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A Carlos Bianchi se lo vio en los pasacalles de las inmediaciones en los que podÃa leerse âSeguirás en nuestros corazonesâ. No estuvo en los cantos de los hinchas, aunque los insultos a Daniel Angelici, nacidos en la segunda bandeja del Riachuelo, podÃan entenderse como un aval al técnico despedido a mitad de semana. Bianchi se quedó en su casa, tal vez durmiendo la siesta. ¿O se habrá sentado a ver por televisión el partido en el que Boca venció a Vélez y, más que eso, superó todas sus actuaciones de los últimos tiempos? ¿Habrá pataleado el ex DT viendo cómo metÃan los jugadores y ganaban las pelotas divididas que antes invariablemente perdÃan? ¿Habrá comparado la floja actuación de Sosa con el fenomenal trabajo del arquero de Rafaela en esa misma cancha una semana atrás? ¿Habrá maldecido a la suerte, a los jugadores que ya no le respondÃan, al Vasco Arruabarrena, que firmó el contrato con la misma lapicera caliente con la que habÃan firmado un rato antes su certificado de defunción? ¿Habrá hecho todo esto o simplemente habrá itido que el Vasco Arruabarrena paró bien el equipo, acertó con ponerlo a Colazo de lateral y a Meli junto con Erbes y Gago en la mitad de cancha? En una de ésas mezcló todo y dijo resignado que el fútbol local tiene estas cosas y, cuando un técnico se va después de una serie de frustraciones, se produce el fenómeno de la descompresión que parece transformarlo todo.
Boca fue otro equipo. Muy distinto del que habÃa caÃdo con Huracán, Newellâs, Rafaela y Estudiantes y del que le habÃa ganado milagrosamente a Belgrano. Tan diferente fue que convirtió en una sombra al que era el lÃder del campeonato con puntaje ideal, ocho goles a favor y uno en contra.
Arruabarrena armó una estructura para dar lucha en el medio, como punto de partida de un pretendido cambio la fisonomÃa general. Puso a Meli y Erbes para que se repartieran la franja central, a Gago un poco más libre, a Acosta y Carrizo contra las bandas, cambiando de posición, y a Calleri, como único referente ofensivo. La otra innovación fue la de hacerlo entrar a Colazo, al que Bianchi no habÃa tenido en cuenta, como lateral. Y le salió redondo porque Meli (que sólo habÃa entrado un tiempo ante Estudiantes) la rompió, porque Colazo también jugó fenómeno, porque Gago mejoró su imagen y el equipo manejó mejor la pelota y los espacios en todo momento, aun en desventaja, porque en el final del primer tiempo Correa habÃa acertado con un bombazo para clavar el injusto 1-0. La gente despidió al equipo con aplausos y el Vasco, que debe haber pensado lo mismo, no hizo cambios.
Y lo que sà cambió fue el marcador: empató Daniel DÃaz, con un cabezazo franco, sin marcas, en un tiro de esquina ejecutado por Colazo, y desniveló el mejor jugador de la cancha, Meli, tras un error de Sosa. El arquero uruguayo manoteó tan mal un centro de Carrizo que se la dejó servida al volante boquense que entraba por el medio del área. Después, Boca le puso sello en la red a su victoria con un zapatazo de Chávez, después de una generosa corrida de Gigliotti. Pero además de los tres goles Boca duplicó en llegadas y situaciones claras a su rival.
A Vélez le queda la excusa del desgaste fÃsico de sus jugadores (habÃa jugado el jueves contra Lanús), pero no se puede aceptar el reclamo del Turu Flores respecto de que Loustau cobró para Boca todas las dudosas. La realidad es que Boca tuvo más actitud, más determinación, más precisión en el manejo de la pelota y cometió menos errores. Por todo eso el 3-1 resultó inobjetable, la gente ya no se acordó de Bianchi y cerró el domingo con eufóricos cantitos que hacÃan referencia a los sentimientos de River.
Estadio: Boca. Arbitro: Patricio Loustau.
Goles: 44m Correa (V); 55m D. DÃaz (B); 62m Meli (B); 89m Chávez (B).
Cambios: 57m Chávez (6) por Acosta (B); 58m Romero por Rolón (V); 72m Cáseres por Desábato (V); 78m Castellani por Meli (B); Gigliotti por Calleri (B); 82m Nanni por Cardozo (V).
Incidencia: 83m expulsado Castellani (B).
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