âUn hombre que sólo toma agua tiene un secreto que ocultar a sus semejantesâ, dice Baudelaire en Del vino y del hachÃs. Y, a juzgar por esa frase, los personajes del último libro de Cristina Civale confiesan absolutamente todo, es decir, se sinceran hasta la última gota. Cada uno de estos Cuentos alcohólicos lleva, de hecho, tÃtulo de bebida o derivados, desde dry martini, ginebra y gin tonic hasta malbec, syrah y brut royal, pasando por los infaltables y más módicos fernet y Gancia batido. Sustancias ingeridas por personajes definidos, sobre todas las cosas, por el brebaje que consumen: todas mujeres de diversa edad que, al mismo tiempo, hablan casi siempre en primera persona de sus tragedias âpequeñas, gigantes, domésticas o exiliadasâ. Pero nunca toman en busca de placer sino más bien como repetición de una costumbre, un ritual, una necesidad, una adicción. Como el cigarrillo a las ocho de la mañana, o el octavo cigarrillo al hilo, en este libro el alcohol nunca se paladea, no se huele ni se lo inspecciona luego de removerlo un poco en el vaso. No, siempre aparece en grandes cantidades, como un verdadero manantial de ácido. Es asà que en estos cuentos prevalece el principio lÃquido, en el sentido de que el tÃtulo de cada uno de los cuentos se vuelca y se derrama sobre el contenido hasta hacer aparecer la bebida correspondiente que, a su vez, moldeará con su porcentaje etÃlico, sus ingredientes, rios y demás caracterÃsticas las atmósferas de los relatos. No es casualidad que en estos dieciséis cuentos de corte realista âun registro del que Civale elige apropiarse no sólo en sus novelas sino también en cada una de sus crónicasâ, la excepción sea âGinebraâ, un cuento fantástico o, mejor dicho, onÃrico, a tono con la transparencia fantasmagórica de esa bebida creada para curar los cálculos biliares. âGinebraâ sigue el itinerario de una mujer cuyo novio se despide sin palabras ni cartas ni portazos ni gritos: tan sólo pegándose un tiro en la cama matrimonial durante su ausencia. Como única reacción, la mujer decide viajar a un pueblo perdido en el mapa, únicamente habitado por hombres y, más precisamente, hombres que fallaron en sus intentos de suicido. Algo similar ocurre con âBloody Maryâ, logrado relato en el que el origen del nombre ââSe llamaba asà por MarÃa Tudor, hija de Enrique VIII, y la sangrienta persecución que emprendió en Inglaterra contra todo el que no fuese protestanteââ impregna también el argumento: una mujer y un hombre bastante creciditos y ex compañeros de la carrera de SociologÃa, se reúnen todos los viernes para pasarse todo el happy hour hablando de sus tristes fracasos amorosos: ella, golpeada por su ex marido; él, abandonado por una estafadora que lo deja totalmente seco. Y, sin embargo, lo que parece una inocente forma de consuelo sin ningún rasgo de erotismo termina desencadenando, cuando deciden juntarse ya no en el bar sino en sus casas para ahorrar dinero, una perversa y mutua repetición de los mismos errores. Por su parte, âFernetâ âbebida que inicialmente tenÃa fines digestivos y que comparte muchos rasgos con la Hepatalginaâ constituye una especie de ironÃa, ya que se trata del cuento más escabroso, escatológico y vomitivo de la serie: una cincuentona poco higiénica, desarreglada, psicótica y totalmente en celo que sólo disfruta de la compañÃa de sus cucarachas se excita ante la llegada inminente del fumigador, un hombre de dos metros de altura que termina interesándose sólo de manera profesional en su cuerpo. 675m5o
Además de su contenido etÃlico, cada uno de estos cuentos alcohólicos son enhebrados por las obsesiones de Civale: los viajes âde nuevo, abundan en este libro los aviones, los aeropuertos y las valijas ligerasâ y la imposibilidad del amor âde nuevo, la manipulación, los silencios que castigan, el olvido de una sola de las partes y el colchón que se da vueltaâ. Pero esto último no debe confundir ni marear: el alcohol, efectivamente, constituye en lo bueno y en lo malo el corazón de este libro, tanto por la velocidad y hasta desprolijidad con que parecieran estar escritos estos relatos como por la adicción algo irregular que, no obstante, genera su lectura.
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