âEn esta autobiografÃa hablaré desde la tumba. Estoy hablando, literalmente, desde la tumba porque estaré muerto cuando este libro salga de la imprenta.â Mark Twain empieza asà el prólogo de su autobiografÃa, escrita para ser publicada post mortem. Fue uno de sus proyectos más queridos y vitales. Fue, de hecho, el proyecto de escritura que tomó más tiempo en su vida. La voz del pasado le habla al lector del futuro, que está vivo a cien años de la muerte del autor, y la vida de Twain es el puente. 5g6v57
Pero, ¿qué vida cuenta una autobiografÃa, qué puede contarse y qué no? ¿Qué queda cuando el escritor puede decir lo que piensa sin temor a ofender o a que lo condenen? ¿Qué pasa cuando el escritor inventa un método para escapar de su tiempo? ¿Es cierto que todos queremos decir la verdad aunque, a juzgar por las dificultades que tiene todo el mundo para pronunciarla, debe ser algo terrible? ¿Por qué la verdad es preferible a la ficción, que no es ni verdad ni mentira? ¿Acaso hay algo que no sea ficción?, se pregunta una mientras piensa en el proyecto de Mark Twain, el escritor que escribió novelas muy autobiográficas. Ahora resulta que escribió un best seller más de cien años antes de que el libro en cuestión saliera a la venta.
Como en una broma de Mark Twain âque era un gran humoristaâ, los lectores de hoy reciben un regalo del propio Twain en el centésimo aniversario de su muerte. Los regalos se hacen en los cumpleaños, los recibe el homenajeado y no a la inversa, y lo que se festeja en general es la vida. Pero la muerte y la vida, como la verdad y la mentira, son parejas que funcionan de una manera especial en este caso. Los lectores reciben una herencia que se salteó generaciones completas: el registro de la vida de un hombre que se pregunta constantemente cómo se escribe una autobiografÃa mientras trabaja en la suya; el relato de la vida de un escéptico que igual escribe pensando en el futuro.
En 1905, Twain ya habÃa escrito âentre treinta y cuarenta falsos iniciosâ para una autobiografÃa. Los inicios no funcionaban porque tampoco funcionaba lo que venÃa después: una historia contada en orden cronológico, enfocada, prolija, âliterariaâ.
Entre 1870 y 1909, Mark Twain se preguntaba una y otra vez cómo hacer una autobiografÃa y a medida que se acercaba a la respuesta esos inicios que escribÃa mejoraban. En 1906 encontró la solución. Comenzó a dictarle a una taquÃgrafa, que iba todas las mañanas a su casa con el señor Bigelow Paine, biógrafo autorizado. Twain los recibÃa en la cama, con una bata de seda persa, fumando, recostado contra unos almohadones, concentrado en alguna noticia o tema que se le habÃa presentado hace un momento y que tenÃa muchas ganas de comentar. Hablaba durante dos horas. Cinco veces por semana.
La autobiografÃa ideal, que Twain buscó durante muchos años, tenÃa sus padres literarios: Cellini y la narración de su vida, Casanova y sus Memorias, las Confesiones de Rousseau, los diarios de Samuel Pepys. También tenÃa algunas máximas. âLo mejor es que te cuentes tu historia en vez de contársela a otrosâ, le aconsejó una vez a alguien. El consejo no deja de ser una ironÃa al provenir de un escritor que preferÃa tener a alguien delante, a modo de público, cuando dictaba su biografÃa, pensando siempre en un lector del futuro, que venÃa a ser algo asà como un ghost reader, el lector fantasma y contracara de un ghost writer.
Twain querÃa contar su verdadera historia y al mismo tiempo se daba cuenta de que eso era imposible. âUno no puede exhibir su alma más Ãntima. Te da demasiada vergüenza. Es desagradableâ. Para salvarse de la contradicción, durante un tiempo escribió retratos de los demás. Fue una transacción y no una respuesta, aunque quedó claro que la vida de una persona también está formada por la vida de quienes la rodean. También probó con un diario, que duró apenas una semana. Lo importante, que era la pregunta por la verdad, seguÃa trabajando. Un amigo lo creÃa capaz de decir la verdad pero también le preguntaba: â¿Toda la verdad? ¿La verdad negra, que todos conocemos en nuestros corazones; la ingeniosa y de color tostado del pericardio o esa otra verdad, blanqueada y agradable, de las fachadas?â.
Revelar esa verdad negra era imposible, pero la fe es cuestión de voluntad y Twain querÃa creer que la verdad es inocultable. âLa autobiografÃa es el libro más verdadero. Aunque está formado por supresiones de la verdad, tentativas para evadirla y revelaciones parciales, la verdad está allÃ, entre renglonesâ. Se trataba, entonces, de contar la vida de una manera que favoreciera la aparición silenciosa de la verdad.
A la idea del dictado se sumó la de seguir el curso del pensamiento, sin respetar el orden cronológico, la de dejarse llevar por las digresiones y escribir âuna narración habladaâ. El escritor hablaba sobre lo que le interesaba en el momento y su relato serÃa, por contagio, interesante. Por otro lado, esos temas que irrumpÃan de pronto en su conciencia derivaban en recuerdos.
A estas preguntas y estrategias responden, en sus escritos tentativos y dictados, algunos muertos invocados en estas raras sesiones de espiritismo y escritura. El general Grant en su lecho de muerte. Stevenson que habla de la fama de superficie y la fama sumergida, sentado en el banco de una plaza. El sueño premonitorio que pinta con detalle la muerte de un hermano de Twain. Harriet Beecher Stowe âautora de La cabaña del TÃo Tomâ vieja y extraviada, que se colaba en las casas del vecindario, despertaba a algunos dándoles un susto o tocaba de incógnito el piano en la sala vacÃa de la casa de la mujer de Twain en el momento menos pensando. Los miedos y las aventuras de la infancia abren las âcámaras secretas de la memoriaâ. Aparece el verdadero Huckleberry Finn y otras personas que hoy son personajes. Los temas que le llaman la atención dan pie a reflexiones geniales. El idioma alemán y sus palabras interminables. El origen sangriento del apacible DÃa de Acción de Gracias. Los médicos de antes y una forma rural, precaria y efectiva, de la medicina prepaga. La esclavitud. La prensa. Los desconocidos peligrosos que le envÃan manuscritos a los escritores. Todo convive en este libro armado según las instrucciones que dejó en forma explÃcita y a veces sutil el mismo Twain. Conviven y exceden el concepto convencional de lo que tiene que ser un libro. El primer tomo de esta autobiografÃa, tal como la pensó hace tanto tiempo, incluye recortes de diarios, invitaciones, cartas, transcripciones de discursos hechos en un brindis, letanÃas por la muerte de los seres queridos, hasta una biografÃa de Twain escrita por su hija Susy, que murió cuando Twain estaba en Italia.
âPor fin, en Florencia, di con la forma apropiada para hacer una autobiografÃa: empezar con cualquier momento de la vida, dejarse llevar por lo que uno quiere, hablar sólo de lo que le interesa en el momento y dejarlo en cuanto ese interés comience a decaer para empezar a hablar de algo nuevo y más interesante que se haya aparecido, de pronto, en tu cabeza. La narración serÃa una combinación de diario y autobiografÃa.â El plan le parecÃa inmejorable y además la pasaba bien: âEs la primera vez en la historia que alguien da con el plan apropiado para escribir una autobiografÃaâ, dijo. Puede sonar un poco pretencioso, pero ¿por qué privarse de decirlo si el libro serÃa publicado muchos años después de su muerte? ¿Puede acusarse de ambicioso a un fantasma?
Cuando una vez le preguntaron por la exactitud de algunos pasajes de Tom Sawyer, Twain respondió que eran verdaderos, que eran auténticos literariamente hablando porque eran recolecciones de imágenes y sensaciones. âSi lo que quiere es saber si valen como testimonio le diré que no. Sólo son literatura.â La verdad que Twain perseguÃa desde su cama no se escondÃa en lo que habÃa pasado ni en lo que estaba por pasar sino en otra parte. âLos actos y las palabras de una persona son sólo una Ãnfima parte de su vida. Su vida verdadera se da en su cabeza y sólo la persona la conoce. Todos los dÃas, durante todo el dÃa, el molino de su mente muele y tritura y sus pensamientos âque son la articulación muda de lo que sienteâ forman su historia. Los actos y las palabras son sólo la corteza visible de su mundo. Su masa está oculta âcon sus fuegos volcánicos que bullen sin descanso, noche y dÃa.â La verdad se escondÃa en la masa del iceberg de la vida. Esos pensamientos âno pueden escribirseâ, comentaba Twain, seguro y asombrado. âLas biografÃas son sólo la ropa y los botones del hombre, la biografÃa del hombre en sà mismo no puede escribirseâ, dijo, pero lo intentaba. Lo importante era, en todo caso, llegar hasta ese lÃmite donde ya no podÃa contarse.
En todos esos años de ensayo y error, la autobiografÃa fue muchas cosas distintas. PodÃa ser una mezcla de noticia y de historia. También era, en simultáneo, âuna absoluta mentira y una absoluta verdadâ. Twain itÃa que hay partes de su autobiografÃa que eran directamente experimentos. Dijo que el resultado de estos retrocesos y avances parece una mezcla caótica, pero en realidad obedece a un sistema.
âEs un lÃo intencionalâ, asegura desde la tumba el escritor que otra vez dijo: âIdealmente, un libro no tiene que tener orden y el lector deberÃa descubrir su propio orden dentro del libroâ. En medio de fotos, reproducciones, notas y documentos, escritos ya conocidos y registros inéditos de dictados, el lector descubre su propio camino y además de leer la autobiografÃa de Twain se mete en el backstage, en la cocina. âCuando un hombre ite que es un mentiroso es cuando más franco esâ, dijo, y como habla con autoridad, una le cree.
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