Cuando hace unos años se publicó ParÃs en el siglo XX, obra póstuma de Julio Verne, todos volvimos a asombrarnos por la capacidad del autor para predecir los adelantos tecnológicos de nuestro tiempo. Por ejemplo, en un pasaje de la novela nos enteramos de la existencia de un telégrafo â(...) que permitÃa enviar a cualquier parte el facsÃmil de una escritura, autógrafo o dibujo y firmar letras de cambio o contratos a diez mil kilómetros de distanciaâ. g634i
Pero esto, que parece una notable anticipación del fax, no es ninguna predicción. Y tampoco pretende serlo, ya que, unas lÃneas antes, el narrador nos aclara que ese telégrafo habÃa sido inventado en el siglo anterior (es decir, el XIX) por el profesor Giovanni Caselli, de Florencia. Y, efectivamente, existÃa en tiempos de Verne este telégrafo de Caselli, también llamado pantelégrafo.
Para enviar un documento por el pantelégrafo, primero se lo debÃa imprimir o copiar sobre una lámina metálica usando una tinta grasosa especial, no conductora de la electricidad. En el aparato transmisor, una aguja conectada a una lÃnea telegráfica exploraba la superficie de este impreso mediante un movimiento en zigzag.
Cuando la aguja tocaba el metal desnudo (es decir, no impreso), descargaba a tierra la tensión eléctrica. Pero cuando pasaba por la superficie impresa, la tinta aislante impedÃa la descarga. La electricidad pasaba entonces a la lÃnea telegráfica.
En la estación receptora habÃa un dispositivo con otra aguja similar, sincronizada con la del transmisor. Esta segunda aguja recorrÃa un papel impregnado en ferrocianuro de potasio, sustancia que cambia de color al ser sometida a una corriente eléctrica. Asà el papel se iba oscureciendo cuando la aguja del transmisor pasaba por la parte impresa y conservaba su color original en correspondencia con las partes no impresas del documento.
El nombre de pantelégrafo se debe a la capacidad de este aparato para transmitir cualquier tipo de mensaje, tanto textos como imágenes. El principio de funcionamiento parece simple y es, de hecho, similar al de las actuales máquinas de fax. El problema era asegurar el sincronismo en el movimiento de las dos agujas. Esto se lograba mediante un mecanismo de relojerÃa con péndulos que guiaban las agujas.
En realidad, la idea de enviar mensajes por telégrafo usando papel sensible a la electricidad ya habÃa sido registrada en 1843 por un mecánico escocés llamado Alexander Bain, pero el telégrafo de Caselli fue el primero en llevarse a la práctica. Funcionó durante la década de 1860 en la lÃnea telegráfica que unÃa ParÃs con Lyon. Y aunque envió cerca de cinco mil faxes durante su primer año de operación, pronto fue abandonado. El hecho de tener que imprimir el documento en la lámina de metal lo hacÃa muy poco práctico. Además, los facsÃmiles obtenidos muchas veces resultaban ilegibles. TodavÃa se conserva un ejemplar del pantelégrafo que puede observarse en el Conservatorio de Artes y Oficios de ParÃs.
Antes del fax, antes del teléfono y antes del telégrafo existÃa un método de enviar mensajes a grandes distancias y en forma casi instantánea: el telégrafo óptico desarrollado por el francés Claude Chappe en el siglo XVIII.
ConsistÃa en una serie de torres, separadas unos diez kilómetros entre sà y dotadas de un mecanismo de brazos móviles. Desde una de las torres, un vigÃa podÃa observar los movimientos de los brazos de la torre más cercana y los reproducÃa para que hiciera lo propio el vigÃa de la siguiente torre en la serie.
Los brazos podÃan adoptar unas doscientas posiciones distintas que representaban letras, palabras y hasta frases completas. De alguna manera, este sistema de transmisión es similar al lenguaje de banderas usado en el mar para comunicarse entre barco y barco.
La primera lÃnea de telégrafos ópticos se terminó en 1794 y contaba con 15 torres a lo largo de 230 kilómetros entre ParÃs y Lille. Bajo buenas condiciones de visibilidad, un mensaje podÃa recorrer esa distancia en pocos minutos. Con el tiempo, Francia llegó a contar con una red de 500 torres que cubrÃan más de cinco mil kilómetros. La red jugó un papel importante en las campañas de Napoleón que la usó para recibir noticias y despachar órdenes. El telégrafo óptico se mantuvo en uso hasta mediados del siglo XIX, cuando fue superado por el telégrafo Morse.
Asà como conocemos el pantelégrafo por su mención en ParÃs en el siglo XX, el telégrafo óptico protagoniza un episodio en El conde de Montecristo, la novela de Alejandro Dumas padre. En el capÃtulo cincuenta y dos el conde visita una de las torres y soborna al vigÃa para que transmita un mensaje falso que hará fracasar las inversiones de uno de sus enemigos.
Lamentablemente, este incidente no aparece en la más reciente versión cinematográfica de la novela de Dumas, dirigida por Kevin Reynolds y con Jim Caviezel en el papel principal. Tampoco aparece en El conde de Monte Gordo, la parodia que forma parte de âLa venganza es un platillo que se sirve tres vecesâ, un capÃtulo de Los Simpson.
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