Más de 90 mil mujeres, unas 45 cuadras de movilización. La consigna que se prendÃa y ardÃa durante cuadras y cuadras, para apagarse y volver a prenderse poco después a lo largo de todas las columnas era âAborto legalâ. La marcha fue encabezada por una Comisión Organizadora que trabajó durante once meses, de manera incansable, y que dijo en el acto de Inauguración: âEsperamos vivirlo con intensidad, cuidarlo, que nos cuidemos entre nosotras, porque sabemos que el Encuentro molesta y que es posible que intenten provocarnos para perjudicarlo, difamarlo y quebrarloâ. ¿Qué molesta del Encuentro? ¿Será la potencia de 90 mil voces pidiendo la autonomÃa sobre nuestros cuerpos? Y haciéndola realidad. Los pañuelos verdes, una vez más, tiñeron toda la marcha con el reclamo que hoy unifica al movimiento de mujeres. La escena estaba preparada: el PRO habÃa presentado en el Concejo un pedido para que hubiera âun operativo de seguridadâ durante el fin de semana âante probables desmanesâ. Qué paradoja, las asistentes al Encuentro se sintieron más seguras que nunca en una ciudad tomada por las mujeres. Pocos metros antes de terminar la marcha más multitudinaria de la historia de los Encuentros, en la Catedral, unos 20 hombres esperaban rezando, y la policÃa estaba agazapada detrás de los fenólicos que cuidaban la iglesia mayor. Apenas cedió una de las vallas, que pudo levantar una sola manifestante, los efectivos salieron con sus cascos y escudos, a pegar palos y tirar balas de goma. La palabra represión quedó afuera de la agenda periodÃstica masiva. âIban a quemar la Catedralâ, arguye el ministro de Seguridad Maximiliano Pullaro, como justificación a un accionar policial que, según consideró la abogada de Cladem, AnalÃa AucÃa, fue âilegal y desproporcionadoâ. 4u3d7
Durante los últimos meses, la polÃtica santafesina vive bajo el fuego cruzado de los reclamos de más seguridad y pedido de mayor presencia policial, por la vÃa de las fuerzas federales. En Rosario, el Ãndice de homicidios duplica al nacional, con 224 asesinatos en 2015. En el mismo año, hubo 274 vÃctimas de violencia institucional por parte de fuerzas de seguridad. Quienes claman por la presencia de GendarmerÃa forman parte de ese coro que también se indigna por las mujeres âcon los senos al aireâ que manifiestan frente a la Catedral. Desde el PRO agitan la âineficaciaâ del Partido Socialista, que gobierna Santa Fe en una coalición con la UCR, a la vez integrante de Cambiemos. El pedido que los unifica es la mano dura. Desde el partido gobernante creen que la estrategia es esmerilarlos, dejarlos sin aire. Sin embargo, cuando se trata del Encuentro Nacional de Mujeres, las fuerzas polÃticas coinciden en que habÃa que parar a las âhordas feministasâ. La variante del gobernador Miguel Lifschitz comparando a las âinadaptadas que atacaron la Catedralâ con los barrabravas de un club de fútbol abona en un sentido parecido. Nadie se cuestiona que de un lado habÃa policÃas armados y del otro, mujeres furiosas pero desarmadas.
Las balas de goma fueron muchas. De eso dan cuenta las denuncias de dos chicas de Córdoba, que recibieron impactos a varios metros de distancia. Una de ellas marchaba por Santa Fe. La otra estaba en la plaza 25 de mayo, lejos de la policÃa. Hubo además varixs periodistas heridos. No sólo Johana Coronel, fotógrafa de la Garganta Poderosa, también Sebastián Ortega, que estaba free lance, José Granata, de la agencia Télam y Alberto Furfari, de Canal 5 de Rosario. La fotógrafa de este diario, Jose Nicolini, recibió un disparo de goma en el brazo. âEs curioso que haya habido tantas heridas con balas de goma y ninguna persona detenida. Eso deja al descubierto que el objetivo era la represiónâ, subrayó AucÃa. Con este escenario, además, las más de 40 cuadras quedaron uniformadas bajo el estigma de la violencia, la diversidad de las miles de voces por el aborto legal se cristalizaron en la única foto repetida al hartazgo. ¿Y las deudas de la democracia con las mujeres? Bien, gracias.
Antes de las andanadas de balas de goma, hubo en el frente de la catedral unos pocos rezadores de la ultraderecha católica. Flavio Infante, columnista de la revista Cabildo, era uno de los 20 que llegaron hasta allÃ, enojados con los gobiernos socialistas y con el obispo Eduardo MartÃn, porque no convocó a los fieles a defender el templo. Infante, que vive en un pueblo cercano a Rosario, exclama en su b-exspectatione: âPedimos por último, para honor de las palabras, que no se pretenda ya descalificarlas con términos de dudosa y reciente acuñación, como el de âfeminazisâ. Cumple el de âfeministasâ, no más, que es suficientemente oprobioso. Al nazismo no puede acusárselo, en verdad, de haber alentado el filicidio, la inversión sexual y la âmuerte al machoââ. Justamente, esos machos se retiraron corriendo rápidamente, cuando algunas mujeres se acercaron a mostrarles sus tetas. Ahà nomás, comenzó a salir la policÃa desde la casa parroquial de la Catedral. Y las primeras que salieron fueron mujeres policÃas sin ninguna protección. En ese momento, llovÃan piedrazos y botellazos de un puñado de mujeres que llevaban su bronca a la puerta de la institución icónica de la opresión a las mujeres. También se vieron a algunos hombres, encapuchados, que tiraban objetos. Cuando una de esas policÃas cayó, salieron los efectivos del Cuerpo Guardia de InfanterÃa, y empezaron las andanadas de balazos. Más tarde, cayeron unas pocas bombas molotov provenientes de la plaza, frente a la Catedral. De eso se valió Pullaro para asegurar que âlos heridos más graves eran de la policÃaâ.
âA mà me parece que esto fue una provocación, la comisión organizadora habÃa hablado para que no hubiera nadie en la Catedral, pero habÃa personas rezando y eran militantes de la ultra derecha. HabÃa también policÃa, cuando habÃamos acordado que no hubiera. Nos extraña y nos sorprende enormemente que Pullaro haya dicho que Ãbamos a quemar la catedral. Esto se une con un hilo muy fuerte con la ultraderecha, y es muy peligroso. Para justificar la represión dice que querÃamos quemar la catedral ¿De dónde sacó esa información? Jamás dijimos eso, al contrario. Lo último que dijimos fue cuidémonosâ, dijo Mabel Gabarra, una de las 200 integrantes de una comisión organizadora que trabajó denodadamente para garantizar el alojamiento de 35 mil mujeres en escuelas, las viandas para todas las que las necesitaban y hasta el papel higiénico en las escuelas donde se hicieron los talleres. âEn vez de ahondar en nuestras diferencias hay que apuntar a quiénes realmente tienen el poder y son nuestros enemigos en nuestra luchaâ, agregó. Por eso, la mayor parte de las columnas habÃa decidido pasar de largo de la Catedral para evitar esa provocación.
Después de la represión en Mar del Plata, en Rosario habÃa expectativas de una escena distinta. Los gobiernos provincial y municipal se habÃan mostrado amigables con la organización del Encuentro. También hubo quienes apostaron a caldear el clima. Desde muchos dÃas antes, afiches anónimos agitaron la consigna âAsà noâ, con una foto de mujeres desnudas frente al vallado. La violencia quedaba de este lado de las vallas, y asà se empezó a construir la imagen del Encuentro que se machaca ahora, en cada minuto, desde los medios de comunicación y las redes sociales. âEsas mujeres no me representanâ, dicen aquellas que se quedaron en sus casas. âCon violencia no se puede pelear por los derechosâ, arengan periodistas desde sus programas masivos. El argumento se repite en redes sociales pero también en las paradas de colectivo y en los bares. Asà se invisibiliza la escena armada para emboscar a la manifestación popular más plural, heterogénea, federal y masiva desde la vuelta de la democracia. Y hay otro mecanismo de neutralización: es encomiable lo de los talleres, donde se debate, pero no pueden pintar paredes ni salir a la calle sin control. En un contexto de criminalización de protesta social, la intención es circunscribir los reclamos feministas al rincón de la barbarie.
Con esos mecanismos, se resta la potencia movilizadora de miles de mujeres dejando sus casas por tres dÃas y mostrando sus deseos en la calle. Una movilización heterogénea con espacio para el disenso. Un grupo de chicas con las caras tapadas, que iban al costado de la manifestación, rompiendo vidrieras, recibÃan como respuestas de otras manifestantes la consigna: âSin violencia, organizaciónâ.
Lejos de eso, en distintos balcones, algunas mujeres saludaban con aplausos el paso de la marcha. En Corrientes y San Juan, a una de las que agitaba los brazos efusiva, cientos desde abajo le cantaban âmujer, que escuchas, sumate a la luchaâ. La mujer se emocionó, su llanto contagió a las miles que la esperan el año que viene, en Resistencia, marchando contra el patriarcado.
La ciudad que fue una fiesta de mujeres por dos dÃas, encontró la forma de exorcizar a las brujas. Desde antes, hombres progres se horrorizaban por la âprohibiciónâ de participar. Era necesario demostrar que las mujeres no pueden hacer su propia fiesta, solas. La discusión pública se centra en el punto de una equiparación: âEmpezaron ellasâ, dicen los periodistas de los medios masivos, y entonces se trata de las tetas al aire, los aerosoles de pintura, los piedrazos, como el origen del mal. El estado queda justificado en su represión, porque el cuidado del orden de las fachadas se convierte en la premisa fundamental.
âLo que se intenta a través de la represión es instalar que somos nosotras las violentas, y eso es lo que históricamente instala el patriarcado, que nos merecemos lo que nos pasa, las balas y que nos maten en nuestras casas. Y si bien nos queremos cuidar, no tenemos miedo. Porque esto no se para más, la potencia de la movilización es enormeâ, analizó Dahiana Belfiori, integrante de Socorristas en Red, colectivo que acompaña a mujeres que abortan en todo el paÃs. Belfiori le dio una vuelta de tuerca al tema que capitalizó la agenda periodÃstica de Rosario durante los dÃas posteriores al Encuentro, como fueron los graffitis que quedaron diseminados por toda la ciudad. âNo molesta la suciedad, sino lo que se dice. Detrás de esos graffitis hay muchas manos, muchos cuerposâ, expresó la activista. Y no es casual que uno de los temas de debate propuestos por Canal 3 de Rosario, dos dÃas después del Encuentro, fue â¿cómo le explicamos a nuestros hijos las pintadas?â. Lesbianizate, la vida es corta hacete torta, muerte al macho, pija violadora a la licuadora, comer carne es heterosexual, machete al machote, aborta por si sale policÃa, Pare de parir, fueron algunas de las cientos de consignas que se pintaron en las paredes de la ciudad, con el claro objetivo de interpelar a quienes transitan por las calles sin cuestionar los mandatos del patriarcado.
Enseguida, desde la Intendencia salieron a calcular el âcostoâ de reparar los frentes de las casas âvandalizadosâ por los graffitis. Será la Municipalidad quien los limpie. Al gobierno local le tocaba también recibir el velado reproche de varios periodistas por haber sido complacientes con el Encuentro. Del movimiento económico que significaron las 70 mil mujeres llegadas a la ciudad, ni una palabra. Nadie lo calculó. Y aunque no conviene difundir este tipo de iniciativas, rápidamente quedó al descubierto la verdadera razón de la reacción orquestada. Una página de facebook se creó âpor la prohibición del 31 encuentro nacional de mujeres autoconvocadasâ. La foto del perfil dice âno al aborto, sà a la vidaâ y en la portada se ve a una mujer pintando con un aerosol el piso frente a la catedral. Si todo esto tiene un objetivo es justamente silenciar a las miles que salen de sus casas, dejan su rutina, viajan muchas horas en un micro, duermen en una escuela, sobre una bolsa de dormir, se abrazan con otras, debaten y se transforman durante tres dÃas. Para que nunca se escuche que son miles de todo el paÃs las que piden âaborto legalâ, las que corren los lÃmites de lo tolerable en violencia machista hasta llegar a cero, las que también saben que la autonomÃa sobre sus cuerpos y sus decisiones sólo es posible en un marco de derechos.
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