La naturaleza contingente de todo poder, la manera de hacer visible un conjunto de prácticas hegemónicas que sostienen un orden, son el comienzo de una teorÃa que busca instalar la dimensión agonÃstica como el germen de lo polÃtico. 4j183d
El liberalismo es presentado por la politóloga belga Chantal Mouffe como un sistema que borra el conflicto para decantar en una lucha de intereses que evitan cualquier alternativa. De este modo, los partidos polÃticos ofrecen propuestas casi idénticas y ese contagio propaga la despolitización y el desinterés en la ciudadanÃa.
El consenso basado en la solución racional es insuficiente e impracticable. Supone un mundo transparente, aprehensible. Mouffe se ubica en esa lÃnea de autores que entienden la realidad polÃtica desde las pasiones y los afectos, desde un campo que no puede explicarse a partir de las soluciones morales ni las formas esencialistas.
Al no reconocer el conflicto, el liberalismo está desconociendo la existencia del Otro. La confrontación, lejos de desaparecer al interior del sistema, queda reducida a una lucha entre elites. El pueblo es desplazado porque ya no pasa a existir como un factor de presión polÃtica. Lo que se busca es la aniquilación del oponente, crear un mundo donde él ya no exista.
En Mouffe está siempre la pregunta por la acción polÃtica, por un modo de intervenir que no se contenta con el disturbio, que no se deja encandilar por la movilización del 15-M o de Occupy Wall Street. En la teorÃa que creó junto a su esposo, Ernesto Laclau, la cadena equivalencial refleja lo heterogéneo del pueblo. Los dos autores encuentran una dimensión épica dentro de una polÃtica de lo posible. Desplazan la idea marxista de una revolución inevitable por las contradicciones del sistema (retórica que asume Toni Negri de modo casi textual cuando habla de las contradicciones del Imperio), del mismo modo que no creen en una futura reconciliación, en una instancia donde las contiendas ya no sean necesarias. La pregunta permanente tiene que ver por el modo en que esa multitud o esos indignados se transforman en sujetos polÃticos.
AgonÃstica. Pensar el mundo polÃticamente funciona como un excelente libro introductorio, tanto para la obra teórica de Mouffe como de Laclau y a su vez aporta argumentos para la discusión coyuntural. Existe una voluntad de instalar el conflicto como un elemento vital e imprescindible para la democracia. Frente a una batalla mediática que intenta demonizarlo, Mouffe se preocupa por rescatarlo y sostenerlo como sustento de la creatividad polÃtica y también como la garantÃa de que esa batalla simbólica no pasará al terreno de la sangre.
La dupla teórica que Chantal construyó con Laclau tiene el mérito de haber sido una de las pocas (si no la única) que pudo encontrar en los últimos años una concreción efectiva en el plano de las polÃticas emancipatorias. Frente a autores como Negri o Alain Badiou que se dedicaron a pensar una filosofÃa de la resignación, a leer lo que ocurrÃa en términos de afirmar esas experiencias desde la manifestación de los oprimidos, sin aportar herramientas para salir del dolor, Mouffe y Laclau entendieron las particularidades de las sociedades de finales del siglo XX y con esos elementos, unidos al rescate de la teorÃa gramsciana y a un uso del psicoanálisis para pensar los liderazgos y lo inexplicable de las pasiones, inspiraron una alternativa real al neoliberalismo.
Mouffe reconoce el carácter inventivo del capitalismo y por eso construye un armado polÃtico que incorpora la multiplicidad, la heterogeneidad de demandas y que siempre tiene una rápida reacción a los cambios. El conflicto no puede detenerse porque, entre otras cosas, el capitalismo muta permanentemente y se apropia de los elementos de resistencia, de todas aquellas batallas que señalan sus lÃmites.
AgonÃstica. Pensar el mundo polÃticamente. Chantal Mouffe. Fondo de Cultura Económica.
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