âSu cabeza parecÃa un tanque de agua sucia, cada palabra vertida ahà se contaminaba.â Los cuentos de Alejandra Laurencich transcurren en las cabezas de sus personajes. Y eso que habita sus mentes transforma la realidad desde adentro hácia afuera. Lo que dicen cuando callan es una recopilación de los cuentos que la autora escribió durante más de diez años. Sus libros Coronadas de gloria, Historias de mujeres oscuras y el inédito que da el nuevo tÃtulo, son en su mayorÃa cuentos sobre mujeres: en cocinas, en la calle, en el colectivo. Mujeres reales en lugares cotidianos. Sin embargo, esa porción de mundo al que se enfrentan ellas âesas mujeresâ las obliga a tomar alguna decisión, porque la vida se escurre como agua entre los dedos. âQue los años se han ido llevando a los chicos a la escuela, a danza, a taekwondo, soportando el divorcio y el esfuerzo de la vida cotidianaâ, piensa la que cierra el libro. La que abre, Cristina, escucha a Serrat mientras se come un filet y espera el mail de sus hijos que han dejado el nido vacÃo: âSi le diste toda tu juventud, un buen colegio pago, el mejor de los bocadosâ. La maternidad, una de las obsesiones declaradas por la autora, se aborda desde su costado más oscuro y menos explorado. ââ¿Ve mamá?â âle dice la nurse a una madre que acaba de salir de la cesárea y mientras ella contempla ese bebé (âque parecÃa provenir de otro planetaâ) señala que alguien le explicara âcómo podÃa uno atreverse a traer al mundo un hijoâ. También hay mujeres solas, perdidas en la ciudad, como la cocinera del Ibérico, que huele en sus manos a lavandina y cebolla mientras viaja en colectivo de noche. O en pareja: la mujer de âSuerte o desgraciaâ que compra esa anestesia para el olfato que usan los rescatistas para buscar cuerpos entre los escombros y de esa manera ya no sentir el aliento de su marido y hacer el amor como en los viejos tiempos. âPorque ¿cómo iba a perder esa sensación de empatÃa con la humanidad que daba una cogida como la gente?â 5x2f29
Laurencich es impiadosa para contar. Tensa cada situación cotidiana llevándola a lÃmites que dejan al lector incómodo, removiéndose en la silla.
Un punto aparte necesario para decir que en este libro se cultiva el género a rajatabla: comienzos contundentes, el âpalo y a la bolsaâ de Fontanarrosa, historias que avanzan a cada renglón y finales que no dejan suelto ningún cabo. Cada una de estas máximas del género se aplican a una autora que da cuenta de un oficio ganado a fuerza de tomárselo en serio. Laurencich comienza en 1987 a escribir una novela de 800 páginas. Lo hace con hambre, sin poder parar. âTenÃa la necesidad pero no el oficioâ, ha dicho. Esa novela la reescribió durante diez años y se publicó en 2009. Vete de mÃ. âUn escritor se haceâ, sostiene Laurencich con convicción. La misma que la llevó a crear y dirigir la revista La Balandra: âQuerÃa mostrar que hay todo un trabajo del escritor paralelo a la vida y detrás de un libro hay mucha historia y trayectoriaâ.
Caen las Torres Gemelas, sus hijos ven en el living cómo este mundo se desmorona, que no hay vuelta atrás, mientras la madre sola en la cocina se ratonea con un Peter Gabriel congelado en el â72, de pelo largo y brillante que canta desde la televisión. âPodrÃa ser tu hijo, maâ, le dice la nena. âElla siente la estocada profunda, sin vueltas. Comprende, de un instante a otro, que hay casi cuarenta años de diferencia entre ella y ese crÃo que canta.â
El tiempo pasa para estas mujeres de los cuentos, que se arrugan, las venas se marcan en las manos, las tetas cuelgan, Internet reemplazó al walkman. Sin embargo, estos últimos cuentos son genuinos herederos de los primeros. Laurencich sigue atenta como un cirujano sobre el texto. A no decir en tres palabras lo que se puede resolver en dos, como aconsejaba Fitzgerald a Hemingway en sus cartas. En este sentido, Lo que dicen cuando callan alude también a una economÃa de recursos. Lejos de las grandilocuencias, la autora misma ha declarado ir âcada vez más adentro, a lo chiquitoâ.
Es difÃcil escribir un buen cuento, y también es difÃcil armar un corpus con ellos. Que, como en una orquesta, cada uno atienda su juego en una melodÃa que es de todos. Este compilado lo logra. Son los ojos de estas mujeres haciendo foco en la miseria del mundo, los que unen un cuento con otro. Del que se sale y se entra para tomar un poco de aire y volver. Con Lo que dicen cuando callan, estas mujeres que no se depilan las axilas y usan camisón de franela, obligan al lector âsin distinciones de géneroâ a meter los dos pies en el fango de la vida de todos los dÃas.
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