En Argentina, el 96,55 por ciento de los 631.695 s civiles del 1.200.00 armas de fuego registradas son varones y el 3,45 por ciento mujeres, según datos del Registro Nacional de Armas (Renar). Sin embargo, alrededor del 60 por ciento de las 66 mil armas que fueron entregadas al Plan Nacional de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego, desde el 10 de julio, en donde el gobierno implementó una serie de beneficios âlegales y económicosâ para sacar los revólveres de los cajones y frenar la violencia fueron mujeres. âCon esta arma mi marido me amenazabaâ, dijo una mujer frente a un mostrador en donde se inutilizan las armas y no se toman datos personales âpara respetar el anonimato y fomentar la confianzaâ, pero sà se escuchan ây muchasâ historias de mujeres que se deshacen de la amenaza interna. 721536
Una de las mujeres que dejó una de las 60 mil armas âpero no sólo ellaâ habÃa sido golpeada muchas veces y también habÃa sentido el fierro frÃo en el cuello. El golpe sin fin y también el latido en su casa, en su propia casa, de la muerte que su marido encerraba âcomo si la vida y la muerte de ella entraran en su gatilloâ apenas con llave.
âEn la mayorÃa de los femicidios el medio empleado para asesinar a la mujer son las armas de fuego. El riesgo y las posibilidades de muerte para una mujer se incrementan notoriamente si hay en su casa un arma de fuego. También, lamentablemente, las armas son muy utilizadas por los hombres violentos para amenazar y violar a las mujeresâ, recalca la abogada Susana Cisneros, una de las autoras, junto a Silvia Chejter, del libro Femicidio e impunidad. En esa investigación, se demostró que la verdadera inseguridad, para las mujeres, se encuentra puertas adentro y que esa inseguridad crece cuando la inseguridad de afuera es pretexto, excusa o justificación para tener un arma.
En el setenta por ciento de los 1284 crÃmenes hacia mujeres cometidos en la provincia de Buenos Aires entre 1997 y el 2003, según datos de la PolicÃa Bonaerense, el asesino era la pareja, ex pareja, marido, novio o ex novio de la mujer asesinada. En 669 de esos asesinatos las mujeres murieron cuando sus asesinos dispararon un arma y en 191 de los casos fueron muertas por armas blancas, según la radiografÃa de la violencia de género reflejada en Femicidio e Impunidad que demuestra que el gatillo fácil de las armas hace más fácil y más peligrosa la violencia de género.
âEl hogar MarÃa Pueblo trabaja en violencia familiar en La Plata. Nos llamaron para entregar seis armas que llevó una mujer golpeada porque su marido la amenazaba y querÃa deshacerse de ellasâ, relata el abogado DarÃo Kosovsky, miembro de la Red Argentina para el Desarme, del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia (Ilsed) y autor del libro El ciudadano sheriff: armas y violencia en la Argentina, de Capital intelectual. DarÃo analiza la adhesión femenina al plan de desarme con la vulnerabilidad de las mujeres al otro gatillo fácil, al que no es de la policÃa de manera institucional, pero que igual gatilla, igual es fácil o igual gatilla sin gatillar y sin simulacros de fusilamiento, con el gatillo puesto ahÃ, en los cajones donde se guardan toallas o medias o fotos o revólveres. Que no es lo mismo. âLas mujeres entregan más las armas de fuego porque son vÃctimas directas de la violencia fÃsica que se ejerce con ellas y de la violencia con que se usa la intimidación como elemento simbólico y de subyugación. La idea de âsoy el machoâ algunos hombres lo usan como factor identitario para imponerse a una mujer con un objeto fálico como una pistola.â
Pero no es sólo el sinónimo sexual explÃcito entre pistola y pene o que el acto sexual esté hoy cantado âincluso por una publicidad oficial para alentar el uso de preservativosâ como el bang bang por esto de que tener sexo es estar a los tiros lo que delata las relaciones âdesigualesâ de poder que dan las armas. También hay mutilaciones invisibles, sin tiros disparados de frente, pero que igual acribillan la cotidianidad femenina.
âHay efectos de la proliferación de armas de fuego sobre las mujeres que están totalmente ocultos âresalta Kosovskyâ. Por ejemplo, la cantidad de pibes y hombres jóvenes que usan armas para delinquir y están destinados a caer presos o a morir en un enfrentamiento con la policÃa (porque el sistema está preparado para perseguir a pibes jóvenes y pobres y no otra cosa) y que terminan dejando a esposas, madres, hermanas solas con uno, dos o seis hijos que mantener que son las que se convierten en militantes de las causas de sus maridos, hijos o hermanos y las que hacen cola en los penales, las que pelean en los juzgados, mientras mantienen a los chicosâ.
âEn el imaginario circula la imagen de que un arma de fuego es igual a un pibe que chorea. Pero las más de dos millones de armas que circulan en la Argentina âdeclaradas y no declaradasâ tienen mucho más impacto que el visibleâ, señala el abogado del Plan de Desarme, que sólo en BahÃa Blanca y sólo en tres dÃas, en un stand rotativo de esta campaña que circula por los pueblos del interior del paÃs, ya sacó de circulación âa cambio de una suma de dinero que ronda entre los 450 y los 100 pesosâ 400 armas.
Las mujeres golpeadas y/o amenazadas, las viudas âque heredaron armas de sus maridos que no saben ni quieren poder manejarâ, las que quieren salvar a los hijos de un accidente en el hogar, las que no quieren que si un ladrón entra el robo pueda terminar en violencia o crimen y las que tienen miedo de que el miedo social se convierta en su mayor enemigo son las que están esfumando la ligereza blindada de las balas de sus vidas cotidianas.
Milton Taborda tenÃa 14 años y andaba en el Renault 12 el miércoles 5 de diciembre a las 9 y media de la mañana. Un auto se acercó al auto. Unos hombres discutieron por la ventanilla con su papá. Un revólver se asomó por la discusión. Una hipótesis de ajuste de cuentas se asoma en las noticias de la muerte de Milton, otra muerte por sobredosis de armas. âHoy se utilizan mucho los ajustes de cuentas por problemas que antes se podÃan resolver a las piñas o a través de otros elementos de resolución de conflictos que tendrÃan que venir del Estado. Las armas no se usan sólo para chorear. Hoy tenemos muchas más muertes por conflictos con armas de fuego, especialmente en Santa Fe. Hay muchas medidas para implementar, pero que tienen que ser contraculturalesâ, remarca Kosovsky, para que el ajuste de cuentas no se convierta en una frase que parece explicar todo cuando no explica nada.
Las noticias caen como balas que ningún Matrix puede detener, lentificar, volver atrás. Las balas disparan muerte. Y la palabra accidente ni siquiera está accidentalmente mal puesta. Aldana González tenÃa diez años y fue de visita con su papá, MartÃn, a la casa de una familia amiga, en el barrio Alejandro Heredia, de Tucumán. Su papá dormÃa y ella le agarró la riñonera. En la riñonera habÃa una pistola calibre 22 y a Aldana, jugando, se le cayó. El arma se disparó en su axila.
Pero la muerte de Aldana ni siquiera ây el siquiera no es consuelo o justicia o resucitación ni nadaâ hizo aire, eco, en Buenos Aires. No sorprende que los chicos y chicas mueran por las armas. O no se dice. En el soplido de noticias, a veces, también hay intenciones de provocar algunos ecos. Y callar otros. El 88,1 por ciento de las personas en la Ciudad de Buenos Aires consideran que es muy o bastante probable que vayan a ser victimas de delitos, según un sondeo de sensación de inseguridad, realizado en el 2005, por la Dirección de PolÃtica Criminal del Ministerio de Justicia. Sin embargo, el 29,4 por ciento fue victima de un delito. Tres de cada diez fueron robados o asaltados pero nueve de cada diez creen que van a serlo. En cambio, en la Provincia de Buenos Aires, siete de cada diez asesinadas fueron muertas sin que nadie tuviera que forzar su cerradura, trepar su reja, callar su alarma o romper la puerta. La inseguridad pública está aumentada por la percepción social y la inseguridad doméstica está silenciada por la minimización de la dimensión de la violencia de género.
Sin embargo, para alentar el desarme social no se puede ignorar el humor âo el temorâ social. La inseguridad es un fantasma pero también un susto, soplado por los medios, pero que hace cuerpo entre los pasos y los miedos. âNo se puede negar que la gente tiene miedo y que los que más sufren el miedo son los sectores más pobres. Hay menos inseguridad objetiva. Pero la gente se pregunta â¿A mà quién me protege?â. Y también es cierto que hay nuevas formas de violencia y más intensidad en la violencia en ocasión de un delito. Sin embargo, ha ido bajando la compra de armas por civiles en el último tiempo por haber instalado la promoción de la entrega de armas, por la mayor dificultad para anotar las armas en forma legal, aunque, también, todavÃa el sistema estimula a que la gente se arme másâ, advierte Kosovsky.
â¿Por qué tenés un arma?
âPor prevención. Siento que es la única manera de defender a mi familia.
â¿Te pasó algo concreto?
âNo. Pero en diciembre pasado empecé a sentir que la inseguridad se estaba volviendo un hecho cotidiano. Vivimos como en un bunker, mientras los ladrones están afuera y pueden hacer con uno lo que ellos quieran.
âAhà compraste el arma.
âMi papá y mi marido siempre tuvieron armas. Yo las odié toda mi vida.
Jamás me les acerqué. Pero ahora hice un clic âle dijo, Viviana, de 36 años y dos hijos a la periodista Fernanda Sanguinetti, de Para Ti, en una nota que retrataba el aumento de las mujeres que empezaban a practicar tiro o a usar armas, en el 2002, justo después de la crisis.
En una sociedad que avanza y retrocede o en la que conviven los juicios contra el gatillo fácil con los pedidos de mano dura pero en los que los cultores de la mano dura terminan enjuiciados por la justicia, los discursos conviven y se amalgaman y no todas las mujeres son activistas del desarme para que las grietas sociales no terminen en pozos ciegos. âEn Argentina resurge el ciudadano sheriff o el cowboy norteamericano con el discurso: âYo soy el macho del hogar y voy a salvar a mi familia y al hogarâ. La ley prevé el uso de armas de fuego si no hay policÃa en la zona. No es lo que pasa hoy en donde se usan armas de fuego para una inseguridad subjetiva y social. Es la idea de una solución mágica de un polÃtico o de un arma de fuego para defenderte de los malos que pueden entrar a casa, sin conocer los riesgos. El arma no puede estar desmontada, ni descargada porque un arma arriba de un placard no facilita la defensa imprevistaâ, detalla Carola Concaro, licenciada en Ciencias PolÃticas e integrante del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip) y miembro de la Red Argentina para el Desarme.
Concaro evalúa que el Plan de Desarme no va a revertir la fantasÃa del sheriff antiinseguridad, pero que sà alertó sobre los riesgos del arma en el cajón. âTodavÃa no se puede medir el impacto del plan de desarme pero sà que la comprensión del riesgo de las armas empieza a calar más hondo en la sociedad. Muchas mujeres que vienen a dejar sus armas dicen: âNo me trae buenos recuerdos, entiendo el riesgo para los chicos, tengo miedo que entre un ladrón pero tengo más miedo de tener un arma en casaâ. El plan es un éxito en el sentido de una reversión de la idea pro-armista, aunque haya cÃrculos que todavÃa defiendan las armas a ultranza.â
Espejo es el nombre de la calle, al sur de Ituzaingo, donde murió MatÃas, de 11 años, el lunes 19 de noviembre. A MatÃas lo mató su hermano de 12, aunque su hermano disparó, en verdad, el arma de su papá, un oficial de la PolicÃa Bonaerense, cuando estaban solos, en la casa, pero no tan solos, con un arma ahÃ, atrincherando los juegos con la ruleta rusa de una escopeta de caza calibre 12.70 ahà cerquita de donde ellos ya, cerquita de la cena, a las nueve de la noche, buscaban galletitas, para amenguar la espera. Pero no fue una muerte entre hermanos. Fue un espejo de la sed de caza en una casa sin protección para los chicos, para que sean chicos, para que sean libres, sin peligros cerca, dentro, en medio, de su casa. La muerte de MatÃas fue un espejo. Un espejo del riesgo del gatillo fácil. Del riesgo del gatillo.
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