Su cuerpo enfermo menguaba dÃa tras dÃa durante el otoño, un calendario citológico hostigaba cada trazo de la artista que habÃa nacido en Cleveland âciudad con nombre cinematográfico, un invento para cartoonsâ. âUna artritis degenerativa dolorosa diagnosticada a los treinta que la paralizó durante añosâ; âuna complicada infección respiratoriaâ, recitaron los obituarios de octubre mientras ella, con el pelo blanco corto, muy corto y finito bordeándole de cerca la superficie ósea, todavÃa sonreÃa para la foto. Un epÃgrafe recordaba sus diatribas a Bush y otro le decÃa adiós a su entraña feminista. 1x6q3v
TenÃa un año cuando sus padres se mudaron a Chicago y fue allà donde estudió arte y donde conoció a León Golub, pintor y esposo por más de cincuenta años con quien vivió algunos en Europa y con quien trabajó en sociedad eterna. CompartÃan un gran loft en el Village neoyorquino cuando él murió en agosto de 2004. Aquel espacio dividido se mantuvo intacto después del funeral, ella en una mitad y una gran pintura de Golub, en la otra. âEl arte de posguerra siempre fue una institución masculina, las mujeres podÃan unirse si jugaban las mismas reglas que los hombres, es un club de hombresâ, respondÃa Nancy cada vez que le preguntaban por sus obras sobre Vietnam y por la palabra âpacificaciónâ en boca del Pentágono. Fue entonces que construyó un lenguaje propio para sus humanos pintados, hÃbridos descuartizados con articulaciones quebradas y penes cerúleos que eyaculaban sangre. El aullido de la aniquilación hacÃa la ronda y el contorno del cuerpo femenino transformaba el espacio. Ya antes habÃa explorado los lÃmites del lenguaje a través de la voz de ira de Artaud, un misógino radical, en dos secuencias pictóricas, Cuadros de Artaud y Codex Artaud. âUtilicé las citas de A. A. sobre la lengua cortada, acallada y fragmenté estas citas con imágenes que habÃa pintado de cabezas cortadas, fálicas lenguas en tensas figuras masculinas, femeninas, andrógenas. (...) Estaba literalmente sacando la lengua al mundo.â Y cuando lo hace funde en el tiempo la condición perpetua de un silencio histórico âuna obra con iconografÃas de mitos egipcios y otras mesopotámicasâ y entonces sólo dibuja mujeres. Durante años los hombres dejaron de aparecer en sus es estampados hechos con fragmentos de palabras en tiritas de papel fino, tenue, gastado, casi lamido.
A partir de los años setenta el sometimiento cultural y la violencia fÃsica sobre las mujeres fueron huella digital en las coloraciones emancipadas de Spero y carne de su desvelo para desenmascarar a la sociedad anónima de arquetipos femeninos.
La silueta de una mujer joven torturada y desaparecida por la dictadura argentina (el collage se llama Argentina, 1981 y es un estampado sobre informes escritos a máquina en inglés donde se lee tortura, mujer embarazada, Buenos Aires...) completa una de sus series documentales sobre la opresión. Aquel lÃquido amniótico negro que aparecÃa en una de sus primeras obras chorrea rojo sangre a fines de los sesenta y construye la resistencia del cuerpo fÃsico ante las palas ââinsectos fálicosââ de un helicóptero de guerra que se meten por las encÃas, arremolinan cadáveres vivos y le dan retrospectiva a la clevelanders salvaje, nunca sentimental.
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