En las artes o los deportes algunas figuras gozan de sus cinco minutos de fama para luego pasar al olvido, mientras que otras âa veces en silencioâ se mantienen vigentes por su propio peso, más allá de las modas. En el universo de las enfermedades sucede algo parecido. Algunas nos conmueven con fulgurantes apariciones y se visten con trajes de Jinetes del Apocalipsis, para caer pronto en el olvido más cruel. La diabetes mellitus, en cambio, ha estado discretamente presente a lo largo de la historia de la Humanidad y ocupa actualmente un lugar en el indeseado firmamento de las enfermedades de más rápida expansión en todo el mundo. Tanto es asà que algunas estimaciones la ubican afectando en sus diferentes formas a casi el 9 por ciento de la población mundial. 6u5f53
Cuando hablamos de diabetes mellitus hablamos de una patologÃa con variantes diversas que tiene como caracterÃstica común el presentar un elevado nivel de glucosa en sangre o glucemia. Una sustancia de naturaleza proteica, la insulina es a la vez la heroÃna y malvada de esta historia. Esta hormona producida por unas células pancreáticas âllamadas células betaâ interviene en la regulación de los niveles de glucemia y permite alimentar de este vital combustible a casi todos los tejidos del organismo. La insulina juega su rol de villana âcon ciertos cómplices de fuste como las células beta del páncreas, algunas alteraciones genéticas y la autoinmunidadâ cuando su cantidad fabricada es escasa o nula o es producida con tan mala calidad que cumple deficientemente su función. Pero se convierte en la buena de la pelÃcula cuando es utilizada como un medicamento que permite a millones de personas con diabetes realizar una vida normal.
Quizá para contrarrestar su estigma de enemigo silencioso es que la diabetes tiene desde hace veinte años su dÃa, el 14 de noviembre. No por casualidad la fecha elegida es la del nacimiento de uno de los descubridores de la insulina, Friederick Banting. La conmemoración entrelaza cuestiones cientÃficas, económicas y de polÃtica sanitaria y este año se han realizado actividades en todo el mundo para crear conciencia acerca de la necesidad de un rápido diagnóstico âla diabetes es una patologÃa fácilmente detectable en un control médicoâ y de la inmediata aplicación del tratamiento, basado en dieta, educación diabetológica, actividad fÃsica y medicación. En este último terreno la diabetes y la insulina conforman una pareja que, aun frente a la presencia de terceros como las medicaciones orales, no deja de consolidarse a lo largo del tiempo. Y la educación diabetológica que se promueve cada 14 de noviembre viene de perillas para derribar mitos. Por ejemplo, la creencia popular de que la insulina es aplicada sólo en grados muy avanzados de diabetes, que es desmentida por la mejora de la calidad de vida âpremisa básica de cualquier tratamientoâ, que su uso adecuado brinda en las muchas variantes de la enfermedad.
Muy lejos de todo esto se estaba en agosto de 1921 cuando Leonard Thompson, un niño canadiense de 14 años, se convirtió en el primer paciente que recibió insulina. Leonard habÃa ingresado al Hospital General de Toronto con una glucemia ferozmente elevada y camino a una muerte hasta entonces inevitable. Banting le inyectó insulina de origen bovino âque anteriormente habÃa probado en perrosâ y tras un primer intento fallido a causa de la formación de un absceso en el sitio de aplicación en un nuevo intento logró normalizar la glucemia, abriendo una nueva era en el tratamiento de la diabetes que, a fuerza de aplicaciones de insulina, se convirtió en una enfermedad crónica. Thompson gozó de la por entonces extraordinaria sobrevida de catorce años âfrente a un tiempo que usualmente se contaba en semanasâ hasta que en 1935 falleció a causa de una neumonÃa.
Rápidamente la noticia sobre la exitosa prueba de Banting y su equipo corrió como reguero de pólvora en los ámbitos cientÃficos. Aquella insulina extraÃda del páncreas de vaca era muy escasa y muy difÃcil de purificar, pero asà y todo, hacia 1923, la insulina bovina era producida en varios paÃses, entre ellos la Argentina. La cuestión fue que cientÃficos y laboratorios se lanzaron a la búsqueda de estándares de producción que hicieran más previsibles los tratamientos y que de paso brindaran a las empresas fabricantes jugosas ganancias en un mercado potencialmente gigantesco y de demanda asegurada.
Pronto ocurrieron rápidos avances en la producción de insulinas de origen bovino y porcino. Elli Lily âuna empresa que habÃa sido fundada en Indianápolis por un coronel farmacéutico veterano de la Guerra Civil estadounidenseâ se encargó de perfeccionar los métodos de purificación y comercializar la preciada insulina. Otro paso en la capacidad de fijar las dosis y extender el tiempo de acción de la hormona en el organismo se dio de la mano de Hans Christian Hagendorn, un quÃmico danés que participó en Dinamarca de la creación de un laboratorio productor de insulina a escala industrial. Hagendorn logró obtener una insulina que combinada con una proteÃna âla protaminaâ y el elemento zinc prolongaba su acción y hacÃa un poco más previsible su liberación. Esta combinación âque es usada con ciertas variantes hasta nuestros dÃasâ se conoce como insulina NPH (sigla de Neutral Protamina Hagendorn). No sólo la insulina NPH recuerda el aporte de Hagendorn. También lleva su nombre un instituto escandinavo que premia a quienes apoyen y mejoren la calidad de vida de las personas con diabetes. El quÃmico danés fue uno de los últimos exponentes de un tiempo en que los hallazgos eran conocidos más por el nombre de los cientÃficos que por el de los laboratorios o instituciones que los cobijaban.
La aplicación de insulinas tiene sus bemoles. Para empezar, la naturaleza proteica de la hormona hace que la vÃa de istración sea hasta hoy necesariamente inyectable, ya que un paso por el ácido medio estomacal la destruirÃa de inmediato. Por otra parte, las insulinas de origen porcino o bovino tienen en su composición pequeñas diferencias con la humana, suficientes para desencadenar la reacción de buena parte del arsenal defensivo que encierra el sistema inmunológico humano. Las consecuencias pueden ser de diverso tenor, desde alteraciones en el sitio de la inyección, como la lipodistrofia âpequeñas lesiones en las que el tejido adiposo disminuyeâ o abscesos como el que empañó la primera experiencia de Banting, hasta una alergia hecha y derecha que agrave la condición del paciente.
La presencia de impurezas en los preparados era otro problema de proporciones. A partir de 1970 surgieron técnicas más refinadas que dieron lugar a la generación de insulinas altamente purificadas. La frutilla del postre fue la aparición, de la mano de la biologÃa molecular, de la insulina humana como producto industrial farmacéutico. La clonación de genes permitió que una vieja conocida de la Humanidad, la bacteria Escherichia coli, recibiera de la mano de un vector conocido como plásmido ânaturalmente especializado en el intercambio de información genética entre bacterias, por ejemplo, la de la resistencia antibióticaâ el programa genético para producir insulina idéntica a la humana. AsÃ, dos encasillados en el papel de malos de la pelÃcula jugaban un nuevo rol en la producción de verdaderas fábricas biológicas de insulina. Claro que los formidables avances en los tratamientos tienen su contratara en los costos elevadÃsimos que enfrentan los pacientes al adquirir insulinas, elementos para su aplicación, medicación y los aparatos para el automonitoreo, que permiten conocer la glucemia casi en tiempo real. En Argentina el tratamiento está cubierto por la seguridad social bajo el respaldo de una ley, pero en muchos lugares está librado a la capacidad económica del paciente, algo que también se pone sobre el tapete cada 14 de noviembre.
Para ajustar aún con mayor precisión las dosis âimitando lo más acabadamente posible la actividad funcional del páncreasâ, la biotecnologÃa se lanzó en los últimos años a modificar algunos tramos de la cadena de aminoácidos que componen la molécula de insulina. Asà surgió una galerÃa de productos conocidos como análogos de insulina. Algunos de los análogos actúan como bomberos corriendo a controlar el pico glucémico que suele ocurrir tras las comidas, y otros lo hacen con una acción más prolongada. También los análogos facilitaron el uso, en pacientes con niveles de glucosa muy inestables, de unos aparatos conocidos como bombas de insulina. Pero cada paciente es un mundo y no en todos ellos las cosas funcionan igual, por lo cual la indicación de uno u otro tipo de insulina ây el reemplazo o complementación de los antidiabéticos oralesâ suele estar precedido de perÃodos de ajuste que exigen un compromiso del paciente y del médico.
En 2006 apareció una insulina que prometÃa una revolucionaria forma de aplicación, ya no inyectable sino inhalada. La buena nueva duró poco, ya que en medio de una controversia acerca de su efectividad, el mismo laboratorio que la habÃa lanzado con bombos y platillos decidió retirarla del mercado por razones que parecen ser más económicas que médicas. Mientras tanto, alternativas a la insulina inyectable, como un tratamiento basado en células madre, trasplantes, páncreas artificiales o la soñada insulina oral, todavÃa están en pañales, pero seguramente darán tela para cortar en el mundo de la diabetes, esta vieja dama que se resiste a pasar a retiro.
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