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La fotógrafa argentina residente en México Mariela Sancari acaba de ganar el prestigioso premio Descubrimientos de PhotoEspaña 014 entre más de 140 fotógrafxs. Lo hizo con su serie Moisés, donde buscó encontrar la figura de su padre muerto por mano propia cuando ella tenÃa catorce años.
La fotografÃa y la tanatologÃa se tocan en esta serie soberbia y muy aclamada por su valentÃa y originalidad: buscar el rostro imaginario del padre tal cual serÃa hoy, una tarea casi imposible.
Esto conversó con Las12 sobre su trabajo y sus implicancias.
¿Qué es lo que sabés exactamente de la muerte de tu padre? ¿Cuál era el tabú para que no te contaran cómo murió?
âFue un suicidio y nosotras tenÃamos 14 años. De por sÃ, la adolescencia es una etapa difÃcil. Recuerdo que todo parecÃa irreal y que las dos, mi hermana y yo, no hablamos nada sobre lo que habÃa pasado, nos refugiamos en las amigas y nuestra vida en el cole. SabÃamos que mi papá estaba sufriendo una depresión muy fuerte, pero no sabÃamos mucho más. Y un suicidio siempre es un tema complicado: confronta a toda la familia, es tabú y genera culpa y vergüenza.
¿Qué fue lo que se te ocultó de su muerte?
âEl problema no fue la poca información que tuvimos acerca de su muerte. Lo que detonó el proyecto y este sÃndrome que tenemos mi hermana y yo y que les pasa también a muchos hijos de desaparecidos, por ejemplo, fue no ver su cuerpo muerto. Yo creo que la información sobre cómo pasó todo ayuda, sobre todo a través de los años y en mi caso, porque mi trabajo artÃstico tiene que ver con mi historia personal.
¿De qué manera?
âVivo en México hace casi 18 años y aquà aprendà a lidiar con este tema de una manera muy distinta. México, como herencia prehispánica, tiene infinidad de rituales de celebración de la muerte y aunque, obviamente, es un asunto doloroso en cualquier familia, se lo vive de otra manera. Creo que vivir acá hace tanto y ver y aprender cómo son los mexicanos me ha ayudado muchÃsimo en mi propio proceso de duelo. Estoy convencida de que si siguiera viviendo en Argentina, no habrÃa podido hacer este proyecto, de hecho, serÃa una persona completamente distinta.
¿Cómo fue la convocatoria de los fotografiados?
âPuse anuncios en el periódico en Buenos Aires, pegué los carteles en las calles de mi barrio, Barracas, y daba esos mismos carteles en la mano, como flyers, a los señores que pasaban por la plaza, invitándolos a formar parte del proyecto.
¿Cuántos hombres de presentaron y qué criterios usaste para elegirlos?
âSe presentaron 30 hombres. De hecho, podrÃa haber seguido fotografiando muchos más, pero tampoco se trataba de tener una colección de retratos. Enseguida seleccioné los señores con los que el trabajo fluÃa mejor y preferà verme varias veces con ellos. También porque a la mitad del proyecto, más o menos, decidà que no serÃa simplemente una tipologÃa de retratos y que me incluirÃa en las imágenes con ellos, lo que dio un vuelco al trabajo. Al principio ponÃa muchas caracterÃsticas fÃsicas, similares a las de mi padre, como requisito para la selección: ojos claros, alto, con bigote, delgado..., pero conforme el proyecto fue avanzando me di cuenta de que mi papá podrÃa haber envejecido de maneras completamente impredecibles, asà que decidà sólo mantener una condición, el color de los ojos, además de la edad, obviamente, que era innegociable porque si no el proyecto no tenÃa sentido.
¿Cómo se te ocurre la idea?
âSe me ocurrió alguna vez mirando a algún señor en la calle, como tantas otras, pensando cómo serÃa mi papá hoy y cómo lo extrañaba. Siempre me intrigó cómo envejecÃan los hombres y cualquier gesto que veÃa, como caminar lento y pisar con cuidado o mirar las cosas con dificultad me hacÃa pensar en mi papá y cómo habrÃa sido él: si lo acompañarÃa agarrados del brazo, si usarÃa lentes para leer, si caminarÃa con bastón.
¿No temiste que no se presentara nadie?
âMuchas veces pensé que no se presentarÃa nadie. Y muchas otras, ya estando en Buenos Aires trabajando, deseé que no se presentara nadie. Ya enfrentada al proyecto y a la confrontación real con estos señores, sus presencias, sus humores, sus olores, su personalidad, la experiencia rebasó mis expectativas y se convirtió en un viaje que no prevà y me obligó a replantearme y entender mi posición frente al trabajo.
¿Cómo fue el proceso de trabajo concreto en la creación de la serie Moisés?
âEn 2013 recibà una beca para realizar una residencia artÃstica de tres meses en Buenos Aires. Era la primera vez, después de 17 años de vivir en México, que regresaba a mi ciudad a trabajar, y no de vacaciones o a visitar a la familia y por un perÃodo tan largo. El proyecto Moisés tuvo mucho de performático y en ese sentido, las imágenes son una parte del registro de lo que experimenté. Instalé un estudio callejero muy precario en la plaza Colombia, en el barrio de mi infancia, Barracas. Establecà un par de reglas sencillas para trabajar: irÃamos todos los dÃas de 11 a 14. La mecánica funcionaba asÃ: los señores respondÃan al anuncio y después de platicar brevemente de qué se trataba el proyecto, y acordar el pago correspondiente, concertábamos una cita en mi estudio callejero en Barracas. Una vez en la sesión, fotografié a todos los señores de la misma manera, en las mismas posiciones y con el mismo fondo. Al final de la sesión, con algunos de ellos y dependiendo de la âquÃmicaâ que hubiéramos tenido para trabajar, les pedÃa hacer unas fotos más, con diferentes actitudes y algunas de ellas con elementos que yo traÃa y habÃa seleccionado previamente. Más adelante en el proceso, después de varias semanas de trabajo, sentà la necesidad de incluirme en las fotos. De pronto, la propuesta formal de hacer una tipologÃa de retratos me resultaba distante y poco âcomprometidaâ, asà que decidà realizar algunas acciones entre los señores y yo y documentar lo que fuera sucediendo. Fue en este momento donde el proyecto tomó un giro que yo no habÃa planeado y que creo que aportó profundidad a la experiencia.
Me impresionó la ropa, que muchas veces se repite: ¿qué es esa vestimenta?
âEse saco de lana, junto con una bata de dormir, son las dos únicas prendas de ropa que conservamos de mi padre. En este caso, decidà usar el saco de lana como sÃmbolo. Les pedÃa a algunos señores que se lo pusieran y era una especie de acto performático, de llenar los zapatos de mi padre.
¿Viste a tu padre en cada uno de esos hombres?
âPodrÃa decir que sÃ, en todos, y también en ninguno. En todos porque me enfrenté a la vejez, al deterioro, al paso de los años y todo lo de real que viene con eso. Fue una confrontación con la idealización de la figura paterna, desde muchos ángulos. Y en ninguno porque no hubo un solo momento que dijera: asà podrÃa haber sido mi padre. Y aún asÃ, esta búsqueda apaciguó mi necesidad, mi fantasÃa. Lo encontré de otra manera.
¿Implicó algún tipo de alivio, duelo cerrado, hacer esta serie?
âSÃ. Otra vez de maneras insospechadas. El arte, su poder catártico y sanador, no opera linealmente. Entonces te dirÃa que sÃ, que fue un alivio.
¿En qué cambió tu vida Moisés, en lo personal y en el área profesional?
âProfesionalmente ha tenido mucho éxito la serie y eso es muy gratificante, sobre todo cuando trabajás temas autorreferenciales, porque siempre está la sombra de la duda: ¿alguien se identificará? Personalmente, como decÃa antes, la búsqueda sirvió como bálsamo.
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