Nietzsche, filósofo dionisÃaco Ezequiel MartÃnez Estrada Caja negra 124 páginas. 6y1f6
Un objeto de estudio inconveniente, incluso reprobable, y un ensayista que habÃa producido los textos centrales de su obra contra la indiferencia y la descalificación de la crÃtica. Nietzsche, filósofo dionisÃaco, publicado por primera vez en 1947, reimpreso en 1958 y luego olvidado junto a su autor, pone en escena ese encuentro. El nombre de Nietzsche estaba asociado al totalitarismo nazi, como inspirador de su ideario; el desafÃo de MartÃnez Estrada consistió en rescatarlo de esa y otras reducciones que padecÃa para desplegarlo en su complejidad.
Se trata de volver sobre un pensamiento mal interpretado y que en lo esencial no se ha revelado. Es que la obra nietzscheana requiere de la paciencia del filólogo, ese âmaestro de la lectura lentaâ. MartÃnez Estrada comienza por rastrear los episodios de formación, no por interés anecdótico sino para situar determinaciones fundantes. Desde allà traza su propia carta de lectura. Nietzsche, dice, es un heredero de Lutero y Erasmo, y a la vez un poeta mÃstico, en la constelación de Novalis y Hölderlin. Sus revueltas contra Wagner y Schopenhauer son la profesión de fe de un iconoclasta, que reafirma el sentido de aquello que destruye; en particular, retoma del segundo la concepción de la música como un lenguaje de mayor eficacia que el verbal. Más allá de las apariencias, en el filósofo subyace un espÃritu religioso que se afirma en el revés de los embates contra la fe y la moral cristiana y sobre todo en su concepción del pensar, que exige la actitud de resignación y sacrificio del mártir.
Si la obra de Nietzsche estaba entonces marginada de la academia, como una especie de destino exótico en las rutas de la filosofÃa, MartÃnez Estrada encuentra en ella los anticipos, incluso los mejores desarrollos, de postulaciones del siglo XX. Y del psicoanálisis. âEs el primer pensador âapuntaâ que se plantea la cultura como problema; la cultura como verdadera historia del hombre.â Desde esa perspectiva, propone, debe ser comprendida tanto su escala de valores, fundada en la belleza y no en el saber, como el recurso a la poesÃa y la música. Su misión es la de âser un vikingoâ: un guerrero incansable, un explorador que descubre que se llega a la verdad por elementos extraños a la verdad. MartÃnez Estrada concibe esa figura a partir de lo que más ira en el filósofo: su decisión de no mentirse, de llegar hasta las últimas consecuencias, incluso de enloquecer por amor a la razón.
El interés del ensayista surge asimismo de debatir cuestiones que siente como propias y de la modernidad. La actualidad de Nietzsche tiene que ver para él con su visión de los problemas de la técnica, la mecanización de la vida y la transformación del hombre bajo el dominio del confort y del terror. En ese punto formula a la vez su crÃtica central. Los verdaderos enemigos de la cultura y del goce de vivir están en âla maquinaria del poder polÃticoâ, que Nietzsche no tuvo en cuenta y que él retoma desde otras lecturas, entre otras la de Marx. El progreso significa la conversión de los valores de conciencia en valores de mercado; es el desarrollo capitalista, no la filosofÃa ni la religión, sostiene, lo que ha corrompido al mundo. Vivimos en una época en que el vivir seguro desplaza al saber y la información a la cultura. El diagnóstico de la descomposición moral de Europa que hizo Nietzsche era correcto; su lÃmite fue no tomar en cuenta âsino los factores éticos, religiosos y gnoseológicos, cuando la causa de los males está en haber puesto al hombre al servicio de las organizaciones tecnocráticasâ. También objeta su visión del cristianismo: Nietzsche asimila el cristianismo primitivo con la polÃtica de la Iglesia romana y desconoce el âcristianismo popularâ de Kierkegaard o Dostoievski, una prolongación de la fuerza dionisÃaca. MartÃnez Estrada hace esa crÃtica corriéndose de los lugares comunes sobre el filósofo y sobre todo rescatando lo que su obra tiene para decir y que permanece replegado por las lecturas cristalizadas. La idea de superhombre, en la que se vio una prefiguración del racismo nazi, tuvo en su opinión un peso relativo en la obra y otro significado, distinto que el usualmente entendido. Su propósito es despejar esta y otras nociones frente a âlos declamadores contra el totalitarismoâ, que en realidad sirven a aquello que dicen combatir.
En el prólogo, Christian Ferrer dice que este libro es un autorretrato del autor. Al escribir sobre sus lecturas, MartÃnez Estrada hablarÃa sobre sà mismo. También él se percibÃa blasfemo respecto de los sÃmbolos y creencias argentinas, y âsus temperamentos intelectuales eran asimilablesâ. Hay otro punto en común: lo que cada uno pone en juego en la escritura. Tan importantes como el sistema filosófico del maestro son âlas virtudes paganasâ de su prosa âsu concisión, su elegancia, su potenciaâ y el estilo configurado como cifra de un pathos. En su ejemplar de Asà hablaba Zaratustra, MartÃnez Estrada tenÃa subrayada una frase: âDe todo lo escrito no me gusta más que lo que uno escribe con su sangreâ. Quizá porque reconocÃa allà una sÃntesis de su propia práctica.
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