¿Es en broma esta nota? ¿O es posible realizar mediciones destinadas a un psicodiagnóstico en serio a personajes de la ficción literaria? Por otra parte, ¿qué es en realidad un psicodiagnóstico? Empezando por el final, un psicodiagnóstico es el resultado de una serie de entrevistas en las cuales el sujeto responde preguntas y se somete a tests, tanto de inteligencia como proyectivos. Esta técnica es, entonces, justo lo que el nombre sugiere: una hipótesis acerca de lo que podemos esperar de ese individuo, tanto en el nivel del rendimiento intelectual como de la incidencia ây quizás interferenciaâ de sus mecanismos inconscientes en la forma en que reaccionará a estÃmulos y situaciones de diverso tipo (peligro, provocación, exigencia, agresión, dolor, frustración, placer, etc.) Siempre se privilegiarán aquellos aspectos de la personalidad que más interesan en función del destino del informe final. 26bb
Es entonces evidente que la mecánica de un psicodiagnóstico no se cumplirá hoy, ya que ninguno de los cinco detectives responderá preguntas ni se someterá a tests. Ni siquiera se echarán en un diván (porque no hace falta), pero además porque no bajarÃan tanto la guardia... Pero eso sÃ, los sentaremos imaginariamente en un diván. Por lo tanto, nos basaremos âimpunementeâ en la información que los cinco escritores que los crearon nos brindan al ponerlos en acción y reacción, cuando de las historias narradas surgen sus pensamientos y sentimientos y aparecen sus defensas, los rasgos de carácter, los deseos, los temores.
Esto tiene que ver con otra de las dudas del comienzo: ¿tendrán alguna seriedad nuestras conclusiones respecto de seres que se mueven con coherencia y verosimilitud dentro de la literatura pero sólo ah� Creemos que al respecto cabe mencionar la Historia, la real, la nuestra, y a los que la hicieron, porque ellos tampoco contestan preguntas ni se sientan ante alguien que pretende explicarlos. Es probable que les resultaran indiferentes las hipótesis de todo signo con que se pretende develarlos, que se rieran de las motivaciones que se les atribuyen, de las interpretaciones con que se los inventa una y mil veces, también impunemente.
En sÃntesis: no, esta nota no es una broma, pero la diferencia con un psicodiagnóstico convencional se agranda como una sombra en el agua si pensamos que no atañe a nadie que esté o haya estado vivo, que se interna en la intimidad de seres que sólo existen en nuestra imaginación y se acercan a nosotros para darnos placer, algo que nunca nadie pudo medir.
Nombre:
Sherlock Holmes
Lugar de residencia:
Baker Street 27, 1er. piso, Londres, Inglaterra
Profesion:
Se define a sà mismo como âDetective consultorâ
Periodo investigado:
Fines del siglo XIX.
El sujeto es alto y enjuto, con labios delgados y una nariz aguileña que se destaca en su rostro como el pico de un ave. Las manos son largas y nerviosas. Fuma pipa y a veces sonrÃe a través de una nube de humo azul.
Identificamos en él las caracterÃsticas que enumeramos a continuación:
Absoluta preponderancia de lo intelectual sobre lo emotivo (âes la máquina de razonar y observar más perfecta que conozcoâ, afirma Watson, su amigo, ayudante y cronista, que agrega en otro momento: âsu inteligencia frÃa, llena de precisión, lo lleva a deducciones asombrosasâ).
Mientras tanto, lo afectivo aparece reprimido (âsi alguna vez hablaba de sentimientos tiernos lo hacÃa con mofa y sarcasmoâ, dice Watson). Ilustra su dificultad para actuar en función de los sentimientos el caso de Irene Adler, según él la mujer, âcon una cara como para dejarse matar por ellaâ, pero acota Watson: âComo enamorado no habrÃa sabido estar en papelâ. Aun asà prefiere quedarse con la foto de ella a aceptar el pago de servicios al rey de Bohemia. âEn Irene Adler âdice Watsonâ iraba el ingenio y la desenvoltura, la inteligencia, que la ponÃa a su altura.â
A la vez, aparece una dualidad, un desdoblamiento de la personalidad frente al estÃmulo estético. Dice Watson: âLos dos aspectos de su temperamento se alternaban y pensé que su exactitud y astucia eran la reacción contra el humor poético y contemplativo...â.
Por otra parte, rechaza sistemáticamente la vida de sociedad (afirma el mismo Holmes: âDurante semanas permanezco en o sólo con mis librosâ), y se reconocen en él claros rasgos narcisistas (pide a Watson que lo acompañe en una misión porque âestarÃa perdido sin mi Boswellâ âbiógrafo escocésâ). En otro momento le reprocha que no destaque en las crónicas sus notables conocimientos cientÃficos.
Hay pruebas de una adicción importante (describe Watson: âAlterna los adormilamientos de la cocaÃna con la impetuosa energÃa de su naturalezaâ). El tema del control (sobre sà mismo, sobre los demás y sobre la realidad en general) es central en Sherlock Holmes. Asà lo muestra, por ejemplo, su capacidad para caracterizar personajes (opina Watson: âParecÃa cambiar hasta de expresión, maneras e incluso de almaâ). Y también, opina, ânunca es efusivoâ. Y le dice Holmes en un momento dado: âEs un asunto que me llevará sus tres buenas pipas, y le pido que no me hable durante cincuenta minutosâ. Asimismo, la afición de Holmes a la apicultura revela su iración por seres tan disciplinados (las obreras) como para morir de cansancio mucho antes de su hora. Procura ejercer el mismo control sobre los demás (âTenga cuidado con cumplir mis órdenes al pie de la letraâ, le dice a Watson). La observación y la deducción, esencia de su prestigio, le permiten, de paso, controlar su entorno.
Conclusión:
Es claro que el sujeto sublimó sus intensos rasgos obsesivos. AsÃ, la meticulosidad y la tenacidad tÃpicas se vuelven útiles de trabajo. La asepsia afectiva contribuyó para que se transformara en el paradigma del pensamiento deductivo (son famosas sus resoluciones rápidas y asombrosas de los misterios que le presenten sus clientes o el mismÃsimo Scotland Yard). Sin embargo, por debajo del helado control de sus emociones, es un sentimental (desprecia al rey de Bohemia por no haberse jugado por Irene Adler). La adicción a la cocaÃna también sugiere una huida del dolor.
Nombre:
Maigret
Lugar de residencia:
ParÃs, Francia
Profesion:
Comisario de la Sûreté Générale, ParÃs
Periodo investigado:
De 1929 en adelante.
Conocemos a Maigret durante el intenso perÃodo de entreguerras, cuando tiene cuarenta y cinco años. En palabras de Simenon, es un hombre âalto, ancho y pesadoâ, con âcabello tupido color castaño oscuroâ y que se mueve âdesmañadamente, con cierta torpezaâ. Algunas descripciones despiertan nuestra simpatÃa (âSe arregló lo mejor que pudo una corbata que jamás habÃa conseguido anudarse correctamenteâ) y tiene tics pintorescos: es friolento y la estufa de hierro colado que ocupa el centro de su despacho debe estar todo el invierno casi al rojo porque tiene el hábito de pararse contra ella para fumar su pipa mientras analiza el caso en que trabaja. A la vez, es distraÃdo en lo rutinario y pudo âdar la espalda a la majestuosa chimenea de mármol de aquel estudio sin notar que estaba apagadaâ. Es el tipo de hombre que necesita que lo cuiden y que sin proponérselo despierta ternura en muchas mujeres. La Sra. Maigret, con vivo instinto maternal, es quien cubre cabalmente esa necesidad. El es un bon vivant, un gourmet, y ama a la Sra. Maigret asà como las comidas generosamente regadas con buen vino que ella le prepara. En consecuencia, el o con el sexo opuesto (âLina se desnudó para provocarlo: tenÃa el cuerpo bello y flexible de una bailarina, pero el comisario ni se inmutóâ) lo deja indiferente (pero es paternal con las mujeres que sufren o son abusadas). En lo profesional su sensibilidad no le impide actuar como un duro, capaz de continuar un seguimiento con un balazo en el costado apenas vendado con un mantel. Es muy intuitivo y su olfato es infalible: âEstaba seguro de que en algún lado habÃa una fallaâ. Se mete en la piel de sus sospechosos (âTras seguirlo varias horas Maigret conocÃa su silueta al detalle y habÃa captado a fondo su carácterâ). Sus casos nos procuran retratos inolvidables de las pasiones y las debilidades humanas, sobre todo en la gente común, ante la cual se muestra comprensivo y piadoso. Cuando matan a un subalterno que aprecia se enfurece, pero predomina el dolor desde el afecto (âMiró aquellos peces rojos: sólo sus bocas se abrÃan y cerraban, y le recordaron la boca abierta de Torrenceâ).
Disfruta de los amigos y de los buenos momentos (âAnoche habÃan recibido a los Pardon; después de comer, las mujeres intercambiaban recetas mientras los dos hombres charlaban perezosamente bebiendo licor de ciruelas de Alsaciaâ), y cuando debe viajar a un hermoso lugar en la Costa Azul âtiene la impresión de haberse tomado unas vacaciones irregularesâ y piensa: âtendré que volver aquà a pasar unos dÃas con mi mujerâ.
Conclusión:
Maigret es, dirÃa Freud, un hombre normal (suponiendo que la categorÃa exista), dado que presenta rasgos de casi todos los cuadros psicopatológicos sin predominio de ninguno. En sÃntesis, un hombre que puede âtrabajar, amar y disfrutarâ. Esto le otorga una estructura de personalidad rica, variada y flexible, que le permite implementar reacciones y conductas no estereotipadas y bien adecuadas a la realidad.
Nombre:
Philip Marlowe
Lugar de residencia:
Los Angeles, California, Estados Unidos
Profesion:
Detective privado
Periodo investigado:
A partir de 1943 hasta los años â50.
Philip Marlowe es joven y sagaz, con ese toque a la âamante latinoâ de los hombres altos, fuertes y morenos. Según Raymond Chandler, su creador, âMarlowe nació en California y cursó un par de años de universidad. Su primera experiencia en la investigación la adquirió trabajando para una compañÃa de segurosâ. Tiene âsuficiente inteligencia y coraje para sobrevivirâ en el medio en que lo involucran su pasión por el peligro y su desprecio por la prepotencia de los poderosos y los corruptos. Con cada historia nos sumerge en el crudo ambiente del hampa, donde los matones asesinan sin pestañear, la policÃa está comprada y algunas mujeres se oscurecen en la miseria de la calle y la droga, mientras otras, bellas y generalmente ajenas, viven en mansiones y frecuentan clubes nocturnos opulentos, cargados del falso lujo del estuco dorado. Es un seductor que le dice a una mujer: âMe gusta saber que hay al menos una hembra encantadora y bonita que no tiene los talones redondosâ. Pero a otra que lo conmueve demasiado la aparta: âEstoy demasiado gastado para vosâ. Sus oficinas, âsala de espera y sala de meditaciónâ, están en el Edificio Cahuenga de Los Angeles, donde sus clientes lo comprometen con situaciones de las cuales a menudo sale maltrecho y tan pobre como antes, algo que intenta revertir: âEstaba pulcro, afeitado y sobrio; era en todo el detective privado como debe ser: iba a pedir cuatro millones de dólaresâ.
Lo caracteriza una cierta ambivalencia. Esto hará que, por un lado, actúe en función de su integridad y nobleza, y que por otro sea jugador, mujeriego e insaciable bebedor de whisky y que no haya vicio que no conozca. Es un tipo hecho a la calle, pero jamás gratuitamente violento. Su lenguaje es lacónico y cortante, pero muy expresivo: âMe sonrió pero tenÃa poca prácticaâ. A una mujer desconcertada por su dualidad, le dice: âSi no fuera duro no estarÃa vivo, y si no fuera suave no merecerÃa estar vivoâ. Según Chandler, Marlowe âseducirÃa a una duquesa pero no violarÃa a una virgenâ; es un hombre de principios, no de fines, alguien que nunca toma distancia para protegerse, que se vulnera, un personaje casi poético âque introdujo cierto romanticismo en la banalidad de Los Angelesâ, y al que quizás serÃa válido considerar un áspero antecedente del lirismo hippie.
Conclusión:
De él dice Chandler: âSi rebelarse contra una sociedad corrupta significa ser inmaduro, entonces Philip Marlowe es absolutamente inmaduroâ. Este personaje seductor âde sus lectores inclusiveâ tiene fuertes rasgos histéricos, quizá lo más visible cuando se lo analiza. La tenacidad para remar contra la corriente en sus investigaciones revela una cierta obsesividad, no predominante. Por otra parte, en algunas de sus reflexiones hay cierto humor amargo que sugiere un destello depresivo. Estamos nuevamente ante una personalidad âmixtaâ, que lo define como un individuo cercano a la utópica ânormalidadâ.
Nombre:
Pepe Carvalho
Lugar de Residencia:
Vallvidrera, Barcelona, España
Profesion:
Detective Privado
Periodo Investigado:
De la década del â60 hasta 1996.
En sus últimas apariciones, el personaje de Manuel Vázquez Montalbán ronda los 50 años, un hombre moreno, de bigote pesado y anteojos que agravan las cejas. En su rostro âse reflejan enormes heridas moralesâ. De joven estudió filosofÃa en Barcelona; en los años â60 ingresó a la CIA como profesor de castellano para luego pasar a cumplir funciones de agente internacional. Eventualmente, ya fuera de la Agencia y de vuelta en España, Franco lo metió en la cárcel, acusado de comunista. Al salir, se instaló en Vallvidrera y abrió despacho de detective privado en la Rambla de Barcelona.
âEl Crimen de la Botella de Champán, titulaba el periódico, y Carvalho salteó lÃneas buscando la marca de la botella empleada...â Un hedonista, amante de la buena bebida y de los buenos platos (âdevoto del sentimiento trágico de la comidaâ), que sale a buscar personalmente el mejor jamón o los ajos más tiernos, cocinero compulsivo, intempestivo: âSintió esa necesidad de solidaridad o complicidad de los cocineros amateurs cuando consideran que su obra está bien hecha: las dos y media de la mañana, no se lo piensa dos veces, tapa el guiso y salta los escalones...â; â¡Vaya horas! ¿Un incendio?â No. âUn salmis de pato...â
Un sujeto contradictorio, que disfruta de la gente sencilla y la conoce visceralmente pero descuida a Charo (la joven que ama pero a la cual no es fiel, âuna puta selectiva más que selectaâ, âcon rubores de virgen mentalâ) o quema sus libros (âporque me gustaron en su tiempo y me da miedo sentir la tentación de volver a leerlosâ). Sus profundos regocijos de gourmet son casi los únicos que se permite, quizás porque la pasión crea lazos poderosos, mientras que la comida crea lazos momentáneos, que sólo comprometen a pasar la receta. Y a él âla perspectiva de una vejez sin dinero suficiente para que alguien le limpiara el culo si era necesario le indignaba porque le indignaba tener miedoâ... Entonces, sin decirlo, quizás sin saberlo, se defiende de la angustia ante la vejez y la muerte, única insuficiencia trascendente, y con cada espalda que muestra a lo que ama (exceptuados sus dos amigos) simula autonomÃa, indiferencia. De paso satisface al fantasma del padre que no se perdonaba âla jugada de haberlo traÃdo a este mundo, a la absurda marcha desde la nada a la muerteâ.
Conclusión:
Estamos entonces ante un sujeto con fuerte tendencia a la depresión, que se defiende adecuadamente transformándola en melancolÃa y nostalgia (â... la democracia se habÃa apiadado de su honda melancolÃa y habÃan vuelto a adosar la plaza del Padró a la base de la capilla románica, la geometrÃa de su infanciaâ...) y que desarrolla ciertas fobias, naturalmente sucedáneos de la verdadera y reprimida a la muerte, y ciertas obsesiones defensivas (ahorrar lo suficiente). Su humor ácido y brillante es otra trinchera eficaz a la cual huir cuando asà se lo exige la vida.
Nombre:
Kurt Wallander
Lugar de Residencia:
Ystad, costa de Escania, Suecia
Profesion:
Inspector de policÃa, Distrito de Ystad
Periodo investigado:
Década del â90 en adelante.
Kurt Wallander dice tener âcuarenta y pico de añosâ, es corpulento, rubio, con tendencia a la obesidad. La esposa lo abandonó un año atrás; âla extraña y lo atormentan los celosâ. Tiene una pobre relación con su única hija, que estudia y trabaja en Estocolmo, y teme que intente nuevamente quitarse la vida, como hizo a los quince años. Sus profundos intereses de orden ético (âtrabajaban en un medio hostigado por la corrupción polÃtica y judicial, y lo que antes habÃan sido sospechas o suposiciones sectarias finalmente habÃa quedado al descubiertoâ) y estético (âpuso un disco de Maria Callasâ) no le impiden estar crónicamente desinformado (ânunca sabÃa a ciencia cierta lo que ocurrÃa a su alrededorâ). No es un solitario sino un hombre que sufre de soledad, y a pesar del escaso brillo de su personalidad de antihéroe, de su tÃmido erotismo y de su ausencia total de sentido del humor, Wallander logra que deseemos acompañarlo.
En lo profesional tiene gran oficio, es perspicaz y posee una fina intuición. Sin embargo, seguramente a causa de la actitud descalificante del padre, tiene intensos s de inseguridad. Se plantea, por ejemplo, dejar la policÃa (âquizás un trabajo sólo para un tiempoâ). Precisamente, la decisión del joven Kurt de ingresar en la Academia de PolicÃa fue denigrada por el padre (ânunca pensé que tendrÃa que sentarme a comer contigo mientras te salen gusanos de cadáveres de las mangas de la camisaâ). Para él, su hijo es un fracasado, lo cual explica la relación del inspector con Rydberg, su colega y modelo, muerto recientemente, y a cuyo costado Wallander creció profesionalmente pero desde una dependencia que no logra superar: â¿Qué hago ahora?, ¿qué habrÃa hecho Rydberg?â, se pregunta con excesiva frecuencia. Durante una investigación, en ocasión de haber matado en defensa propia, sufrió una crisis depresiva grave (abandono general, alcoholismo, insomnio, fantasÃas autodestructivas). Tras un año y medio comenzó a recuperarse a través del interés que le despertó un caso que ocupaba a sus colegas. Pero la angustia no desapareció y cada tanto siente âque debe hacer algo con su vidaâ.
La investigación de un caso lo llevó a Riga, Letonia, donde se enamoró de una mujer, Baiba Liepa. Ella pasa a encarnar sus fantasÃas de felicidad, pero mediante dilaciones aparentemente inevitables logra no materializarlas. Desde una actitud de culpa intensa respecto del padre porque, dice, âno lo visitaba con suficiente frecuenciaâ, se comprende su imposibilidad para construir desde la alegrÃa. Por supuesto, la muerte del anciano no elimina su eficacia destructiva, instalada en la memoria del hijo. Lo alivia algo recordar el viaje a Italia que alcanzaron a hacer juntos en armonÃa muy relativa, ya que como siempre el anciano sólo pensó en él y desapareció varias horas del hotel para cumplir sus ritos personales.
Conclusión:
Kurt Wallander tiene una estructura de personalidad manÃaco-depresiva, medianamente compensada por el o con colegas y superiores y por las gratificaciones del trabajo. Sin embargo, su equilibrio es precario y está permanentemente en peligro de una crisis grave como la ya sufrida.
¿Qué tienen en común los cinco, fuera de la inclinación a escarbar bajo la superficie de lo aparente? ¿Hay rasgos de personalidad constantes, es necesario ser un seductor como Marlowe, un obsesivo como Holmes, un hombre satisfecho como Maigret, un triste como Kurt Wallander? ¿Es útil quizás cocinar como los dioses que nutren a Carvalho...?
No parece. En realidad, digámoslo de una vez, cualquiera puede ser un buen detective. La única condición irrenunciable, quizás, sea que un buen escritor te invente.
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