Hace poco más de una década, en algún claustro de la Universidad de Buenos Aires se concursaba un cargo académico en el área de las ciencias médicas. Una docena de hombres y una mujer se postularon para ese cargo. Durante la evaluación hubo una sola persona a la que los tres señores del jurado le preguntaron si tenÃa hijos y si serÃa capaz de compatibilizar sus responsabilidades personales con las profesionales. ¿Adivinen quién fue? 3w5j6d
La anécdota de la médica âforzada a responder algo que a ninguno de sus colegas se le habÃa requeridoâ fue una de las tantas que la semana pasada salieron a la luz en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA durante la presentación del Informe Internacional de la Unesco sobre Ciencia, TecnologÃa y Género, en el que participó como contraparte local la Red Argentina de Género, Ciencia y TecnologÃa (RAGCyT).
El informe âque por ahora está disponible en inglés y que en breve estará traducido al castellanoâ es una especie de diagnóstico sobre las disparidades entre hombres y mujeres en el área de ciencia y tecnologÃa, que pretende llegar a gobiernos nacionales y regionales, parlamentos, universidades y asociaciones cientÃficas, asà como también a empresas públicas y privadas, con la idea de generar conciencia sobre un problema acuciante de discriminación y también de promover polÃticas públicas tendientes a cambiar esta situación.
De acuerdo con los datos del informe, en Estados Unidos tan sólo el 21 por ciento de quienes se gradúan en fÃsica son mujeres, en Argentina estamos un poco mejor, las fÃsicas son casi una tercera parte del total. Mientras que en los paÃses de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) las mujeres son, en las regiones más equitativas, el 30 por ciento de los graduados en matemáticas y ciencias de la computación.
Que ciertas áreas del conocimiento queden reservadas para los hombres trae como consecuencia una ciencia sesgada y pobre, si se considera que buena parte de los recursos humanos que habrÃan podido alimentarla quedaron en el camino. Pero además, dice el informe, las mujeres que no acceden a ciertas áreas del saber hoy juegan en desventaja en el mercado laboral. Los puestos de trabajo mejor remunerados son los relacionados con la informática y las ingenierÃas. Y allÃ, claro, es donde las mujeres escasean. âEstá faltando masa crÃtica para realizar trabajos calificadosâ, alertaba la neuróloga Silvia Kochen, investigadora del Conicet e integrante de la RAGCyT.
Ninguna de las organizaciones que suscriben el informe de la Unesco suponen que pueda haber algún tipo de inclinación genética hacia ciertas áreas del saber, sino por el contrario, iten que el desarrollo de unas y otros forma parte de una construcción social en la que los estereotipos de género juegan un rol primordial. ¿Por qué las nenas juegan con muñecas y los nenes con autitos? ¿Por qué las computadoras familiares suelen estar en la habitación del hijo varón? ¿Por qué todavÃa maestras y maestros suelen estimar que las jovencitas pueden resolver un problema matemático gracias al esfuerzo mientras que los varones lo hacen simplemente por su inteligencia? ¿Por qué las mujeres tienen que demostrar que son capaces (de subirse a un rompehielos para buscar muestras de plancton en alguna zona antártica, pero también de compatibilizar sus responsabilidades personales con las profesionales) mientras que se da por supuesto que los hombres lo son?
La ausencia femenina, claro, no se da sólo en ciertas áreas del conocimiento sino también en ciertos lugares de la jerarquÃa académica y profesional. Lo que predomina, también en la mayorÃa de los paÃses, en el Sur y en el Norte, es un figura en forma de pirámide que es la que sintetiza la presencia mayoritaria de mujeres hacia el comienzo de las carreras, en los estamentos más bajos, y su casi inexistencia en los niveles más altos, allà donde se toman decisiones y se dispone de más recursos.
Se podrá alegar que las cosas están cambiando, que en la Argentina, por ejemplo, no sólo tenemos una presidenta de la República, sino también una presidenta en el Conicet, que por primera vez en 50 años acaba de incorporar a una mujer (la doctora en fÃsica Marta Rovira) para presidir el organismo. Sin embargo, de acuerdo con los datos recopilados por la RAGCyT para el informe Unesco, el panorama en el paÃs no ha variado sustancialmente. Como hace una década atrás, las mujeres son algo más de la mitad en el nivel más bajo de la carrera de investigador (la de asistente), pero cinco escalones más arriba, en el nivel más alto (el superior) las féminas no llegan al 10 por ciento. â¿Dónde desaparecieron? ¿Qué les pasó a esas mujeres?â, se preguntaba Ana Franchi, directora del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos (Conicet) y también integrante de la RAGCyT.
Una de las certezas que se tienen en relación con el progreso de las mujeres en sus carreras cientÃficas es que la opción de la maternidad resulta un punto de inflexión, mientras que para sus colegas varones la paternidad no implica un cambio sustancial.
Para las mujeres sigue siendo un problema recurrente el poder compatibilizar vida familiar y académica. Las becarias, por ejemplo, no tienen guarderÃa para sus pequeños y tampoco suele tenerse en cuenta el cuidado de los niños en los congresos.
âNo hay una polÃtica clara en relación al temaâ, señalaba Silvina Ponce Dawson, directora del Departamento de FÃsica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. âNo hay mecanismos institucionalizados para tener en cuenta los perÃodos en que las mujeres, por cuestiones familiares, no pueden trabajar.â
Un reclamo recurrente de las cientÃficas suele ser que se extiendan para las mujeres con hijos los tiempos de las becas y los lapsos para empezar y realizar el doctorado, ya que este perÃodo de formación suele coincidir con la etapa fértil.
âEs necesario discutir en forma pública, poner estos temas en la agendaâ, afirmaba la socióloga MarÃa Elina Estébanez, del Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior. âNo hay ausencia de información, sino de polÃticas.â
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