La pregunta se repite, una y otra vez. Lo que cambia es el lugar. Puede ser en la casa céntrica de un amigo, al que despierta todos los mediodÃas para el beneplácito de la madre. O si no en un almacén barrial, dándole clases de matemática a la hija adolescente de sus dueños, que se quejan por su inconstancia horaria o por la falta de resultados de sus cursos. También en su hogar suburbano, donde despierta cada tanto, rodeado de voces femeninas que lo irritan y un hijo al que lamenta ver poco, pero del que huye apenas puede. 84h6d
Lo que se pregunta todo el tiempo el protagonista de Los muchos que no viven es â¿qué hago yo acá?â. Y la respuesta jamás llega, porque preguntárselo implica perderse en interminables y recurrentes monólogos existencialistas, que se intercalan con una sucesión de intrigantes escenas triviales ây justamente por eso fascinantesâ, y diálogos veloces y breves, a veces banales y forzados, otras naturales y dinámicos. Sobre esa dialéctica entre autorreflexión y velocidad vital discurre este breve libro del tan olvidado Alberto Vanasco (1925-1993), que su amigo Mario Trejo presenta âa pesar de que su edición original data de 1964â como una novela sobre Buenos Aires en los años cincuenta. âMuestra las carencias de nuestro paÃs, la desolación y la frustración de muchos de los que sà vivÃamosâ, escribe Trejo en el prólogo de su merecida reedición. âCon escenas que parecen sacadas de una pelÃcula, presenta una vida, la de una generación y la de sus amigos.â
Como poeta, Vanasco integró la generación del â50, y junto a Francisco Urondo, César Fernández Moreno, Edgar Bayley y Trejo, entre otros, formó parte del grupo PoesÃa Buenos Aires (también se dejó ver por allà una jovencÃsima Alejandra Pizarnik). Entre sus novelas realistas, quienes lo reivindican celebran tanto su primer opus, escrito a los 22 años âun original policial escrito en segunda persona, titulado Sin embargo Juan vivÃa (1947)â, como Nueva York, Nueva York (1967), en la que el tiempo transcurre en el sentido inverso, anticipando el recurso utilizado por Martin Amis en La flecha del tiempo. Pero donde siempre ha tenido su lugar reservado es en la historia de la ciencia ficción local, gracias a los cuentos del libro Memorias del futuro (1966), escrito junto a Eduardo Goligorsky.
Aunque no se presenten como autobiográficas, las peripecias del protagonista de Los muchos... corresponden a detalles precisos de la vida de Vanasco, especialmente la sucesión de trabajos menores: en el puerto, en Tribunales o al volante de un remise. Atravesada por una bohemia extraña, que jamás es celebrada âasà como los dramas familiares tampoco son subrayadosâ, la novela parece en realidad una pelÃcula perdida de la generación del sesenta. Y allà radica tanto su mejor virtud como su mayor falencia. Náufragos de una época rápidamente anacrónica, y sin saber muy bien qué hacer con la generación que los sucederá, los jóvenes viejos de Vanasco recorren un tiempo que resulta fascinante revivir en cada una de sus escenas urbanas. Su protagonista vive en tanto se mueve, paseándose por toda clase de ámbitos, de los piringundines del bajo a los boliches de la zona norte, tanto al volante de un auto último modelo como tomándose el último tren a su hogar suburbano. Deja a su familia, se reúne con amigos que complotan sin sentido, escucha el latir de una ciudad que parece sentir ajena, como todo irremediablemente lo está cada vez que reaparecen sus dudas existenciales. Y he aquà la gran paradoja de la novela, leÃda medio siglo más tarde: los que âsegún el tÃtuloâ no vivÃan entonces son los que hoy, recuperados por la relectura, parecen estar más vivos.
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