âNo, no pensé en irme, Argentina es mi paÃs de adopción. En ese momento, hacÃa 7 años que vivÃamos acá y lo que me sucedió podÃa haber pasado en otro lugar del mundo. Me encanta este paÃs, la gente siempre me ha manifestado mucho cariño y me querÃa quedar a pesar del mal momento. 3r925
âLa verdad es que nunca se me habÃa cruzado por la cabeza querer condenar a muerte a la gente que me secuestró hasta que empecé a escuchar esas voces. No le deseo la muerte a nadie, y tampoco tuve que perdonar a los secuestradores porque nunca surgió en mà el rencor hacia ellos.
âLo que yo llamo el âinstinto animalâ es una de las cosas que me ayudaron a encontrarme con la paz interior cuando estaba en el caos del cautiverio. Allá adentro, las cosas se dan o no y vos hacés lo que podés en cada momento. Cuando vi que, en las primeras horas mi nivel de angustia era tal, no tuve más remedio que buscar herramientas para salir de esta adrenalina de miedo. Alimentar mi cuerpo con la respiración y mantener mi mente en el momento presente fueron las herramientas que me ayudaron a recuperar la calma. Al focalizarme en mantener en esa conducta, poco a poco me despojé de todo lo inútil y ahà toqué lo que yo llamo el instinto animal, el de no pensar o no juzgarme y vivir el momento presente. Allá mi aspecto era en ciertos momentos muy parecido al de un animal y no me importaba porque lo habÃa aceptado también.
âNo dejas de tener miedo en un momento preciso, yo trabajaba duro en cada instante para no pensar en todo aquello que me generaba angustia. El miedo está omnipresente cuando estás adentro, el miedo a morir te amenaza en cada minuto y vivir con eso me era insoportable. En la escena de âlos niñosâ era domingo de mañana, hacÃa cinco dÃas que estaba cautiva, rezando y en silencio la mayorÃa del tiempo además de comer muy poco, casi podrÃa decir en ayuno. Esa mañana estaba todo tranquilo, la paz ya me acompañaba y los secuestradores empezaban a familiarizarse con mi modo muy pacÃfico. Sentà mucha compasión por esos niños en ese entonces. No podÃa dejar de comparar sus vidas con la de mis hijos.
âAllá sentÃa que estaba en el umbral de la muerte en cada momento. En ese lugar de cautiverio, no tenÃa otra opción que entregarme, lo que me llevó a dar gracias por todo. AgradecÃa en voz alta cuando se me acercaban para darme agua o comida, también me salÃa agradecer hasta cuando me volvÃan a atar. Ellos se sorprendÃan creo. No lo hacÃa por amor, me salió asÃ. No podrÃa explicar por qué, pero eran cada vez más gentiles conmigo. Cuanto más me ponÃa en esa actitud, menos barreras se sentÃa.
âEsa pregunta me la hice miles de veces. DifÃcil de contestar, pero siempre supe que iba a comunicar mi historia. No sabÃa cómo lo iba a hacer y no me imaginaba que iba a escribir un libro. Me secuestraron hace 7 años en el 2003 y recién ahora puedo hablar, todo lleva su tiempo. La razón del por qué me pasó no la sé, pero hoy siento que he aprendido mucho sobre mà misma. La vuelta a casa es dura y estos años de duelo me han enseñado a vivir en el hoy, y a siempre tratar de tener una mirada bondadosa en lo que me puede pasar. Hoy vivo más tranquila disfrutando de cada momento, focalizándome en mi familia y los que me rodeen.
âEn el cautiverio los secuestradores me pusieron una radio a pocos centÃmetros de mi oÃdo, con canciones por su mayorÃa de cumbia villera. Eran insoportables. La letra era un concentrado de expresión de dolor, de sufrimiento, de muerte, expresiones del odio y de las diferencias sociales. Al principio, la radio no me dejaba concentrarme. El volumen era muy alto y las palabras muy duras a mi modo de ver. Trataba de no escucharlas cuando me di cuenta de que âesoâ era imposible, tenÃa que enfrentar esa cumbia. Una frase que resonaba en mà era âtodo lo que resiste, persisteâ. Decidà hacer entrar esas canciones en mÃ, escuchando cada sÃlaba y el sentido de cada palabra. Esas canciones, las escuché atentamente una y otra vez, me impregné de ellas hasta que en un momento la radio ya no me perturbaba, es más, me potenciaba. Eran canciones crueles y sin filtro que me hicieron enfrentarme con mis propios miedos. Esa música aprendà a quererla, y me empujó hasta lo más profundo de mi ser.
âPuedo decir que ésta fue una prueba para mà y mi familia que marcaron nuestra vida y a partir de ahà muchas cosas cambiaron. Cuando me enojo a veces, enseguida la huella que dejó en mà el secuestro me hace acordar que del enojo o del rencor no saco nada.
âSÃ, tenÃa las manos atadas entre sà y a su vez atadas a los barrales de la cama y con los pies de la misma manera. Como los secuestradores volvÃan a atarme a cada rato sentÃa las sogas cada vez más apretadas. En un momento, traté de alejar mis manos una de la otra y, por supuesto, que el dolor se amplificaba. Era yo quien decidÃa sufrir alejando mis manos entre sÃ, la soga me lastimaba las muñecas y eso me hacÃa mal fÃsicamente. Me sonreÃa al darme cuenta de que todo es una cuestión de decisión. Entonces era una buena noticia, las riendas estaban en mis manos de alguna forma. âLos hechos no importan lo que importa es lo que hacemos con los hechosâ, es una frase que repito en el libro. El aprendizaje fue enorme, y el soltar es algo que aprendà a la fuerza y practico a diario.
âMuy difÃcil. Al principio volvà muy bien. El amor y la contención de los que te quieren es inmensa y absoluta. Después como todo duelo, la soledad y la tristeza me invadieron y caà en el túnel de la oscuridad como lo llamo yo. Un aislamiento terrible donde era incapaz de comunicarme. Mi encierro no era fÃsico como en el cautiverio sino emocional. En mi mente, vivÃa más allá que acá. Todo lo que hacÃa en mi vida cotidiana hacÃa referencia a mi cautiverio. Mi semana de secuestro fue omnipresente durante unos 5 años, hasta que decidà escribir.
* Anne Sophie Delobelle nació en Laval, Francia, en 1964, donde vivió alternando su pueblo natal con ParÃs hasta los 30 años. Llegó a la Argentina en 1994, donde reside con su marido uruguayo y sus cuatro hijos. Fue secuestrada en la Argentina y en El Gato Blanco narra la historia verÃdica de su experiencia, sin caer en un texto más sobre la inseguridad, sino la descripción del viaje espiritual.
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