DÃas pasados estaba preparando una conferencia y la búsqueda bibliográfica se volvió caótica. Nunca me hubiera imaginado caer en una reflexión del ex presidente de Francia (1974-1981) Valéry Giscard d´Estaing que venÃa de la derecha y habÃa derrotado a un socialista, Françoise Mitterrand. Era universitario, tenÃa cuatro hijos y fue elegido presidente a los 48 años, con una voluntad de modernización que le valió varias crÃticas en su paÃs y a su gestión; simplificó el protocolo y a su pedido se legalizó el divorcio por mutuo acuerdo y estimuló el ahorro de energÃa en los ses. Inclusive encontré algunas similitudes con nuestro actual presidente. Pero luego las similitudes fueron despareciendo. En 1974 se promueve en Francia la ley Simone Veil de despenalización del aborto. A posteriori hubo una reunión entre el Presidente de Francia y el papa Juan Pablo II donde se quiso disuadir al presidente Giscard d´Estaing para que no promulgara la ley. El relato fue el que transcribo: 476p9
ââ (...) Yo soy católico, le dije (al papa Juan Pablo II, durante una entrevista realizada en El Vaticano), pero soy presidente de la República de un Estado laico. No puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos (...) sino lo que tengo que hacer es velar para que la ley se corresponda con el estado real de la sociedad sa, para que pueda ser respetada y aplicada. Comprendo, desde luego, el punto de vista de la Iglesia católica y, como cristiano, lo comparto. Juzgo legÃtimo que la Iglesia católica pida a aquéllos que practican su fe que respeten ciertas prohibiciones. Pero no es la ley civil la que puede imponerlas con sanciones penales, al conjunto del cuerpo socialââ. Y añadÃa: ââComo católico estoy en contra del aborto; como presidente de los ses considero necesaria su despenalizaciónââ.
Es bueno recordar que las convicciones personales de los gobernantes son muy respetables, pero que cuando asumen la gestión del estado nacional o provincial, de un ministerio o cualquier otra istración pública, las posiciones personales deben quedar de lado a la búsqueda de soluciones o polÃticas públicas que resuelvan los problemas de la gente.
Un gobernante debe velar y custodiar para que la religión y el estado se mantengan separados evitando de esta manera presiones que puedan alterar las polÃticas públicas. Evitar el dominio teológico es un imperativo moral de los es. Por otro lado, tampoco hay que temer a las religiones como no temieron los que sancionaron las leyes del divorcio, del matrimonio igualitario o de fertilización asistida. Mantener el status quo del aborto es mantener a nuestro paÃs atado a un pensamiento propio de la Edad Media y no de la modernidad.
Los argentinos votan presidentes no para que sean teocráticos sino democráticos.
* Doctor en Medicina e integrante de la División TocoginecologÃa del Hospital Italiano de Buenos Aires
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