Alain Badiou argumenta en El siglo que el gran horror del siglo XX, ese horror que tomó la forma de las guerras mundiales y el genocidio (no sólo el de los judÃos en la Alemania Nazi, sino también aquel que se perpetuó en el Gulag soviético o aquel otro que abrió el funesto año de 1914, el genocidio armenio) no debe ser tapado u ocultado: âMientras no se lo piense, el pensamiento Nazi permanecerá entre nosotros impensado y, por consiguiente, indestructibleâ. Antoine Vitkine, prestigioso periodista francés, se dedica en âMein Kampfâ: historia de un libro, a investigar y pensar el destino de la asà llamada âbiblia Naziâ, no sólo desde un análisis estrictamente textual sino que también detalla su historia editorial desde el momento en que fue escrito hasta su recepción en los últimos años en diversos paÃses del mundo. 46a4n
A medio camino entre la historia del libro y la crónica, el trabajo comienza en 1919 en Munich, Baviera, entre las cervecerÃas que reúnen a ciertas horas a varios grupos de personas, la mayorÃa parroquianos cansados de la âtibiezaâ de la República de Weimar y la socialdemocracia. Es en este ambiente donde se empiezan a desarrollar alternativas al gobierno aprovechando la capacidad de insurgencia que en varios puntos del territorio se habÃa levantado luego de la derrota en la Primera Guerra Mundial: el aire tenso se sentÃa en el ambiente, la alternativa comunista no era la única posible, sino también los movimientos de extrema derecha que rechazaban esta posibilidad y reivindicaban valores exclusivamente germanos. Ambos movimientos compartÃan el mismo âenemigoâ: el parlamentarismo, la sociedad de clases y la centralidad de la burguesÃa en el manejo de los asuntos polÃticos. De ese ambiente, un pintor austrÃaco encerrado en la melancolÃa de cierta gloria que creyó obtener durante los tiempos de la Gran Guerra y que se encontraba en esos encuentros como espÃa del ejército, va a emerger como un sagaz orador y pronto convencerá a la mayorÃa de sus habilidades de conducción. Adolf Hitler será el que logre ascender rápidamente dentro del recién inaugurado Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores (NSDAP) y comande a varios de sus hacia un intento de golpe de Estado el 8 de noviembre de 1923 en la propia Baviera. Frente al fracasado golpe, Hitler es encarcelado en la fortaleza de Landsberg en noviembre del mismo año: encerrado, tendrá al suicidio como opción más tangible. Sin embargo, apoyado por muchos del partido, simpatizantes tanto dentro como fuera de la prisión, se le otorga la posibilidad de acceder a diversos libros además de contar con una Remington en la cual empezarÃa su biografÃa polÃtica, desde los detalles de su vida personal hasta la articulación, apresurada y repleta de argumentos patéticos, en torno de lo que luego se convertirá en la doctrina oficial del Tercer Reich.
Tal como argumenta Vitkine, Mein Kampf se nutre de diversas afirmaciones que en la Europa de esos momentos circulaban como verdades de Perogrullo para muchos sectores de la sociedad: âuna violenta pasión nacionalista, un odio a la modernidad democrática y al liberalismo, pero también una ingenua fe en la cienciaâ. La circulación del texto asà lo demuestra: en conjunto con la editorial Eher-Verlag, aparece en varias librerÃas alemanas en 1925 luego de sufrir algunas revisiones de estilo por parte de los intelectuales más allegados al ya denominado Führer. El libro pasa rápidamente a convertirse en un best-seller a medida que Hitler asume posiciones cada vez más relevantes dentro del ámbito polÃtico alemán.
Hitler se permite explicar todo aquel funesto presente en el cual estaba encerrada Alemania. En principio, los judÃos: fueron ellos los responsables de que se perdiera la primera gran contienda bélica del siglo, y son también ellos los responsables de la extensión del comunismo y de la pérdida de la raza aria originaria. ¿En qué sentido? Su explicación, al igual que gran parte de sus argumentaciones, combina con astucia rastrera elementos de darwinismo social, pseudociencia y argumentaciones cercanas a la estructura del mito. Por ejemplo, los judÃos benefician el mestizaje de las razas con el objetivo de crear seres humanos imperfectos que puedan ser controlados fácilmente, sobre todo desde las organizaciones económicas que esos mismos judÃos controlan en diferentes partes del mundo, desde Estados Unidos hasta la propia URSS.
Antoine Vitkine, junto a varios otros teóricos citados en su trabajo, es determinante: por más que se postule que en ninguna parte de Mein Kampf se hable de los campos de concentración, no se puede negar que lo que serÃa la Segunda Guerra Mundial estaba totalmente expresado en estas páginas, puesto negro sobre blanco, y que los sucesos posteriores no podÃan haber sorprendido a sus lectores. Mientras que Eher-Verlag se aseguraba de que cada alemán tuviera su ejemplar, llegando al punto de hacer ediciones de cuero elegantes, publicaciones de bolsillo o versiones que se regalaban a cada pareja que decidÃa casarse también, por pedido de Hitler, se encargaba de revisar las traducciones inglesas y sas con el fin de mantener en la oscuridad los planes expansionistas mencionados en el libro.
Aquà está el quid de la cuestión, la discusión teórica que aún en nuestros dÃas es objeto de debate: ¿por qué se permitió a Hitler avanzar tanto en aquella época, teniendo ya sea por las vÃas oficiales o extraoficiales el documento polÃtico, su doctrina perfectamente expresada? Por otro lado, ¿fue Hitler el único responsable de lo sucedido? Más allá del rol del alto mando, ha habido una respuesta inicial que lo señaló como el responsable mayor de todo lo sucedido, extendiendo un manto de inocencia en la sociedad alemana considerada cautiva de sus afirmaciones. Luego de esta perspectiva, apareció una visión estructural, una lectura que señalaba la complicidad del pueblo con el Führer, para llegar en nuestros dÃas a una especie de sÃntesis dialéctica (asà declarada por Vitkine) en donde se hace referencia a la cúpula como gran responsable, pero también a la acción del pueblo, de la masa, que no puede caracterizarse a sà misma como un montón de gente que nunca âescuchóâ o âsupo nadaâ (terribles palabras que hacen eco en la historia argentina de los últimos 40 años).
Hay una anécdota un tanto espeluznante en el libro, algo que precisamente demuestra esta operación del texto tanto en su faceta de investigación periodÃstica como en su comportamiento sociológico e incluso teórico. Una mujer, terminada la Segunda Guerra Mundial, toma el ejemplar de Mein Kampf en su living âque tenÃa pero no habÃa leÃdoâ y lo entierra en el patio, embolsado, casi como si fuera un objeto de lujo o uno sagrado que implicaba cierta culpabilidad, pero del cual daba pena desprenderse. Cada tanto, la señora cambia la bolsa, pero sigue conservando el texto, enterrado, a pocos pasos de la puerta de entrada de su casa. La conclusión de Vitkine es determinante, en la misma lÃnea de la de Badiou: Mein Kampf es un libro cuya circulación no puede quedar en las esferas de lo ilegal, sino que debe aparecer publicado con varios comentarios y estudios que organicen la lectura del libro, evitando su caracterización como algo reprimido por diversas sociedades que justifican su no circulación por respeto a las vÃctimas, argumentación que oculta el temor de cualquier editor a ser llamado propagandista nazi, o las propias organizaciones que encuentran en él una especie de âverdad ocultaâ (desde grupos terroristas de extrema derecha hasta poderes establecidos, como sucede en TurquÃa): estamos, es claro, frente a un texto por demás polémico. Sin embargo, no enfrentarse a los hechos, reprimirlos peligrosamente, es enterrar con sumo cuidado en el patio de casa, a la vista de todos, el más terrible y angustiante horror humano.
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