MÃstica y religión 2r3mx
Vicente Fatone
Universidad Nacional
de Córdoba y Las Cuarenta
182 páginas
¿Por qué un libro sobre el conocimiento de Dios (o, mejor, sobre su desconocimiento) es un libro con plena actualidad filosófica? El intento por pensar de un modo no metafÃsico, ni objetivo ni subjetivo, por fuera de una lógica de la identidad, no tiene su origen en los esquivos ensayos que dejó el posmodernismo sino en el éxtasis de la mÃstica. Por eso, Oscar del Barco (autor de El otro Marx y de numerosas publicaciones en revistas nacionales e internacionales) escribe en el Prefacio que Fatone, antes de todos los âpostâ, planteó un pensamiento errático âfilosófico y postâfilosófico, mÃstico y post-mÃsticoâ. Vicente Fatone nació en 1903, en Buenos Aires; consagró su vida al estudio de la filosofÃa oriental (y occidental), y murió en 1962. Fue profesor de CosmologÃa y MetafÃsica, y de Lógica en la Universidad Nacional del Litoral, profesor de Historia de las Religiones en la Universidad Nacional de La Plata y profesor titular contratado en la Universidad de Buenos Aires. Llegó incluso a ser embajador argentino en la India. Su influencia en la cultura argentina fue enorme y, aun asÃ, la publicación de MÃstica y religión viene a (intentar) sacarlo del olvido: âSÃ, un olvido generalizado, de casi todos, y más singularmente de la Universidad. En cierta medida, Fatone (aunque la edición del libro que estoy presentando podrÃa, relativamente, desmentirme...) fue borrado de la universidad (deben ser muy pocos quienes lo lean y muchos menos los que estudien la formación y exposición de su pensamiento)â, escribe Oscar del Barco en un texto en el que repasa las obras de Fatone, ubicando al filósofo argentino en el centro de los debates éticos contemporáneos (en la lÃnea abierta por Levinas y Derrida, continuada hoy âen Franciaâ por J.-L. Nancy y J.-L. Marion, y âen la Argentinaâ por Mónica Cragnolini y el propio Oscar del Barco). Jacques Derrida, en varias ocasiones, señaló que la deconstrucción no es una âteologÃa negativaâ; paradójicamente, negando esta filiación se acercó más y más a la extraña disciplina de estudiar a Dios mediante la negación de sus predicados. La âtradición mÃsticaâ se inicia con la teologÃa negativa del pseudo Dionisio (siglos V y VI d.C.), para quien âDios no es ni alma, ni inteligencia, ni número, ni orden; Dios no es ni inmóvil, ni móvil; ni potencia, ni vida, ni esencia, ni eternidad, ni tiempo, ni sabidurÃa, ni verdad, ni uno, ni bondad, ni divinidad. Dios no es nada de lo que es, ni nada de lo que no es...â. En esta lógica del ni, ni..., la tradición mÃstica es desarrollada por Fatone y presentada como una superación de la dialéctica.
Hegel enseñó que para comprender la realidad debÃamos atender a sus tres âmomentosâ lógicos: el primero, la afirmación; el segundo, la negación (momento negativo que contiene al primer momento, pero negado); y el tercero, el devenir del uno en el otro (momento propiamente dialéctico). Vicente Fatone presenta la mÃstica como un cuarto momento; su principio dicta que tanto la afirmación como la negación âdeben ser negadas, y en este sentido es la negación de toda afirmación y de toda negación. El principio es lo que Otto ha llamado lo enteramente otra cosaâ. Fatone agrega que lo mismo sucede en el budismo inicial, donde âel pensamiento parece complacerse con la paradojaâ. Ahora bien, ¿cómo entramos en o con lo enteramente otra cosa? La mÃstica âdestaca Fatoneâ es experiencia, y âla experiencia mÃstica es, como toda experiencia, incomunicable, pero no imparticipableâ.
MÃstica y religión reúne dos tratados breves de Fatone; el primero, Temas de mÃstica y religión (1963), comienza con una definición de la mÃstica y sus problemas, âla presenciaâ y âel presenteâ. Los últimos cuatro capÃtulos están dedicados a Meister Eckart (el gran mÃstico alemán), Leibniz, Nietzsche y Bergson. El segundo texto, El Hombre y Dios (1955), desarrolla la relación posible entre el existente humano y la divinidad. La prosa teórica de Fatone brilla en cada capÃtulo de ambos textos. Eckart (1260-1328) habló de alcanzar la unión del alma con âla cosa necesaria que llamamos Diosâ mediante la abstracción y el desprendimiento, la renuncia, âel desierto del almaâ. ¿A qué debemos renunciar para unirnos a la cosa necesaria? Prácticamente a todo, menos a la renuncia misma. ¡Incluso renunciar a Dios! âEl más grande honor que el hombre puede concederle a Dios es ése: dejarlo tranquilo y quedar libre de él.â Para conocer a Dios sin mediación, Meister Eckart planteó una abstracción que no es sino âvacÃo, la nadaâ. Dios es la nada, y nos hizo a su imagen y semejanza, nos sacó de la nada. El vacÃo, la nada de Dios es referida por Fatone con hermosas palabras: âSi fuésemos capaces de mantener una copa vacÃa, totalmente vacÃa, la copa perderÃa su naturaleza para elevarse hasta los cielos. La pura nada del alma eleva asà a la criatura hasta los cielos; y esa pura nada es la que obliga a la divinidad a descender hasta el almaâ. Para Eckart, el conocimiento de Dios es sólo posible âsin mediaciónâ, a través de la pura nada abstraÃda en el alma reunida con la divinidad. Creer que se sabe algo de Dios es caer âal nivel de las bestiasâ. Dios no se entrega al conocimiento âporque no se entrega a ningún querer extrañoâ. Sólo es posible tener de El un âconocimiento sin conocimientoâ.
Siguiendo siempre de cerca la lógica paradójica, en El Hombre y Dios, Fatone se ocupa de diferentes tópicos religiosos; uno de ellos es la plegaria. Aquà se observa otra vez el carácter indecidible que Fatone coloca en el centro mismo de la relación entre Dios y los mortales. La plegaria no consiste en pedir algo. Si asà fuera, dos pedidos contradictorios entre sà no podrÃan cumplirse (al mismo tiempo). La plegaria sólo tiene sentido cuando el hombre que la eleva âsabe que no merece nada; aun más: sabe que desear algo ya es no merecerlo: ninguna humildad más profunda que la suya. En la plegaria, el hombre no reclama nada: ni siquiera pide nada. Elevar una plegaria para conseguir algo significarÃa exigir un mundo especial para uno mismoâ, y esto nada tiene que ver con la experiencia mÃstica o religiosa, que implica ante todo un desasimiento. La plegaria es la posibilidad de que nuestro monólogo interior se abra en un diálogo con ese absolutamente otro que es Dios, aun cuando soñamos solos, sufrimos y morimos solos. Y si ese diálogo toma la forma del silencio, éste puede âdecirlo todo, precisamente porque ha renunciado a decir nadaâ.
Este libro doble de Fatone nos enseña que âcon respecto a Diosâ erramos el tiro si pretendemos creer o no creer en su existencia, porque Dios âjustamenteâ no existe (como existen las cosas y los seres vivos) sino que, en todo caso, es aquello que hace que cada cosa exista y que cada cosa que no existe, no exista. Incluso el propio Dios se sustrae a la existencia, se oculta. La mÃstica es la experiencia de esta sustracción, la âconciencia cósmicaâ de un ahora eterno o, como dijo Meister Eckart, un regreso a la nada que somos y que fuimos cuando todavÃa no éramos, y junto a Dios... creábamos el mundo.
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