Llegué tarde para ser redactora de La Camelia, de La Aljaba, de La Alborada del Plata: éstas fueron las primeras publicaciones rioplatenses relacionadas con la emancipación femenina. Entre sus eslóganes se leÃa: âLibertad. No licencia. Igualdad entre ambos secsos (sic)â, âDedicada al bello séxo Argentino (sic)â, âSin ser niñas ni bonitas, no somos viejas ni feasâ. En realidad, lo que más lamento es haber nacido 100 años después de que Juana Manso se jugara sus ahorros e hipotecara su casa para fundar, dirigir y escribir Album de señoritas. Me habrÃa encantado trabajar con ella, tener como brújula la fiebre de una de las primeras escritoras en desplantar no sólo al protector seudónimo, sino a las poderosas Damas de Beneficencia (según cuenta Graciela Batticuore en La mujer romántica). 42424
Pero llegué a tiempo para escribir en Las12, para ser su soldadera, para marchar al pulso de otra editora cautivante. Entiendo que a pesar de las distancias en el tiempo y en las conquistas, hay una vocación común: âSi algún mérito tienen (estas páginas), es la pretensión de conservar a los venideros la tradición escrita de los dolores que han trabajado nuestra sociedadâ, como firmó Manso en el folletÃn que apenas duró unos meses, por falta de lectoras.
Hace 10 años, yo trabajaba en una oficina. Todos los viernes llegaba el Página, y miraba el suplemento de reojo. Después fui creciendo, a mis hermanas, a mis amigas y a mà nos fueron pasando cosas âembarazos no deseados, injusticias salariales, compañeros de trabajo demasiado babosos, diagnósticos difÃciles, novios violentos, divorcios sin cuota alimentaria...â y eso era: Las12 me ayudaba a entender. A descifrar.
Empecé a escribir sobre temas femeninos en Elle; lo que menos aprendà fue de moda, Claudia Pasquini y Ana Torrejón me enseñaron que habÃa que mirar más allá. A su vez, me acerqué a los llamados temas sociales siendo parte del equipo de Hecho en Buenos Aires, la revista que vende la gente con problemas de vivienda. En Las12 encontré la sÃntesis de ambos espacios: temas sociales con perspectiva de género. Escritos con el corazón en la mano, y sin guantes ni barreras. En Elle me enseñaron, también, que las periodistas no somos personajes: somos periodistas. Y yo agrego: puentes, servidoras, contadoras de historias, querellantes, disconformes, lobbistas, soñadoras. ¿Ingenuas? CreerÃa que no. Como dijo Poniatowska: âLa fuerza de la gente da mucha esperanzaâ. Conservo la esperanza, al menos, de empezar por casa a generar conciencia. Más o menos me va, pero yo sigo. Cuando peleo con mi novio, el guión se repite, la discusión siempre pronuncia el mismo diálogo:
â¡Dejá de escribir en Las12 y se te va a pasar!â chicanea él.
â¡Qué decÃs! âle grito. Y luego pienso: âPuedo dejar de escribir en Las12, já, total, lo peligroso es... que deje de leerloâ.
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