Marie Darrieussecq, que nació en Bayona en 1969, viene cada tanto a la Argentina. La última vez fue en junio del año pasado, para el estreno de la versión teatral de su primera novela, Truismes (1996), traducida como Chanchadas. La obra se presentó en el San MartÃn antes que en el Théâtre du Rond Point de ParÃs, en ambas ocasiones dirigida por Alfredo Arias. Ahora, El Cuenco de Plata apuesta a la publicación de Zoo, una recopilación de relatos escritos por ella a lo largo de veinte años, intercalados en su vasta obra (escribe a razón de un libro cada 18 meses). Pero no se puede hablar de Darrieussecq sin hablar antes de Chanchadas. No sólo porque en Francia vendió más de 300.000 ejemplares y el director Jean-Luc Godard adquirió los derechos para llevarla al cine. También porque en su momento armó bastante revuelo: algunos lectores llegaron a enviarle vello púbico por correo. La novela âde tinte fantástico y humorÃstico con un toque eróticoâ trata de una mujer que se va transformando en cerdo. El éxito de Chanchadas marcó un antes y un después también en la vida de Darrieussecq: âA los pocos meses de haber salido publicado Truismes me fui a Buenos Aires. El efecto que produjo la novela fue tan impresionante que necesité tomar aire. Saqué entonces dos pasajes para la Patagonia porque era algo que soñabaâ. La frutilla del postre de la anécdota es que durante el reportaje que diera a Página/12 en ocasión de su última visita, Darrieussecq confesó entre risas que en el medio de ese viaje le dijo a su marido que querÃa separarse. w6c58
En uno de los relatos de Zoo (âNadie se borda las piernas todos los dÃasâ) las mujeres de la familia tienen un don: el de saber bordar el cuerpo, el propio y el de otras mujeres. âBajo los vestidos largos, se bordaban un par de ligasâ. LeÃdo como metáfora, alcanzarÃa para definir este compilado de relatos de Darrieussecq: de lo femenino como marca. En varios de los relatos de Zoo los personajes quedan atrapados en situaciones siniestras gracias a los consejos de una madre. Como en âNavidad entre nosotrosâ, donde la madre le cede a la hija su casa de campo: âTe va a hacer bien cambiar de aireâ, le dice, porque no comprende lo que la está haciendo infeliz. O en âConociendo a los monosâ, donde una escritora pasa sus vacaciones en la casa de su madre mientras ella está de viaje y cuida de su mono, con quien termina teniendo una curiosa relación. En âLa rondadoraâ, otra escritora se aÃsla en un chalet en las montañas y recibe en medio de una noche tormentosa la visita de una extraña. âMy mother told me monsters do not existâ (quizás el mejor logrado de los relatos) cuenta el dÃa en que una mujer encuentra colgando de la cortina de su departamento un bicho, que no logra definir si es una rata o un murciélago. Darrieussecq va siguiendo a la protagonista con un nivel de detalle exasperante, hasta que rendida, esta mujer sola y acorralada, termina comprándole una cucha.
De lo siniestro, los relatos de Darrieussecq saltan a cierta reivindicación feminista de mujeres âimpenetrablesâ que, por ejemplo, simulan los orgasmos (âSimulatrixâ). Aunque si se lee mejor, en el fondo todas ellas esconden una gran desolación: âSeguro que habÃa que remontarse muy lejos en el tiempo para encontrar algo semejante a un principio de ella, sola, aún no formateada, quizá completamente vacÃaâ, En âAún aquÃ, después de la cesáreaâ, la protagonista no vuelve a ser la que era. La niña está âatravesadaâ dentro de ella. âNo va a pasarâ, dice el médico. â¿Cómo se las arreglaban antes?â, se pregunta. âEn algún lado leà que las cesáreas las hacÃan sin anestesia ni antibióticos, y que la madre se las arreglaba como podÃa. Le planteaban al padre la disyuntiva: `La madre o el hijoâ. ¿Alguno habrá elegido el hijo? ¿Se sabe de algún caso semejante?â El resto de los relatos de Zoo resultan algo desparejos. Tanto en eficacia como en profundidad. Quizá porque el orden pareciera no responder a un corpus, quizá porque varios fueron escritos y publicados por Darrieussecq para medios bastante heterogéneos de Marie Claire o Vogue a Inckorruptibles, y, como ella ite, nunca escribe relatos si no es por pedido. Algunos fueron inspirados en muestras de pintura o fotografÃa. Lo dice la misma Darrieussecq a pie de página: âA veces escribo para los artistas. Busco un equivalente de palabra a su trabajo plásticoâ. En cambio otros formaron parte de antologÃas, o fueron novelas a medio camino. Esta disparidad de âdemandasâ a las que parece responder la autora, sumado a los homenajes (como âVecinosâ a John Lennon), más los relatos que tienden al ensayo, o juegan con el tema de la clonación, termina afectando la consistencia global de la obra.
De todas maneras la apuesta de Cuenco de Plata por dar una versión diferente de la autora después de transcurrido el tiempo y más allá de Chanchadas, deja un balance positivo. Sumado a la impecable traducción de Lil Sclavo, que con expresiones como âlaburo a lo bestiaâ o âestoy con los nervios de puntaâ, juega a favor de la espontánea e irreverente voz de Darrieussecq.
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