Cuando pensó en escribir este libro se preguntó cómo leer poesÃa. O más bien: cómo transmitir esta experiencia a quienes se acercan a los versos por primera vez. Y algo más: cómo hacerlo en un mundo donde el lenguaje marciano del lirismo es mirado a la distancia y con cierta extrañeza. Ni las grandes editoriales âcuyos tÃtulos son mayormente de narrativaâ, ni las librerÃas âque poco exponen poesÃa en sus mesasâ ayudan mucho. Leer poesÃa. Lo leve, lo grave, lo opaco (FCE) agrupa una serie de ensayos con los que Alicia Genovese va construyendo vÃas de y abordaje a un género que para el gran público, y merced a las leyes del mercado, parece haberse convertido en un misterio para intelectuales. A lo largo de sus lúcidas, claras e iluminadoras 164 páginas, este libro va desentrañando relaciones ocultas en el universo de la poesÃa, analizando obras y poéticas y guiando la mirada del lector por un sendero que, lejos de las ataduras formales y los conocimientos académicos, pone a la percepción sensible en un primerÃsimo plano. 331q31
âNo lo elegÃ, surgió como una reacción, una defensa de Funes. Desde antes de que apareciera la nota de Eco yo siempre amé ese personaje. Siempre me pareció que Funes era el Borges poeta que habÃa mirado detenidamente las veredas de Adrogué, el cielo de Buenos Aires o los árboles de Plaza San MartÃn y que los volvÃa a mirar en su ceguera. La figura de Funes siempre me causó conmoción en cuanto a su desmesura: eso de acordarse de todo, de recordar las diferentes caras de un muerto en un velorio, o de un perro que a las tres y diez es de una manera y al minuto siguiente, mirado desde otro perfil, es de otra. Esa es una clave fantástica para todo aquel que se dedique a escribir literatura. Porque escribir significa percibir la realidad de otro modo. Cuando aparecieron opiniones como que Funes era un imbécil porque no sabÃa clasificar, descartar y generalizar, me pareció que era un gran equÃvoco, que eso no lo podÃa estar diciendo un escritor como Umberto Eco. Le resultó una comparación muy sencilla y me pareció que una manera de defenderlo, era defendiendo la figura del poeta, su percepción detenida, la de quien necesita la soledad, el ocio y el tiempo vacÃo y flotante para nada. En ese âpara nadaâ, generalmente, aparece lo que se quiere escribir.
âEs exactamente eso. ¿Cómo situarse en el instante del poema sin ver la singularidad y particularidad de ese recorte del mundo observado? Si no ves la multiplicidad no podés situarte en lo particular ni definirlo. Si querés traducir algo al lenguaje poético tenés que buscar más. Este es el lugar de lo subjetivo. Ireneo Funes encarnaba esa subjetividad: el tipo que podÃa ver las diferentes hojas que habÃa en una hoja, desde que amanecÃa hasta que anochecÃa.
âYa Nietzsche hablaba de eso. Y en la posmodernidad esta multiplicidad reaparece. Haber vivido en diferentes paÃses o haber tenido una hija, en mi caso, son cosas que me han modificado. Pero no se trata del nomadismo posmoderno. Me parece que hay algo falso ahÃ, demasiado lÃquido y descomprometido. Hay algo que nos va atando a lo largo del tiempo, ciertos anclajes de origen o de pertenencia, tenemos el mismo ADN. Claro que eso que nos ata no es en el sentido de fijeza esencialista, de identificación sexual o anatómica, que también puede variar. Pero hay una âcontexturaâ que es la misma y que a su vez se va llenando de experiencias que hacen al cambio. No es una flexibilidad absoluta y arbitraria que hace que hoy se pueda ser de un modo y mañana de otro totalmente distinto. Pero son cambios, sÃ, procesos subjetivos que dan posibilidades de apertura.
âCoincido con Leonora Carrington. El surrealismo ha sido dentro de la literatura un movimiento clave que ha abierto muchas puertas, puertas hacia la percepción, a romper con ese mundo ordenado de la Gran Costumbre, como decÃa Cortázar. Me parece que significó meter un cuchillo y que por ahà saliese todo aquello que estaba negado y que formaba parte de lo reprimido y lo dejado de lado por una sociedad que tendÃa a la uniformidad. En ese sentido yo valoro muchÃsimo al surrealismo, pero en los movimientos de vanguardia las mujeres nunca han tenido demasiado lugar. En ese rol de médium que se nos daba a las mujeres entre el mundo invisible, es decir lo inconsciente, y el visible, el lugar dado a la mujer por los surrealistas, fue un lugar sin decisión, sin libre albedrÃo, que se desliza fácilmente hacia una especie de locura, de desvarÃo. Y por qué las figuras centrales nunca son mujeres en esos movimientos, es la pregunta. No fue un movimiento particularmente liberador para las mujeres, aunque también hay que hacer excepciones. Alejandra Pizarnik se alimentó del surrealismo e hizo una obra. Olga Orozco tomó toda esa fascinación del surrealismo por lo oculto y gran parte de su obra lo trasunta, es eso. Después, ella paulatinamente se va alejando, aunque se insista en seguir asociándola. Cuando la conocà en sus últimos años, no querÃa hablar de juegos peligrosos. Y si leemos algunos de sus últimos textos lo dice: âNo te pronunciaré jamás, verbo sagradoâ, al mismo tiempo que ubicaba su voz y su boca en este mundo. Pero fue tan fuerte su relación con el surrealismo en la Argentina, que se la continuó identificando con ese grupo de poetas: Enrique Molina, Aldo Pellegrini, Francisco Madariaga. Aunque, como todo gran creador, ella siguió escribiendo, su obra no se detuvo ahÃ.
âEs muy importante para nosotras, lectoras mujeres, haber leÃdo ese poema, que fue escrito en el â50. Creo que es una afirmación que ella pudo hacer y que después nos sirvió a todas. Es una afirmación del yo sin necesidad de colocar ningún alter ego. Una Olga Orozco muy joven, por otro lado. Y ése es un poema escrito sin polÃtica hacia las mujeres, aunque ese poema ha sido una afirmación importante del nombre propio femenino, de un yo mujer.
âEn este momento es muy difÃcil porque las poetas se han incorporado en una cantidad enorme. Yo tomé los â80 porque venÃamos de una época de silencio dictatorial y era claro ver el tipo de poesÃa que se hacÃa y que peleaba contra el silencio y contra una ubicación que se nos habÃa dado como mujeres. No sé si hoy podrÃa seguir haciendo ese análisis: creo que ya hay un espacio ganado y resignificado. Me parece que ahora los fenómenos de la subjetividad son mucho más amplios y no se restringen solo al universo femenino. Desde mediados de los â90. lo que está en juego son las subjetividades. Los estudios feministas son los pioneros en esto y es a donde se remite la crÃtica de género, pero hoy hay que salir de allà porque la complejidad es mayor. Si uno tomase un corpus de mujeres habrÃa que empezar a relacionarlo con otras identificaciones, de origen, por ejemplo, de cultura mestiza, de entrecruzamientos, de otros factores como las dificultades con el poder y las formas de violencia. En este momento no podrÃa seguir trabajando eso que trabajé en La doble voz, en cuanto a la apropiación de un lenguaje y la construcción de un lugar de escritura, si bien esa idea de rebelión ante lo impuesto sigue apareciendo reiteradamente en la escritura de mujeres.
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