Esta viejita auténticamente subversiva âfabricante de grandes arañas a las que llama Mamá o de penes erectos de medio metro a los que bautiza Fillette (chiquilla o muchachita)â, que tuvo su gran retrospectiva en el MoMA de Nueva York recién a los 70 pirulos, nunca se quejó de no ser reconocida. En verdad, desde que se fue a vivir a los Estados Unidos en 1938, al casarse con el historiador de arte Robert Goldwater, Louise Bourgeois hizo todo lo contraindicado para alcanzar la fama: trabajó a solas, no trató de tener prensa, se mantuvo al margen de modas, escuelas, corrientes. Por supuesto que en esas décadas âlos â40, los â50, los â60, los â70â, hubo gente conocedora de su arte personalÃsimo y a menudo polémico, y también galeristas interesados en exponer sus trabajos, sobre todo desde que hizo su primera muestra, Painting by Louise Bourgeois, en la Bertha Schaffer Gallery, en Nueva York (1945). Por ese entonces, ya habÃa comenzado con la serie de las Femmes Maison (1940-1947), dibujos en tinta china y óleo sobre lienzo de mujeres con tronco de casas (o de casas con femeninos). Ya en los â40, pues, Bourgeois veÃa la identidad femenina cargando con el lastre del hogar, sin rasgos completamente propios, la cabeza de la mujer metida en el edificio. En 1979, a los 68, cuando ya se habÃa consolidado su extraordinaria obra como escultora y se estaban multiplicando las exposiciones, escribÃa Louise B. en sus Apuntes o âpensamientos de biromeâ: âTengo un gran complejo de culpabilidad a la hora de promover mi obra, tanto es asà que cada vez que he estado a punto de abrir una muestra, me daba algún tipo de ataque. De modo que en un momento decidà no intentarlo más. TenÃa la sensación de que la escena artÃstica pertenecÃa a los hombres y de que yo estaba, en cierto sentido, invadiendo sus dominios. Por eso, hacÃa las obras y las escondÃa. Aunque nunca destruà ninguna, he guardado cada pieza. Hoy estoy haciendo un esfuerzo por cambiarâ. El citado texto de la artista aparece transcrito en Destrucción del padre/Reconstrucción del padre, reciente publicación de Editorial SÃntesis, Madrid, para la colección âEl espÃritu y la letraâ. Dicho libro, que se consigue en librerÃas especializadas en arte (o se puede encargar), reúne, además de algunas de las anotaciones personales de Bourgeois, una antologÃa de sus declaraciones formuladas en varias entrevistas a lo largo de los años y en un documental, Chère Louise (1995), realizado por Brigitte Cornand para la televisión sa. El tÃtulo de este volumen, ilustrado con imágenes de las principales obras de la artista, alude a una pieza capital de L. B., La destrucción del padre (1974), inspirada por la conflictiva relación con su progenitor, Louis Bourgeois, un hombre de apabullante omnipotencia, que engañaba a su mujer con la institutriz de sus hijos y que denigraba reiteradamente, con alevosÃa, a Louise por su condición de mujer (él habÃa deseado un varón y ella siempre sintió que tenÃa que hacerse perdonar por ser una chica). âEl objetivo de La destrucción del padre era exorcizar el miedoâ, decÃa L. B. en los â80. âDespués de que se expuso, me sentà una persona distinta. La razón que me llevó a hacer esta obra fue la catarsis o purificación. De niña, me daba mucho miedo cuando en la mesa del comedor mi padre no dejaba de alardear, se jactaba una y otra vez de sus logros. Y cuanto más grande pretendÃa volver su figura, más insignificantes nos sentÃamos sus hijos. Mi fantasÃa era: lo agarrábamos con mis hermanos, lo ponÃamos sobre la mesa, lo troceábamos y lo devorábamos... En la escultura hay una cama y una mesa. Ambos muebles forman parte de nuestra vida erótica. En su esencia, ambos son el mismo objeto.â 4d5p
Restauradora
de tapices y estatuas
Louise Josephine Bourgeois nació en ParÃs el 24 de
diciembre de 1911. Hay dos versiones que explican la elección del nombre,
ambas provistas por la propia interesada en distintas ocasiones: una, porque
se trataba del femenino del nombre del padre; la otra, âporque mi madre
era feminista y socialista. Su ideal femenino era Louise Michel, una especie
de Rosa Luxemburgo sa. En realidad, todas las mujeres de su familia eran
feministas y socialistas, y defendÃan orgullosamente sus conviccionesâ.
La madre y la abuela de Louise crecieron en Aubusson, pueblo fundado en el siglo
XVI por artesanos tapiceros llegados del Norte que descubrieron las cualidades
del rÃo Creuze, sus aguas ricas en tanino que volvÃan las lanas
más receptivas a los tintes. âMi padre, en cambio, era de ParÃsâ,
apuntó LB a fines de los â70, âtan sensible y poco racional
como mi madre era paciente y razonable. Se llevaron bien hasta que la guerra
interfirió en esa relación. Entonces, él empezó
a interesarse en otras mujeres y mi madre soportó sus escapadas...â.
El jardÃn de la casa familiar, donde la madre dirigÃa un taller
de restauración de tapices, estaba poblado de estatuas de plomo de los
siglos XVII y XVIII que el padre compraba en sus viajes y que requerÃan
tratamientos con los que la niña estaba familiarizada. Además,
Louise participaba de todo el trabajo de puesta a punto de las lanas. A los
8, empezó a dibujar pies para los tapices los dÃas que no tenÃa
colegio. Después de la Primera Guerra Mundial, la familia Bourgeois se
mudó a ParÃs, a orillas del Bièvre, otro rÃo propicio
para las tareas de la madre que, en algún momento, decidió restaurar
solamente tapices anteriores a 1830, de cierta urdimbre de lana, asÃ
como rechazó los tintes quÃmicos a favor de los naturales, de
mejor calidad y rendimiento, según sostenÃa.
Después de cursar el liceo, Louise fue a la prestigiosa Escuela del Louvre
y también asistió a talleres de artistas reconocidos como Fernand
Léger, de modo que su formación âiniciada con las prácticas
caseras de remozamiento de tapices y estatuasâ resultó muy completa.
Una vez recibida, entró a trabajar como docente en el Louvre, donde conoció
al norteamericano Robert Goldwater, notable historiador de arte, se casó
con él y en 1938 se trasladó a vivir en Nueva York. AhÃ
fue que le resultó útil el inglés que habÃa aprendido
de chica con Sadie, la institutriz que vivÃa en su casa y se acostaba
con su padre, sumiendo a Louise en angustiantes sentimientos de confusión
y traición.
El cambio (de estado civil, de paÃs, de idioma, de ambiente artÃstico)
fue muy fuerte y estimulante para Louise Bourgeois. Se estaba generando un nuevo
epicentro vanguardista, pero ella no tenÃa ninguna ansiedad por figurar.
Y si bien se relacionó âen algunos casos estrechamenteâ con
varios artistas, se aisló para trabajar en forma independiente. Recién
a los 34 ofreció su primera muestra individual. âPara mÃ
fue un suceso afortunado que el mercado de arte decidiera dejarme de lado, asÃ
pude trabajar a mi aire durante quince años. Tuve el privilegio de gozar
de mi propia intimidadâ, ha dicho esta creadora de La destrucción...
que tuvo con Goldwater âquien en esa época ganaba un sueldo modesto
como profesorâ tres hijos varones. Desde el vamos, Louise Bourgeois se
inspiró en la infancia que, para ella, ânunca perdió su halo
mágico, su misterio, su dramaâ. Según la modeladora de lo
que ella misma llama âabstracciones emocionalesâ, âcada dÃa
has de abandonar tu pasado, o aceptar. Si no lo puedes aceptar, te convertÃs
en escultoraâ.
Anatomia
no es destino
Ya en 1971, LB la tenÃa clarÃsima: âUna mujer
no tiene lugar como artista hasta que prueba una y otra vez que no será
eliminadaâ. Y al año siguiente, preguntada sobre si el arte tenÃa
un género, ella respondÃa: âLa necesidad interior de un artista
de ser artista conecta Ãntimamente con su género y su sexualidadâ.
En la misma década, la artista se referÃa en la revista New York,
en un artÃculo firmado por Dorothy Seiberling, a la fusión de
lo femenino y lo masculino en su obra, âen la que siempre han existido
sugerencias sexuales. A veces toda mi preocupación se centra en las formas
femeninas, como en los racimos de pechos, pero a veces fusiono la imaginerÃa
masculina y femenina y hago pechos fálicos. Mi escultura de mármol,
Mujer cuchillo, engloba la polaridad de la mujer. ¿Por qué las
mujeres se convierten en cuchillos? No nacieron como tales, se las hizo asÃ
a través del miedo. En este trabajo, la mujer es una figura defensiva.
Para defenderse, se identifica con el pene, trata de tomar la misma arma del
agresor. Este es un problema que parte de la infancia y de la falta de una educación
razonable y comprensiva. Cuando yo era chica, se hablaba del sexo como de algo
peligroso. Es importante mostrar a las chicasâ, remarcaba Bourgeois hace
30 años, âque ser sexual es algo natural y que los hombres también
pueden sentirse desamparados y vulnerablesâ.
Cuando en 1990, ya famosa y solicitada por muestras internacionales y museos
del mundo, Robert Mapplethorpe quiso retratarla en su estudio, ella se presentó
sin maquillaje, con sus canas y su Fillette de látex bajo el brazo, con
ese aire de señora mayor entre pÃcara e inocente que quedó
en la foto. âElegà a Fillette porque sabÃa que si sujetaba
y mecÃa esta escultura me iba a sentir más cómodaâ,
explicó luego con toda naturalidad. âEl falo es un objeto donde
proyecto mi ternura. Esta pieza trata de la vulnerabilidad y de la protección.
Tengo una familia de cuatro varones, también supe cuidar a mi hermano
menor. Y aunque siento que el falo necesita de mi protección, eso no
significa que deje de tenerle cierto miedo...â.
Asà es nomás Louise Bourgeois, una resentida (en el sentido de
tener sentimientos de pesar o de enojo por algo) que ha sublimado sus traumas
de infancia en el arte, hasta haber llegado a sentirse una especie de asesina
en su taller. Reconoce que no practica un feminismo militante, sólo simpatizante,
que se expresa en el profundo interés por todo lo que hacen las mujeres,
âpero sin dejar de ser una solitaria empedernidaâ.
Entre los trabajos de la última década âEsferas de cristal
y manos, El arco de la histeria, Habitaciones rojas, Celdasâ se destacan
las arañas descomunales, que identifica con la madre que provee seguridad,
una de las cuales está en la Tate Gallery de Londres, conviviendo más
o menos pacÃficamente con piezas de Joseph Beuys, Rodin, Picasso, Duchamp,
Warhol, Hockney. Según la historiadora española Estrella de Diego,
âlas arañas tienen algo de aguja que repara los daños y recompone
el mundo. Y para Bourgeois, representan la madre, la casa por antonomasia, la
que protege y mantiene alejados a los merodeadores indiscretosâ. En 1999,
Annie Leibovitz presentó en Washington su muestra Women, que dio origen
a un libro prologado por Susan Sontag. Allà entre imágenes de
trabajadoras de fábricas y cabaréts, personajes como Gloria Steinen,
Courtney Love o Toni Morrison, impacta el perfil desafiante de Louise Bourgeois
que ilustra esta nota. Su cara atravesada por un millón de arrugas quizás
sea su mejor escultura.
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