Seis sesiones de sexo es una pelÃcula de la maquinaria Hollywood que le pone cuerpos, imágenes, palabras, información, calidez, sentimientos ây mucho sentido del humorâ a un servicio que funciona desde los años â60 en algunos paÃses: la asistencia sexual. Muestra de una manera transgresora, digna y realista a sus pacientes impacientes, personas con alguna discapacidad. Más que pacientes, ¿por qué no clientes? No son personas enfermas sino que viven con diversidad funcional: hacen lo mismo que el resto âincluso tener sexoâ, pero por otros medios. 4x5u4b
Dirigida por Ben Lewin, basada en un artÃculo de Mark OâBrien (John Hawkes). Por un lado está él: un tipo inteligente, formado, divertido y guapo; escritor y periodista. Duerme conectado a una burbuja gigante âsu pulmón artificialâ. De ese hábito ¡y de que no se corte la luz! depende su vida. Por una dificultad motora que le provocó la polio cuando tenÃa 6 años vive acostado en una camilla electrónica, asistido por un equipo de terapeutas. A veces bromea, dice que le dicta novelas a su mente y planea venganza. Y sobre su vocación poeta, agrega que âes una forma de vivir dentro de mi cabeza, donde paso la mayor parte del tiempoâ. Su mente le permite viajar. Y allá va, hacia sus zonas erógenas que se terminan de despabilar cuando la editora de una revista le pide una nota sobre el tema. El acepta. Recoge testimonios, escucha historias y piensa en la propia. ¿Por qué no probar, si él es virgen? Hace periodismo gonzo y busca su âsexual surrogateâ.
Asà entra a cuadro el personaje de Helen Hunt. Con la espontaneidad de quien habla de los penales entre Newellâs y River, con el respeto de quien está por meterse en cuerpo ajeno y el tacto de quien sabe que está devolviendo el derecho a la intimidad y al placer, ella desabrocha su corpiño beige de lycra y le enseña, entre otras cosas, ejercicios de conciencia corporal. Brinda alivio parcial a un problema complejo. Enfrenta doble tabú: sexualidad y discapacidad. Antes lo ubicó en la cama, le sacó la ropa, se acostó a su lado. A él no le resulta fácil relajarse. Después cierra los ojos y le confiesa que se siente como un nene corriendo descalzo en la playa. Más adelante reconoce: no es sólo el impedimento fÃsico lo que no lo dejó hacer esto antes, sino la culpa y el miedo (y la falta de plata).
âAlgo genial de Seis sesiones de sexo es que muestra a una persona que desafÃa los estereotipos de dependencia, decide por sà misma, valida sus derechos, su identidad. Muestra que la discapacidad es una condición, no un rasgo de la personalidad, no marca la vida, no está permanentemente asociada con el sufrimiento ni con la soledad ni con el dolorâ, cuenta Silvina Peirano, orientadora sexual en diversidad funcional que desarrolla este trabajo en España y está recién repatriada. Entre otras cosas, brinda talleres y acompañamientos, como cuenta en sexesasitent.blogspot.com.ar. Y avisa: âMucha gente, en su situación, dice âsé lo que quiero pero no puedo hacerloâ. La filosofÃa de la vida independiente, como la de tener una asistente personal, no está instalada en la Argentinaâ.
El servicio existe en un puñado de paÃses, y desde hace muchos años. Está en manos de profesionales de la salud y tiene dos versiones: la del asistente sexual, que entra en o directo con la persona, y la figura del acompañante, que está a disposición de una pareja que, por ejemplo, quiere encontrarse pero tiene limitaciones severas de movilidad. Entonces el terapeuta facilita ese momento: los puede pasar a buscar por su casa, llevarlos a un hotel y desnudarlos; quizá sólo tengan ganas de estar un rato en un bar o ir a un concierto, y no ser custodiados siempre por un familiar, esa sombra incondicional.
En todos los casos habrá que tener en cuenta si quien contrata tiene problemas fÃsicos por un accidente, por ejemplo, y antes de eso tuvo una vida sexual plena, o si la discapacidad es mental y hay mayor desinformación y desconocimiento sobre lo que sucede. âEn Bélgica, Holanda y Alemania el servicio está incorporado en la cartilla de prestaciones médicas como si fuera, por ejemplo, terapia ocupacional. También hay capacitación gratuita promovida por esos gobiernos, como parte de distintos programas sanitariosâ, explica Peirano.
La âdiversexualidadâ tiene un punto de partida lúdico que dinamita cualquier postura apolillada: sabe en carne propia que el goce no es sólo genital. Algunos libros testimoniales invitan a las parejas sin impedimentos a enterarse de cómo ampliar las fronteras de su zona erógena, abrir la mente, empujar sus propios lÃmites, escuchar su instinto. âA pesar de que hemos comenzado a compartir realidades, deseos y necesidades de intimidad, la sociedad todavÃa parece temer nuestras pasiones y nuestros cuerpos âcuenta la artista MarÃa Palacios desde su âtrono de metalâ, como nombra en sus poemas a la silla de ruedasâ. Aceptar nuestras diferencias es el primer paso hacia la sensualidad. En mi juventud pasé por una etapa en la que de verdad creà que nadie nunca podrÃa encontrarme atractiva. Por mucho tiempo me sentà sola y experimenté con mi propio cuerpo sin entender cómo podÃa yo sentir y vivir tal placer fÃsico cuando todos alrededor estaban convencidos de que esos placeres no me correspondÃan. Las primeras veces que hubo intimidad con un amante estaba convencida de que lo hacÃa por lástima o porque esa persona era excepcional. Mi primera batalla fue conmigo misma, frente al espejo y frente a mis verdades.â
Los cientÃficos llaman âtransferencia de orgasmoâ a la posibilidad de lograr placer sexual con diferentes partes del cuerpo. Incluso existe la GuÃa de las Mujeres Discapacitadas para el Embarazo y el Nacimiento (The Disabled Womanâs Guide to Pregnancy and Birth) que reúne vivencias de mujeres con artritis, fibromialgia, distonÃa y otros diagnósticos que eligieron ser madres y cuentan cómo ahuyentaron los riesgos.
âVencidos los primeros pudores, empecé a salir otra vez de noche y tuve mi primera sorpresa âconfiesa Alexis Padovani, ex deportista y músico, sobre sus primeros tiempos cuadripléjicoâ. Fernanda, la inesperada Fernanda, me dejó su teléfono en una fiesta. Nos veÃamos entre amigos o en mi casa, porque era imposible salir solos. En asados, en discotecas, en mi habitación. Esa incursión amorosa me ayudó en dos temas fundamentales: las mujeres no eran sólo parte de mi pasado y pude volver a llorar.â En las primeras páginas de su biografÃa El mundo por segunda vez (Grijalbo), cuenta: âMe lesioné jugando un partido de rugby a beneficio de los lesionados medulares del rugbyâ.
âSe sigue pensando que las personas con discapacidad son asexuadas o hipersexuadas. Pero lo importante es que hemos logrado avances, como la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, a la cual Argentina adhiere desde 2006. Menciona, entre los objetivos, promover y asegurar el goce pleno de los derechos humanos y libertades fundamentales. La convención incorpora cuestiones que son muy resistidas, como el derecho a casarse y fundar una familia, a decidir el número de hijos que quieren tener, el derecho a tener más información sobre reproducción y planificación familiar apropiados para su edad âincluyendo los medios necesarios, por ejemplo, anticonceptivosâ y el derecho a mantener su fertilidad (recordemos que este colectivo ha sido históricamente vÃctima de la eugenesia). La Ley de Salud Reproductiva y Procreación Responsable señala también que son titulares de derechosâ, dice MarÃa Marta Castro MartÃn, profesora de psicologÃa y sexóloga educativa.
¿Cuánto más vulnerable es la situación de las mujeres? âA ellas siempre les va a costar más, por su historia y por el prejuicio âinterviene Silvina Peiranoâ. Siguen ocupando el rol de la que se queda por siempre en casa, con mamá, y que necesita ser sobreprotegida ante el fantasma del abuso. Muchas de las que tienen sÃndrome de Down, por ejemplo, no reciben educación sexual pensando que no la van a entender pero sà les dan pastillas anticonceptivas o las someten a ligaduras de trompas en nombre de la esterilización preventiva y sin informarles, y de esta forma están vulnerando sus derechosâ, advierte Peirano. Aclara que por eso es fundamental que el trabajo de concientización alcance a familiares y cuidadores.
En las sombras, hay casos de madres que tienen que masturbar a sus hijos. De pacientes que eyaculan mientras los bañan. De padres que hacen debutar a sus varones con trabajadoras sexuales. âPocas veces se habla del debut sexual de una mujer con discapacidadâ, interviene Castro MartÃn, que desde su organización EstÃmulos Adecuados capacita a docentes y profesionales y brinda talleres a personas con discapacidad. âLo que más reclaman son espacios privados para verse, charlar e intercambiar con sus pares. A las familias o cuidadores les cuesta generar esos espacios; suelen estar atravesados por el miedo a qué harán si están un rato a solas. Lo interesante es poder escuchar a las personas con discapacidad en función de sus deseos. Quienes tienen parálisis cerebral y con su lenguaje oral no puede comunicar lo que sienten, se encuentran inmersos en un silencio que, muchas veces, hace que sean tratados como eternos niños. Cuando pueden acceder a modos de comunicación alternativos, familia y allegados se anotician de que dentro de ese cuerpo hay una persona que siente, que desea y que, por sobre todo, es digna de ser respetada como un ser sexualmente activo que se erotiza, fantasea y busca el reconocimiento del otro.â
¿Qué hace Judith Butler en una feria americana en San Francisco? Ella y su entrevistada le dan color a La vida examinada, el documental para el cual fueron reunidas. Sanuara Taylor, que va en silla de ruedas, se deja ayudar por la académica feminista para probarse un pulóver rojo; luego mira a cámara y bromea: â¡Se viene un nuevo reality: Comprando con Judith Butlerâ. Y la autora de Cuerpos que importan (Paidós), improvisa: â¡Para el Queer Eye!â. Asà aflojan una conversación que se habÃa puesto bien densa. Taylor le contaba a Butler que a los 20 años tomó conciencia de que su estado es un asunto biopolÃtico. âDescubrà la distinción entre discapacidad e impedimento. Mi impedimento serÃa mi cuerpo, haber nacido con lo que el mundo médico ha etiquetado como artrogiposis. No puedo moverme de cierta manera, y eso me afecta. Luego está la discapacidad, que es básicamente la represión social, el hecho de que tengamos opciones de viviendas limitadas, carezcamos de oportunidades profesionales y estemos aislados socialmente.â Sanuara explica en qué consiste su activismo: en bancarse salir de su casa e ir a un bar a desayunar. Eso que vive en San Francisco, ciudad friendly si las hay. Ella siente que indaga la mirada ajena cuando usa partes del cuerpo que no suelen ser usadas para sorber café. âEso vuelve todo más difÃcil por los estándares normalizadores de nuestro movimiento y la incomodidad que causa.â Butler piensa en voz alta, cita a Deleuze y su ensayo ¿Qué es lo que un cuerpo puede hacer? Explica: âUsualmente nos preguntamos qué es un cuerpo o cuál es la forma ideal de un cuerpo. Pero esta pregunta desafÃa las formas tradicionales en las que los pensamos. AÃsla una serie de capacidades, instrumentalidades y acciones, y dice que somos una especie de conjunto de esas cosasâ, dice.
Su punto de vista tiene mucho en común con el del Movimiento Mundial de Vida Independiente, una de las redes globales más potentes de visibilización de las personas con diversidad funcional que se encuentran en la gran rampa que es Internet. Surgió en los años â70 en Estados Unidos, integrado por gente de diversos sectores sociales: desde académicos hasta veteranos de guerra. Hoy, una de sus prioridades es generar incidencia polÃtica a favor de una vida normal y por el cumplimiento de la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Están en contra de la internación y a favor de promover apoyo humano y tecnológico para ejercer la ciudadanÃa en igualdad de condiciones. Declaman, entre otros, el derecho a asumir riesgos y poder cuidarse a sà mismos. Inventaron una palabra: divertad. SÃntesis de dignidad y libertad.
Porque, como explica Sanuara, no podrán sacar ciruelos del árbol que está en el patio trasero de su casa, pero pueden esperar que se caigan.
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