Cuerpos resplandecientes MarÃa Rosa Lojo Sudamericana 209 páginas 6s632r
Como un neo sincretismo âuna convivencia entre lo pagano y las formas cristianasâ, la proliferación de santos populares encuentra diversas explicaciones en las ciencias humanas, pero sobre todo en una experiencia de o y contención entre el devoto y su santo âde entre casaâ. También, en la emergencia de una comunidad acotada y hermanada por la creencia especÃfica, en la que la institución que digita la fe se corre o convive de modo bastante pacÃfico. Son esos aspectos más bien Ãntimos y pormenorizados los que permiten narrar las ficciones que se agrupan en Cuerpos resplandecientes. MarÃa Rosa Lojo investigó exhaustivamente y eligió personajes de la mitologÃa popular argentina âdesde la Difunta Correa hasta Gilda, el Gauchito Gil o Pancho Sierra, muchos de ellos clandestinos, marginales o perseguidos en vidaâ para sumirse en su imaginario y su sociabilidad e inventar los probables ambientes que rodean los datos de la realidad.
Cada unidad hace foco plástico y a veces problemático, utilizando recursos de la literatura y la crónica. Los narradores âla perspectiva desde la que se cuentaâ, asà como las razones biográficas por las que han âcanonizadoâ a los protagonistas, el rol de los diversos personajes o la pregnancia entre sus seguidores, son develados progresivamente, generando una clima de suspenso, giros y sorpresas.
AsÃ, el caso de âAlmitaâ Sivila es contado desde su asesino âviolador y descuartizadorâ, que cuando sale de cumplir su condena encuentra que la tumba de su vÃctima, antes Visitación, es ahora una especie de meca. Gilda y su poder fenoménico, desde un transformista que entra en sintonÃa con los colores y el tono âotras veces explotado por la literaturaâ de la cumbia.
âDe donde viene no hay muerte. A donde va no hay muerte. Muerte es nada más el breve tránsito entre un mundo y el otroâ, dice la crónica del Gauchito Gil, en la que se recrea su historia y los inicios de su canonización. Esa frase podrÃa describir el destino de estos santos, revividos en la muerte y âdemasiado humanosâ en la vida, como dice la autora en el estudio preliminar, en donde aprovecha para volcar un análisis completo y pertinente que afortunadamente no se colará como un tono erudito en los cuentos.
Sin embargo, la empatÃa apacible con estos credos también se cuestiona a sà misma y de una manera particularmente lúcida: algunas de las historias se relatan desde la otredad. Es el caso de Pancho Sierra, aquel pampeano santificado por curar con agua de su aljibe, y su mujer, la Madre MarÃa, que son descriptos por un policÃa caza-manosantas al que de niño le tocó acompañar a su madre a la consulta con Sierra y observar con desconfianza pero también con un asomo de perplejidad ambivalente, cómo un año después ocurrÃa lo que habÃa predicho. Y algo particularmente interesante sucede con Ceferino Namuncurá. Casi ya en su lecho de muerte joven, en Roma, el flamante beato es visitado por un doctor que sabe que su origen podrÃa guardar rispideces con el enfermo: es hijo de BenjamÃn Victorica, ministro de Guerra de Roca, el mismo que felicitó al comandante Belise por la rendición final de Manuel Namuncurá, padre de Ceferino. Pero al verlo yacer con sus pulmones rotos y recorrer su vida de niño prodigio, cuestiona el hecho de que el joven haya optado por caminar hacia los vencedores, y se pregunta si eso no lo habrÃa âenvenenadoâ.
De esta manera, Cuerpos resplandecientes es un frondoso abanico no sólo de santos más accesibles âacaso por la identificación que genera la simbiosis entre lo que se es y lo que se desearÃa serâ, sino también de las diversas miradas y múltiples puertas narrativas de ingreso al apasionante, dramático y también aventurero mundo de los gurúes de factorÃa nacional.
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