Domingo, 14 de noviembre de 2004
Pedido de reedición 1o4b57
Los Cuadernos de notas de Henry James 5044e
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Los Cuadernos de notas de Henry James se publicaron en 1989, en Madrid, en el sello PenÃnsula, que por razones no del todo diáfanas decidió incluirlos en su colección âHistoria, Ciencia, Sociedadâ. El volumen sigue al pie de la letra la edición de F.O. Matthiessen y Kenneth B. Murdock, y fue traducido de manera brillante por el escritor argentino Marcelo Cohen. Apenas quince años después âel tiempo en que James escribÃa, pongamos, una treintena de ficcionesâ, el libro brilla por su ausencia en todas partes. Las librerÃas virtuales del mundo hispanohablante no lo consignan ni siquiera como agotado, las reales ignoran incluso haberlo visto alguna vez y los puestos más solidarios de Tribunales o Plaza Italia se precipitan a consolar al buscador tratando de encajarle alguna de las mil ediciones populares de Otra vuelta de tuerca o Lo que Maisy sabÃa.
Más que una pena, es un escándalo. Los nueve notebooks que compilan Matthiessen y Murdock cubren un perÃodo extenso (1878-1911) y particularmente fértil de James, que tiene 35 años cuando empieza el primero y 68 cuando termina el último. De Maisy a Los despojos de Poynton, de Las alas de la paloma a La copa dorada, de La vida privada a âLo realâ, prácticamente toda la ficción que James escribió en ese lapso aparece en germen, o esbozada en sinopsis-relámpago, o desplegada en resúmenes tortuosos, o incluso discutida y autocriticada con lujo de detalles en estas páginas selváticas, verdadero laboratorio literario donde el escritor desparrama ideas como si las arrancara de los árboles y muchas veces las formula sólo para decepcionarse y abandonarlas.
Tres de los nueve cuadernos se distraen en apuntes autobiográficos (el primer regreso de James a Estados Unidos, el viaje que hace en 1904-1905 y unos âcroquis al naturalâ de la ciudad de Londres), pero la densidad y el Ãmpetu de la hiperkinesis literaria los arrasa sin piedad. James no para: cuando enumera nombres de personajes o debate la conveniencia de un giro brusco en la narración, cuando medita un cambio de punto de vista o transcribe diálogos enteros en largos párrafos sin puntos aparte, su vitalidad es abrumadora, casi gimnástica, y sus lamentos (âY eso que aquà no me relato ni la décima parte de las historias que podrÃaâ) tienen la desfachatez burlona de la plata contada delante de los pobres.
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