En pleno siglo XIX, la viajera chilena Maipina de la Barra se comportaba como una mujer vanguardista. No sólo era vegetariana, sino que practicaba el hipnotismo y estaba vinculada con el espiritismo y la masonerÃa. Cuando sus pares sólo viajaban con sus esposos, ella lo hacÃa con su hija y, más tarde, a los 47, cruzarÃa a lomo de mula la Cordillera de los Andes acompañada de un baqueano. EscribÃa, era una talentosa pianista y creÃa en la abolición de la esclavitud, la educación de las mujeres y el derecho de ellas a ganar su sustento. Cuando enviudó, sin un centavo y con una niña a su cargo, en ValparaÃso se las arregló para trabajar como profesora de piano, algo inusual para las mujeres de su clase. En su libro de viajes, publicado en 1878 con un tÃtulo que probablemente bata records en longitud âMis impresiones y vicisitudes en mi viaje a Europa pasando por el Estrecho de Magallanes y en mi excursión a Buenos Aires pasando por la Cordillera de los Andesâ y reeditado a fines de 2013 por la editorial chilena Cuarto Propio, Maipina ejerce esa mirada bizca de la que hablaba David Viñas, ese gesto de iración por la cultura y la civilización europeas, y un desprecio casi sarmientino por la barbarie sudamericana. Europa ya entendió que âno hay progreso sin el concurso poderoso de la mujerâ, como dice en su diario de viaje. En ese continente, la mujer ocupa un estatus distinto del de la latinoamericana, observa. Y âsólo asà puede decir algo difÃcil de sostener en una sociedad tradicional como la propiaâ, explica a Las12 la historiadora chilena Carla Ulloa, autora de la reedición crÃtica del original de esta crónica de dos viajes, el transatlántico y el que atraviesa la cordillera. 5l676y
TÃmida feminista ânunca se definió como tal y hoy difÃcilmente se le adjudicarÃa ese rótuloâ, junto a su hija Eva, Maipina pasa un año en Italia y Francia y se maravilla por estas sociedades âde buen tonoâ donde las mujeres pueden viajar sin compañÃa en vagones âpara damas solasâ y donde se permite a las mujeres casadas y mayores bailar en las fiestas âalgo prohibido en su Chile natalâ. Pero Maipina, bautizada asà en honor a la batalla de Maipú, librada por el general José de San MartÃn, padrino de la viajera y amigo de su padre, tiene sus contradicciones. BenjamÃn Vicuña Mackenna, por entonces ya un conocido periodista y polÃtico chileno, reseña su libro con cierto paternalismo: lo tilda de sentimental y no perdona las barbaridades que dice Maipina de su sirvienta porteña âla acusa de perder el tiempo cosiéndose ropa, âno a la moda de las sirvientas, sino de las señoritasâ. Ay, Maipina...â.
Candidata a doctora por la Universidad Autónoma de México, Ulloa recorrió un largo camino hasta dar con retazos de la vida de Maipina de la Barra que le eran desconocidos. Con una beca de la Universidad de Chile, en 2011 viajó a Buenos Aires para recorrer archivos y bibliotecas. Asà descubrió, y sobre todo a través de la historiadora Norma Alloatti, que Maipina era parienta de Emma de la Barra, la escritora rosarina que escribÃa con el seudónimo de César Duayen y cuya novela Stella fue, a principios del 1900, un éxito de ventas prologado por Edmundo de Amicis. âAhora sabemos que Emma y Maipina eran familia y que posiblemente se cruzaron en Buenos Airesâ, cuenta Ulloa. Y destaca que en Chile la viajera sigue siendo poco conocida. También en la Argentina, a pesar de que Maipina vivió 30 años en Buenos Aires y que dedicó su libro de viajes âa las damas argentinasâ. Casi un siglo y medio después de la publicación de estas crónicas, la reedición crÃtica de Ulloa intenta rescatar del olvido a esta mujer que abogaba por âla educación de nuestras hijas para no volver jamás a ser pequeñasâ.
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