La oficina de Jeanine Meerapfel tiene vista directa a la Puerta de Brandeburgo y al Reichstag, el parlamento alemán, con sus decenas de visitantes recorriendo como cada dÃa la cúpula circular: desde lejos parecen hormiguitas por los pasadizos de sus hormigueros. Aunque, a diferencia de casi todas las metrópolis del mundo, BerlÃn no tenga un único centro neurálgico, la zona de Mitte en la que está emplazada la Academia de las Artes alemana es sin dudas una de las zonas de mayor afluencia de polÃticos y turistas. Aún quien no tenga idea sobre la historia de esta institución puede inferir su trascendencia pública por la ubicación de su edificio. 56231b
Desde el año pasado, Meerapfel, argentino-alemana y cineasta de profesión, preside esta Academia conformada por muchos de los artistas alemanes y europeos más destacados en seis rubros: música, literatura, arquitectura, artes audiovisuales, visuales y escénicas. Es la primera mujer y la primera latinoamericana en acceder al cargo máximo desde la fundación de la institución, hace 320 años.
Hija de alemanes judÃos emigrados durante la época nazi âprimero a Holanda, más tarde a la Argentinaâ, Meerapfel nació y se crió en Buenos Aires, y a los 21 años dejó su ciudad para mudarse a Ulm, Alemania, y cursar allá la carrera de cine que por esos años, mediados de los sesenta, dirigÃa Alexander Kluge (âcon él aprendà a pensar tanto el cine como la vida: me enseñó a comprender y trabajar un guión, pero también a leer las interrelaciones entre un individuo y su sociedadâ). A partir de entonces, volvió a la Argentina infinidad de veces para visitar a su familia o por trabajo, pero eso que suela llamarse âcasaâ se fue construyendo âlo fue armandoâ en el paÃs del que habÃa tenido que huir su familia algunas décadas atrás.
Casi todo su cine está atravesado por ese dato fundante o, en realidad, por la luz que entra a través de ese resquicio: las migraciones, los derechos humanos, la identidad, la memoria social y la individual, los encuentros ây los choquesâ culturales. Primero como artista integrante y ahora como presidenta de una institución que tiene como uno de sus objetivos principales el de producir exposiciones, charlas y diálogo con la sociedad a través del arte, Meerapfel también trae a colación esos temas que son, en gran medida, los más altisonantes de la Alemania actual, en la que la llamada âcrisis de los refugiadosâ se lleva las tapas de los medios gráficos casi a diario.
Primero, una aclaración: yo no puedo decidir quién va a ser miembro acá, porque los los eligen los propios ; cada una de las seis secciones vota anualmente si hará ingresar o no a nuevos integrantes. Hoy, la Academia tiene alrededor de un 30 por ciento de extranjeros, muchos austrÃacos, suizos e italianos. Pero, más allá de sus integrantes, sà me interesa abrir más las puertas en cuanto a los contenidos y al público receptor, mostrar trabajos de todo el mundo y abrirnos a temáticas internacionales. Desde que asumà como presidenta, hace casi un año, mi primer desafÃo fue traducir todos los textos y las exposiciones al menos al inglés, y también empezamos a abrir la Academia a más artistas de otras nacionalidades, que vienen a presentar sus trabajos o a dar charlas. BerlÃn se convirtió en una metrópolis cultural en las últimas décadas y me parece importante que la Academia también refleje la multiculturalidad de esta sociedad. Pero aún tenemos que seguir trabajando para ser más abiertos a otras culturas y otros pensamientos: no nos podemos quedar con un solo idioma ni con una sola manera de ver las cosas.
Esa voluntad de apertura y reflexión sobre algunos de los temas más actuales de Europa y el mundo se puede rastrear en sus exposiciones más recientes de la Academia: hasta fines de mayo se puede ver DEMO:POLIS, que indaga, a través de instalaciones, fotografÃa y video-arte, en las luchas por la apropiación del espacio público; a partir de junio se podrá ver Kinder im Exil (Chicos del exilio) que tematizará algunas de las problemáticas especÃficas de la infancia en los movimientos migratorios globales. âLa migración es, si querés, el tema de mi vidaâ, dice Meerapfel. âPero, además, es un tema que tiene que ocuparnos como sociedad, hoy más que nunca: desde la Segunda Guerra Mundial no existÃa una oleada migratoria tan grande como la que existe hoy, tanta gente moviéndose de sus lugares, buscando un lugar seguro donde poder sobrevivir. Ese es un tema al que no podemos ser ajenos. Tenemos que contar, hacer arte sobre eso, y ofrecer la mayor cantidad de información y perspectivas de estos conflictos como sea posibleâ.
Es que ese no era el lado B, no era un caso aislado, era más bien lo que predominaba: la mayor parte de la gente que habÃa venido a âhacerse la Alemaniaâ tenÃa una serie de conflictos muy grandes acá. Cuando, en los años 80, Alemania decide otorgar un dinero a los turcos para repatriarse, toda esa situación de emprender la vuelta resultó tan traumática para tanta gente que me pareció que habÃa que contarla. En Melek encontré el personaje indicado para mi documental, y en el film voy contando todo ese recorrido burocrático que tiene que afrontar para volver a casa, los trámites de repatriación, los prejuicios de los empleados alemanesâ¦
No, Melek y yo tenemos muy pocos puntos de coincidencia, salvo porque las dos somos seres humanos. La situación de una persona que viene con una beca a estudiar acá es tan privilegiada que no podés compararla a la situación de una trabajadora que migra para ver si puede conseguir un poco de plata y mandarla a su casa. Son situaciones muy distintas, no creo que haya punto de comparación.
Exacto, Melek no tenÃa nada de lo que alguien dirÃa âes tÃpico de una turcaâ y desde la elección del personaje hubo una búsqueda de contar eso, porque nadie es tÃpico de un lugar, ¡no existe eso! Esa es siempre una idea construida.
Por supuesto que es un tema. Es un tema vivir en cualquier lado. Todo mi cine trata de eso, gira en torno a la pregunta de por qué uno vive donde vive, cómo es el lugar donde nació y dónde decide vivir. Uno tiene que poder describir su aldea, yo intento hacerlo a través del cine. Siempre va a ser un tema, para todos, pensar la sociedad en la que vivÃs.
Nunca.
No creo que lo haya entendido todavÃa. Después de como cien años de estar acá todavÃa no lo entendÃ. No voy a perder nunca mi identidad argentina, ni mi idioma. Eso no se va a ir nunca, o mejor dicho: se va a ir conmigo.
SÃ, pero todavÃa falta mucho y no sé muy bien qué forma tiene, ni siquiera sé si es una ficción o un documental. Yo creo que uno hace siempre la misma pelÃcula. Asà que supongo que voy a hacer de vuelta la misma pelÃcula de siempre, contada de otra manera. Cada quien tiene su cachito para contar, y yo voy a seguir contando mi cachito.
El exilio y los derechos humanos son mis dos grandes temas, y por supuesto son dos tópicos que tienen mucho que ver el uno con el otro. Para mis pelÃculas siempre acudà a formas narrativas clásicas, pero a través del trabajo en la Academia, en todos estos años, empecé a abrirme a algunas formas de realización cinematográfica nuevas para mÃ, más experimentales. El año pasado, por ejemplo, hice junto a Floros Floridis Confusión Difusión, un ensayo audiovisual que une cine, música y actuación en vivo. En noviembre vamos a llevarlo a Buenos Aires, a la Bienal de Imagen en Movimiento de la UNTREF. Ese es un nuevo camino para mÃ, una forma distinta de contar que estoy descubriendo.
Mmmmm sÃ, digamos que sÃ. A veces lamento que me saque de mi trabajo como creadora. Eso es duro, porque no quiero dejar de hacer cine ni quiero convertirme en un mármol. Quiero seguir contando historias. Pero, por otro lado, estoy aprendiendo tantas cosas⦠y además son tres años, no es un cargo vitalicio. Hay que ver qué pasa después.
Por la misma razón por la cual se tardó tanto en elegir mujeres en muchas instituciones: no existÃa la confianza de nosotras pudiésemos llevar adelante una institución. Eso empezó a cambiar, y era hora de que cambiara. No sé por qué pasó justo en este momento, eso se podrá analizar con el tiempo, supongo. Pero en el caso de la Academia, hubo un trabajo fuerte de Klaus Staeck, mi antecesor, que tenÃa muchas ganas de que las cosas cambiasen. Ãl me estuvo persiguiendo durante un año para que yo aceptara postularme para este puesto. Durante un año le dije que no. Los últimos meses, finalmente, logró ablandarme. Y acá estoy.
Creo que se está en un lugar muy avanzado respecto de otros paÃses y que la presencia femenina en la cultura y la polÃtica son cada vez mayores âtambién en la Argentina, donde las mujeres pisaron siempre fuerte en la cultura y nuestra ex presidenta demostró toda la fortaleza de la que es capaz una mujer. Pero, a pesar de eso, sigue habiendo grandes diferencias y grandes injusticias. Hasta el momento en que una mujer que hace el mismo trabajo que un hombre no gane lo mismo que él, hay que seguir peleando.
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