Los noventa son los nuevos ochenta: con un verano del â92 como paraÃso perdido (y de paso, ¿en qué momento los noventa se volvieron pasado? Dios, ¡estamos viejos!), la historia de Viudas e hijos del rock and roll arranca con un amor nacido al calor de las fogatas nocturnas y el espÃritu ârockeroâ de unas vacaciones en Villa Gesell. Mucha campera de jean, mucho shorcito y zapatillas de lona, mucho idealismo adolescente y aires rollingas marcaron el comienzo del idilio entre Miranda (Paola Barrientos) y Diego (Damián de Santo), dos adultos disfrazados de algún estereotipo difuso de época que sin embargo, cuando logran un momento de intimidad o se dejan llevar por la cursilerÃa, son bastante encantadores. Miranda y Diego, los protagonistas de la nueva ficción de Underground (Telefe) se conocieron y se enamoraron en la playa, pero como todo verano tiene fin, ella lo despidió en la terminal al grito de â¡Te amooo, boludoooo!â, y con la promesa de volver a encontrarse en Buenos Aires. Es que los chicos (digamos) no tuvieron mejor idea que tatuarse unos obeliscos y arreglar una cita en el corazón del turismo porteño al mejor estilo Antes del amanecer, en la que por supuesto se desencontraron. Ella esperó bajo la lluvia, él no llegó a entregarle el compilado que le habÃa grabado en un cassette con la foto de los dos como portada, y ahà se terminó la juventud para Miranda: no más creer en el amor, no más rock ni canciones llenas de mentiras. 3r5td
Esa misma noche Miranda conoció al niño bien con el que formarÃa una familia acomodada (Juan MinujÃn), la clásica de clase alta: él lleva veinte años sin salir del closet pero se calienta con los empleados del campo donde juega al polo; ella usa tacos y corte carré, y no quiere saber nada del rock ni del pasado. El rechazo, también, incluyó el desengaño con un padre que se pasó de rockero con su actitud cool y sin reglas, y se cogió a la mejor amiga de Miranda, Sandra (Julieta Ortega). El presente de Viudas e hijos empieza con la muerte de ese padre, Roby Bettini (Lalo Mir), que le dejó a Miranda una herencia indeseada de la que ella tendrá que hacerse cargo: una radio llamada Zrock, especie de meca que patrocinó a los grandes músicos de antes y que mantiene viva la llama de un pasado hermoso. Asà se vio por lo menos en el velorio de Roby, en el que los Bersuit le daban a âRasguña las piedrasâ, mientras Lerner y Sandra Mihanovich movÃan las cabezas. Después, Iván Noble le daba consejos a Diego sobre cómo colarse en el velorio, mientras Juanse cerraba con âRock del gatoâ, los mozos repartÃan champán entre los invitados exclusivÃsimos y un patovica resguardaba la entrada del Edén rockero.
Después del efectivo retorno a los ochenta de Graduados, Viudas e hijos busca conectar un presente de yuppismo, cinismo y otros ismos no demasiado buenos a un pasado más sincero, y de paso reparte por acá y allá algunas reflexiones confusas pero contundentes sobre rock nacional, como para abrir el debate. AsÃ, después de la cortina de Tan Biónica y del popurrà playero del primer capÃtulo, se pudo escuchar como primera canción del presente âAmigo piedraâ, de El Mató a un PolicÃa Motorizado, en el aire de Zrock. Algunos capÃtulos después, una locutora de esa misma estación comentó al aire que para Charly el rock nacional de ahora es una garcha y ese monumento vivo hijo de Moris que es Antonio Birabent contestó a todo pulmón y sin dudarlo que la idea le parecÃa una pelotudez. Fernán âTanguitoâ Mirás y Damián de Santo también siguen creyendo en el rock y lo demuestran con camperas, zapatillas de lona entrados los cuarenta, y una fe casi intacta en el amor, que tendrán que poner en juego para conquistar a las hijas de Bettini mientras ellas se disputan toda una herencia rockera empresarial, y Paola Barrientos âque puede ser una gran comedianteâ lucha por encontrar un personaje contra el fantasma gritón y delirante de MarÃa Elena Fuseneco.
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