Viernes, 19 de noviembre de 2004
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¿amas de qué? 3e1w6
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Césped verde, empalizadas blancas, tÃpicas fachadas de casas de dos plantas de algún suburbio norteamericano. Voz en primera persona de alguien que dice llamarse Mary Alice, ama de casa del lugar que el jueves pasado logró ser mencionada en el diario. Las cosas sucedieron de este modo: ese dÃa, Mary Alice preparó el desayuno para su marido y su hijo, puso en marcha el lavarropas, cumplió con sus objetivos del dÃa (limpiar, pintar un banco del jardÃn, ir a la tintorerÃa). âUn dÃa como cualquier otro, puliendo la rutina de mi vida hasta que brillara de perfecciónâ, dice la voz en off de la mujer. Hasta que, sorpresa, Mary Alice fue hacia el placard del pasillo, tomó el revólver que nunca habÃa usado y disparó. âMi cadáver lo halló mi vecina Marthaâ, prosigue la voz que ahora sabemos que es de una muerta, que ha de convertirse en la relatora de Desperate Housewives, la nueva serie de la señal de cable Sony, que se emite desde el jueves 4.
Este fue el incitante arranque de una serie que en sus dos primeros capÃtulos no se ahorró crÃticas punzantes âentre el cinismo y la obviedad, la crudeza y cierta saludable malevolenciaâ al ejercicio de ese oficio sin sueldo y sin horario, en el marco de un barrio residencial donde, como dice una de las amigas de Mary Alice el dÃa del entierro, â¿Qué problemas podrÃa tener ella para suicidarse si su vida era como la nuestra?â. La que hace este comentario es Gabrielle, una ex modelo deNueva York, casada con un empresario que la usa como anzuelo para sus operaciones comerciales y además le pide que en las reuniones mencione el precio de la última alhaja que le regaló. Hace unos años, Gabriel GarcÃa Márquez publicó en el diario ClarÃn un artÃculo âque fue brillantemente refutado por Griselda Gambaroâ titulado âLas esposas felices se suicidan a las 6â, supuestamente basado sobre una estadÃstica que demostraba que ése era el momento preferido por las amas de casa para matarse, âel abismo de las seis de la tardeâ, después de realizar esa serie interminable de tareas que, declaraba el escritor, âyo no las harÃa por ningún dinero ni ninguna razón en este mundoâ. No sabemos a qué hora exactamente se pegó el tiro Mary Alice, pero casi seguro que fue antes de las seis, porque no preparó la cena (que en los Estados Unidos se sirve muy temprano, a partir justamente de esa hora fatÃdica).
Las visitas de condolencias, con el correspondiente plato de comida, sirven para presentar a otras amigas del cÃrculo (¿del laberinto?) de Mary Alice, además de la contoneante Gabrielle que llega con una paella: Lynette, ex ejecutiva de carrera que, por sugerencia de su esposo, al quedar embarazada, dejó su trabajo: âEstar con los niños iba a ser menos estresante. No fue asÃ; por eso el pollo frito que trae debió comprarlo en un restaurante. Pero seguro que Lynette no tiene tiempo de pensar en la ironÃa de su situaciónâ, comenta Mary Alice al tiempo que se ve a la crispada madre precedida de tres niñitos (dos de ellos mellizos) y con un bebé en brazos (al que llamará âmi pequeño vampiroâ al darle la teta). La tensa e impecable Bree arriba con dos cestas de scons, haciendo honor a su fama de esposa y madre perfecta, âque se creen todos excepto su propia familiaâ, aclara la finada relatora. Susan, la recién divorciada a su pesar (el marido se fue con la secretaria), se presenta portando el único plato que sabe hacer (mal), pastas con queso; al menos, ella es ilustradora de libros para chicos. Sentadas alrededor de la mesa, las mujeres discurren acerca de las oportunidades de ser infieles que tienen algunos maridos. El de Lynette, por caso, siempre en viaje de negocios. Ella se encoge de hombros: âMe ha embarazado tres veces en cuatro años, ojalá se acostara con otra...â.
Al dÃa siguiente, todas vuelven a sus ocupaciones habituales (âunas a cocinar, otras a limpiar, algunas a hacer yoga...â), aunque, suicidio aparte, algo ha cambiado en el barrio al mudarse un atractivo plomero (que da pie a tÃpicos chistes de doble sentido sobre destapar cañerÃas) que empiezan a disputarse Susan âapoyada por su pizpireta hija adolescentitaâ y la provocativa Edie, âla divorciada más depredadora del sitioâ, al decir de Mary Alice.
Entretanto, Lynette sigue en la lucha por disciplinar a sus rebeldes crÃos, y no la ayuda el encuentro casual con una ex compañera de trabajo que le comenta que si no hubiese renunciado, ya serÃa directora, y le pregunta: â¿No te encanta ser madre?â, a lo que Lynette responde como siempre, con una mentira: âEs el mejor trabajo que he tenidoâ. Esta mujer, harta de niños y de tareas del hogar, es quizás el rol más logrado de esta serie creada por Marc Cherry. Aunque Bree, la de la sonrisa contracturada, es un hallazgo de obsesividad imparable (uno de sus hijos le pregunta si es la intendenta de Stepford, aludiendo a la novela de Ira Levin varias veces llevada al cine y la TV, la última con Nicole Kidman, titulada aquà Las mujeres perfectas). Pero es el personaje de la suicida Mary Alice el que aún no reveló su lado más oscuro, un secreto que al parecer involucra a su resentido marido que no le perdona haberlo abandonado.
Desesperate Housewife va los jueves a las 22 por Sony.
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