hospital psiquiátrico de Palo Alto, y a su alrededor se formó toda una perdurable escuela de psicólogos.
Con los años, comenzó a manifestar un marcado interés por el esoterismo, especialmente notable en sus últimas obras, que tienen más citas de Carl Gustav Jung que referencias a la cibernética. Años antes, habÃa acompañado a John Lilly en sus estudios sobre la conducta de los cetáceos, antes de que Lilly se apartara definitivamente de la ciencia para convertirse en gurú de una secta.
En la vida de Bateson el paso decisivo se dio cuando se incorporó al Instituto Esalen, cuya fundación habÃa sido inspirada por Aldous Huxley y Alan Watts. Desde el Big Sur californiano, Esalen llegó a ser esa Meca del nuevo paradigma que visitaron tantas figuras notables en los años sesenta, en busca de saberes âalternativos.â
Es muy posible que Bateson haya sido el ideólogo fundador del movimiento New Age, que Marilyn Ferguson se encargó de difundir como âla conspiración de Acuarioâ. Sus resultados están a la vista: colorido reciclaje de la teosofÃa, con algunos temas nuevos y mucho de negocio, a pesar de las intenciones que pudieran tener sus fundadores.
Asà es la diversidad humana. En Macy se dieron las condiciones para el intercambio, pero cada uno sacó las conclusiones que estarÃa buscando...
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