Poco tiempo atrás, la astronauta Jessica Meir (@astro_jessica) publicó un video: âMi primera aventura >63,000â, la zona equivalente al espacio, donde el agua hierve de forma espontánea. Por suerte, yo iba preparadaâ. A lo que, el desconocido tuitero @caseyoquin, respondió: âYo no dirÃa que es espontáneo. La presión en la sala cayó por debajo de la presión del vapor del agua a temperatura ambiente. Simple termodinámicaâ. Entonces la red atacó y condenó la arrogancia de este , fiel representante del neologismo âmansplainingâ, compuesto por las palabras âhombreâ y âexplicarâ, utilizado para cuando un hombre dice de manera paternalista algo a una mujer. Finalmente, @caseyoquin cerró su cuenta de Twitter, porque quizá comprendió que Jessica está en el espacio porque es doctora en biologÃa marina, profesora de Harvard Medical School y desde el 2013 trabaja en la NASA: ella sabÃa lo que hacÃa. 5r4k3j
Si bien esta actitud existe desde siempre en diversos ámbitos y hacia hombres y mujeres, la primera vez que fue utilizada como expresión fue en 2008 y desde entonces, con el auge de las redes sociales, va en ascenso. Fue palabra del año en The New York Times en 2010 y en 2014 se incorporó al Diccionario de Oxford.
âNo se trata de género, sino de idoneidadâ, respondieron a montones en Twitter a la periodista Paula Gimenez (@yofermina) en su artÃculo para Diario Registrado â¿Por qué tenemos que demostrar que somos capaces?, porque somos mujeresâ, en las mismas redes, al respecto del cupo femenino. Los trolls en Internet, s sin nombre ni apellido, son los más experimentados en desacreditar argumentos. Hay estudios que demuestran, con datos duros, que interrumpimos desacreditando más a interlocutores mujeres que hombres. No es algo de género, es algo con el género.
âEs un recurso muy fácil desacreditar las cuotas diciendo que no se trata de porcentajes sino de idoneidad o aptitud, que tienen que llegar a los puestos que sean los más o las más competentes. Pero hay trampaâ, dice las LAS12 Juana Gallego, escritora española especialista en género y comunicación al respecto de la situación argentina: âSiempre se esgrime este argumento para referirse a la cuota femenina. Nadie pregunta si los hombres son idóneos o no, si tienen aptitudes o no. Solo se dice para referirse a las capacidades de las mujeres, que por lo visto las tienen que demostrar, aunque no hay ningún examen que acredite que los hombres estén capacitados para ejercer cualquier cargo o puesto de responsabilidad. A ellas se les exige demostrarloâ.
La escritora Rebecca Solnit, autora de âMen explain to meâ caracteriza este fenómeno como la tiranÃa de lo cuantificable, como lo que puede ser medido tiene siempre prioridad sobre lo que no puede serlo. El ejercicio consiste en ver el patrón y definirlo, no de apuntar a cualquier hombre por el hecho de poder pecar de todo esto. Cuál paradoja, seguramente estos términos serán desacreditados pero si no se los señala seguirán pasando como la norma: âNo es una sensación la de creer que los hombres aparentan saber siempre más que las mujeres de todo, e intentan dar lecciones incluso de aquello que desconocen. Esto significa que se han auto-otorgado autoridad y la sociedad les ha dado la autoridad suficiente según la cual su criterio âsu palabraâ siempre ha tenido más credibilidad que la femeninaâ, indica Gallego y agrega: âPor eso se tiende al mansplaining, porque ellos han interiorizado este estado de cosas según el cuál lo que dicen las mujeres es charlatanerÃa insustancial. Nos falta mucha pedagogÃa todavÃa y mucho âfeminazismoâ por mucho que les moleste a muchos hombres para contrarrestar esta actitudâ. Solnit lo compara con el âSÃndrome de Casandraâ en la mitologÃa griega, una sacerdotisa con don de la profecÃa certera pero maldecida a no ser creÃda por nadie. Por eso, aunque ella avisó, Troya ardió.
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