Las cuatro se adivinan el parpadeo. RÃen, se recriminan, se pelean por hablar, se respetan, se ayudan lanzando pequeñas frases, palabras apenas para abrir los caminos que, bien saben, deben seguir caminando y abriendo. La dinámica de la charla entre Delia Galará, Soledad GarcÃa, Gloria Di Rienzo y Nilda Jelinek está moldeada por esa construcción colectiva que es para ellas cada uno de los tantÃsimos encuentros que han tenido. Saben bien adónde van. Adónde quieren llegar. Algunas han sido compañeras de celda en las cárceles de la dictadura. Un âhermanazgo que jamás termina, aunque pasen años y años sin vernosâ, suele decir Delia, quien ha cubierto casi la totalidad del Megajuicio La Perla-Campo de La Ribera, como investigadora de ese Espacio de la Memoria en Córdoba. 5o3247
La reunión para Las 12 fue en el edificio donde el jueves 25 de agosto se leyó la sentencia del Tribunal Oral Federal N° 1, que dio fin a casi cuatro años de juicio -el más largo de la historia jurÃdica de Córdoba-, además de las 38 condenas y las 5 absoluciones a los 43 imputados con el jerarca Luciano BenjamÃn Menéndez a la cabeza, trajo consigo la designación de âcrÃmenes de lesa humanidadâ a los delitos sexuales cometidos contra las vÃctimas, ya que los jueces consideraron que âabusar sexualmente de una persona, violarla, es una tortura en sà misma. Como aplicarle picana, golpes u otros tormentos. Fue un método utilizado por el terrorismo de Estado para quebrar a los prisioneros y prisioneras. Para aniquilar a los opositores polÃticos. A los que eran un obstáculo para la instalación del plan económico que pretendÃan. La violación fue un método de tortura aplicado en todos los campos de concentración del paÃs de la última dictaduraâ.
Y la historia de cada una: la de Delia Galará, que tenÃa sólo 19 años y apenas 25 dÃas de casada cuando el 27 de enero de 1976 la fueron a buscar a su casa. La tortura en la D2 (la llamada Gestapo cordobesa), las violaciones y el encierro durante siete años en las cárceles de la dictadura. El aborto, en soledad, en una minúscula celda, y en un tacho, de un bebé que no sabÃa si era de Mario, su joven esposo, o de los torturadores. Mario fue secuestrado en los cuarteles: estaba haciendo el servicio militar.
La de âla Soleâ GarcÃa, como se la conoce en Córdoba, por su liderazgo en el gremio de Educadores. TenÃa casi 30 cuando el 9 de marzo del ´76 la atraparon junto a un compañero dirigente del gremio del Caucho. Su esposo, Eduardo Requena, uno de los lÃderes de los maestros, organizó de inmediato marchas que lograron la visibilidad de Soledad y su pase a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN); y a las cárceles, desde donde le dieron âla opciónâ al exilio. âEso no era libertad, señores jueces -dijo Soledad en su testimonio-. Eso no era una verdadera opción. El exilio no es sinónimo de libertadâ.
Y la de Gloria Di Rienzo: la patota de la D2 irrumpió en el departamento que compartÃa con una amiga y su hijito el 13 de septiembre de 1975, cuando operaban las bandas parapoliciales y paramilitares. Bandas que según determinó el fallo, âya cometÃan delitos de lesa humanidad, aunque todavÃa no bajo el terrorismo de Estadoâ. Gloria en la D2: la picana y el cuerpo arqueándosele por la electricidad. Las violaciones y los desgarros que le provocó la horda. Y un âsubmarinoâ en agua inmunda en el que sintió que morÃa. âDe pronto dejé de patalear y sentà tranquilidad, vi las sierras de Córdoba al atardecerâ, declaró en el juicio. Los propios torturadores tuvieron que llevarla al PoliclÃnico policial. Y allÃ, aún con el cuerpo lancinado, la custodiaban âcanas armados hasta los dientesâ.
En el caso de Nilda Jelenik, la detención fue en marzo de 1975. Su âdelitoâ, ser militante de las FAL. Nilda sobrevivió también a las vejaciones del D2 y a los años de cárcel del terrorismo de Estado. Es ahora una ingeniera en economÃa agraria, y una de las impulsoras del juicio por âDelitos sexuales de Lesa Humanidadâ que se está instruyendo en la fiscalÃa de Graciela López de Filoñuk. Las cuatro fueron las principales voces del documental Lesa humanidad, de 2011.
Gloria Di Rienzo: âEn 2012 ya hubo un fallo en ese sentido. Fue en el Tribunal Federal de La Plata de Carlos Alberto Rozanski, donde se determinó que este tipo de tortura que incluÃa la violación, los abusos sexuales, las vejaciones, eran considerados crÃmenes de lesa humanidad. Ese fallo tuvo otra cosa importante, que fue pedir a la Corte Suprema que se instruya a todos los poderes públicos, para solicitar ante los organismos internacionales, que tanto los delitos sexuales como la persecución polÃtica sean incluidos en la figura de causal de genocidio. Ese fue el primer fallo en este sentido. En esa lÃnea, podemos decir que sigue este. El primero en Córdoba. No tengo conocimiento de otros. Como hecho jurÃdico.
Delia Galará: âEl delito no es que no existiera, lo que pasaba era que no existÃa como propio: la violación en los campos de concentración estaba englobada en la tortura. Dentro de la figura de tormentos. Ahora lo que se hizo fue determinarlo.
Soledad GarcÃa: âA mà me parece que hay que ser justos con la evolución de la cosa: Elena Alfaro en la ESMA, hace ya muchos años, declara la violación. Ella está en Francia. En algunos casos cuando hemos hablado con pocas personas, en grupos de mujeres - en mi caso en el exilio en España- decÃamos que era muy difÃcil que se llegara a tomar esto como un delito propio. Pensábamos en el nazismo, en los campos de concentración, y decÃamos si con todo eso no pasó, nunca va a pasar. Por eso el fallo me pareció muy importante.
Nilda Jelinek: âPara mà esto tiene varios aspectos. El primero es que no es que no estuviera denunciado, sino que se lo estaba metiendo en otro tipo de espacio. Y aparte no habÃa esta diferenciación âque no es solamente de acáâ, sino que puede haber delitos de lesa humanidad que tienen connotaciones de género que hasta ahora no habÃan sido contemplados desde ese punto de vista.
S.: -Hay varios planos. Está lo subjetivo. Hay gente que dice `nunca pensé que lo podrÃa denunciar`. En mi caso tuve la decisión de hacerlo, de denunciarlo. Los varones recién ahora empezaron a denunciar.
âSÃ. Creo que el testimonio de Charo fue el disparador. Lo que me impactó fue cómo logra expresarlo. Lo larga con toda la crudeza del mundo. Yo hasta ahà nunca lo habÃa escuchado de ese modo: vino desde su exilio en Francia, entró, se sentó y dijo: âMe secuestraron, me llevaron a la D2 y me sodomizaronâ. Y todo el mundo se quedó duro. La crudeza con que lo dijo, me parece que fue un cachetazo a todo el mundo.
D.: âAhà se dan varias cosas juntas. Porque después tuve oportunidad de hablar con la Procuradora Alejandra Gils Carbó cuando presentamos el documental Lesa humanidad, en la UBA, con los fiscales Jorge Auat y Carlos Gonella. Auat dijo que Gils Carbó habÃa sido quien impulsó esto. Que se creó un cuerpo especial para estos delitos. Personalmente, mi proceso fue muy largo. Primero nunca la tomé la violación como una cosa aparte. Para mà era una cosa más de la tortura. Creo que a varias nos pasó asÃ. A otras no. Siempre hablé de todo lo que pasó, no con la crudeza de Charo pero siempre lo expresé dentro de ese marco, del todo. Y aún cuando empieza el juicio de La Perla-Campo de la Ribera, se da toda una discusión en el Tribunal de qué hacer con los delitos sexuales. Si se los va a tratar en el juicio, si se los va a incluir o no. Ahà se decide que se va a instruir una causa aparte. Me acuerdo de que me horroricé cuando me dijeron eso. Porque pensé en el tÃtulo: el juicio La Perla-Campo de La Ribera, y el otro, el juicio a las violaciones.
N.: âEl juicio de las violadas. Encima no de âlosâ violadosâ¦
D.: âYo todavÃa seguÃa con ese concepto de que la violación era parte de las torturas. Pero eso que tenÃa tan internalizado, a partir de las charlas que fuimos teniendo para hacer el video de Lesa humanidad; de todo el proceso social que se da por la movilización de NiUnaMenos, fue cambiando. No lo puedo escindir de todo el proceso que vivimos como sociedad. De la Ley de Género, del respeto a los distintos géneros. Todo ese combo me hizo un click total cuando la fiscal Virgina Miguel Carmona hizo su alegato hace pocos meses. Planteó la importancia de tomar el delito sexual en ese contexto, porque si no como sociedad nunca vamos a cambiar el tema de la sistematización (ver recuadro). Una compañera, Pipi Oberlin, decÃa en una charla âNo es que la dictadura inventó la sustracción de niños, la profundizóâ. Y a la violación tampoco la inventaron los de la D2 (la Gestapo cordobesa), existió desde siempre y sigue existiendo. Entonces si no tomamos el toro por las astas, asà como hizo la Charo, que dijo âapenas me agarraron me sodomizaronâ, se hace más difÃcil. En mi caso siempre sentà una responsabilidad cÃvica de contar lo que me habÃa pasado. Más que vÃctima, siempre sentà que era testigo. Que debÃa contar lo que habÃa pasado porque era la única forma de que esto no vuelva a pasar.
âFue para mà algo natural. La declaración de las torturas y todo lo que vivà en la D2, la habÃa hecho en octubre de 1975 en el Juzgado Federal de Vázquez Cuestas. Y me acuerdo que estaba presente mi papá. Esa declaración desaparece. Años después, cuando pedà el expediente, vi que estaba sobrefoliado, que faltaban páginas. Nunca se investigó. Como cosa aberrante, también, recuerdo que cuando me internaron en el PoliclÃnico Policial el médico que me atendió me dijo âa vos no te han violado, porque ya no sos virgenâ. Y también los policÃas que me vigilaban, me acosaban.
G.: âSÃ, me dijo âhija, que no se entere tu papáâ. Para mÃ, era parte de las torturas. ¿Y cómo no iba a saber él? Ella no querÃa causarle más dolor, y además la impotencia... Cuando tengo la visita con él, me dijo que habÃa que hacer la denuncia. Eso es lo que fue eliminado del expediente.
âA mà me hizo efecto ahora lo que dijo Gloria. También fue con Vázquez Cuestas, como Gloria (el juez será juzgado en el juicio a los magistrados cómplices de la dictadura que se hará en Córdoba). Me acuerdo que fui al juzgado y estaba él; lo habÃan nombrado juez por portación de apellido, y la primera vez que fui yo ya habÃa pasado por el hospital San Roque, porque tenÃa costillas fracturadas y por las violaciones. Me llevaron a declarar (los represores del D2 condenados a perpetua) âLa Cucaâ (Mirta Antón), el hermano de âLa Cucaâ (Jesús âBóxerâ Antón) y el âChatoâ (Calixto) Flores. Esa era mi custodia. Ellos me llevaban y me traÃan. Y el tipo (el juez) se negó a incorporar absolutamente nada. Declarar me resultó ambivalente. Yo también tuve una especie de negación de que esto (los crÃmenes sexuales) estuviera aparte.
âNo sólo le exigà por mi compañero, le exigà por todos los desaparecidos. A mà no me pasó como a las chicas que fueron a declarar naturalmente. Yo no fui a declarar naturalmente. Declaré en el exilio, en Amnesty Internacional, en las luchas que hicimos afuera. Aquà cuando declaré sà que fue reparador. Y también lo de las violaciones. Porque me dà cuenta que estaban de soslayo.
âCada una frente al testimonio trabajó con sus propias dificultades. El tema de la violación no lo tenÃa trabajado en el marco del testimonio. Creo que lo hablé con pocas compañeras en confidencia. Si hasta era raro que habláramos de la masturbación o de las relaciones libres que tenÃamos. Me pesaba todo esto de declarar. No somos, como dicen las chicas, vÃctimas individuales. También lo somos, pero de ahà a constituirnos en vÃctimas es otra cosa. Con la violación pasó otro tanto: llegué a la declaración por mi marco teórico, pero también estuvo la necesidad de que esto nunca más pase.
âCreo que asà como a Delia le pasó con lo de Charo (en el juicio de 2010), a mà lo de la fiscal Virginia Miguel Carmona me pareció fundamental. No el click para declarar, sino un gran aporte. Ella desde lo jurÃdico marcó lo que todas pensamos acá y en general las personas que han sido violadas. De la tortura he hablado, de la violación no. Tengo amigas que todavÃa no pueden hacerlo.
N.: âPara mà el disparador para separar los tantos fue cuando nos empezamos a juntar para el video las sobrevivientes. Y ahà me dio ganas de declarar porque es algo más de género, que aporta a algo colectivo.
S.: âEn el exilio, varios años después, tuve pareja. A mi pareja más larga, que duró 20 años, no podÃa contarle porque él no podÃa soportarlo. No me dejaba hablar. El tema del interlocutor es terrible. A veces, por protegerte, terminan silenciándote.
D.: âYo podÃa contarlo, pero nadie querÃa escucharlo. ¡Ni los psicólogos! El psicólogo me dijo una vez ¿Y qué hacés con tus hormonas? Y yo le contesté: ¿Pero vos sos boludo o qué te pasa? Te estoy contando todo un rollo tremendo y a vos te preocupan mis hormonas. ¡Andá al carajo! ¡Acá el que tiene problemas hormonales sos vos! Pasa que no te quieren escuchar. Yo creo que por eso es importante el proceso social que se vive. Tal vez no toda la sociedad, pero sà una gran parte que ha querido escuchar. También creo que es importante decir que la sexualidad, ser mujer en la cárcel no sólo tenÃa que ver con las violaciones. En ese contexto tenÃa que ver con la menstruación, cuando no te daban nada para contenerla; cuando te sacaban a los bebés de los brazos a los dos dÃas de tenerlos; cuando se los llevaban era horrible. Cuando tenÃas, como yo, que abortar a tu bebé dentro de un tarro ahÃ, sola en la celda. O estaban las embarazadas y una se desesperaba porque no habÃa una puta batita para el bebé. Y cosÃamos con un hueso (hacÃan agujas con los huesos de pollo que a veces les daban en la sopa) deshilando una remera vieja, una sábana. Todo eso era ser mujer en la cárcel. No sólo la sexualidad. Era un combo muy grande. El perder la menstruación. ¡Dejar de menstruar, que les pasó a muchas! El terror, cuando no te venÃa. De si estabas embarazada o no de los torturadores. Todo eso hemos vivido y ha sido violencia.
S.: âTambién hay compañeras que aún hoy niegan que les haya pasado. Te dicen âno sé si me violaronâ.
D.: âA mà me violaron enfrente de Mario (su esposo, apenas llevaban veinte dÃas de casados). Y él dice que no se acuerda. Su mente bloqueó eso. No se acuerda. No que lo está negando. A mà me violan para violarlo a él, para someterlo a él. No lo tiene registrado. Uno para sobrevivir a veces mete la cosa en cajas y las guarda. Si te ponés en una situación ânormalâ (no de terrorismo de Estado), que te saquen el chico de los brazos y te lo llevan y no lo ves nunca más. A un bebé de dos dÃas. ¿Cómo se sobrevive? No podés sobrevivir a una situación de ésas si no la metés adentro de un marco. Para la Justicia también fue un proceso. En 2006, la fiscal, cuando declaré sobre el aborto en el tacho, me dijo ây menos mal que no se murió de una infecciónâ. Ella no tiene porqué opinar. No lo digo por ella en sà misma: era la sociedad a la que le faltaba madurar estos temas.
N.: âLas personas se conmovÃan tanto, se conmocionaban tanto, que uno dejaba de hablar.
Gloria: âMuchas veces esa conmoción inmoviliza. Es terrible para una persona saber que tu ser querido pasó por semejantes cosas. Me acuerdo de cuando me liberaron, en el 80, en Buenos Aires fui a la casa de una amiga. TenÃa unos mellicitos. A la hora del café, del mate, me dijo bueno, contanos. Y estaban ella, el marido y un amigo. No conté de las torturas; sino de las cárceles. Empecé como las tres de la tarde y de pronto me dà cuenta de que habìa oscurecido. Entendà que a veces una tiene que ver qué cuenta. Después, siempre tuve en cuenta proteger al interlocutor.
G.: âSe establecieron responsabilidades.
N.: âEl mandato para otras generaciones, es que se puede y que se debe.
G.: âCreo necesario decir que los juicios restañan pero no restituyen. Los muertos no resucitan. Los chicos no han sido devueltos. Pero sà estos juicios son inclusivos. Necesarios. Deben seguir haciéndose.
S.: âA mà la ternura me ayudó.
N.: âEl paso que me falta, es que esto para mà va a ser sanador cuando la sociedad lo incorpore.
S.: âPero también el duelo es individual. Encontrar los restos es muy importante. Eso sà va a ser una sanación.
D.: âLa justicia, la memoria, se construyen y se trabajan todos los dÃas. Y eso es colectivo. Nadie se salva solo.
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